El mexicano
Podríamos decir que el mexicano es el protagonista de El laberinto de la soledad, puesto que Octavio Paz se dedica en extenso a realizar su perfil psicológico, relacionando sus actitudes y comportamientos con las ideas y las circunstancias históricas que condicionaron su carácter. Según Paz, el mexicano es una persona hermética, que actúa con desconfianza y reserva, que se ampara en la preservación de las formas y en la simulación, y que se protege del exterior manifestando impasibilidad y hombría.
La mexicana
Paz distingue a la mujer mexicana del hombre mexicano por el modo en que se la ve como un ser de naturaleza pasiva y abierta, que está en constante riesgo de ser vulnerada por una amenaza externa. La cultura machista concibe a la mujer como un objeto que no tiene deseos propios y que debe preservar la estabilidad del orden social. Esta imposición la convierte en una persona que debe ser sufrida y reservada, lo que le otorga los mismos atributos que posee el hombre mexicano.
El pachuco
En las décadas de 1930 y 1940, los pachucos eran jóvenes de origen mexicano que vivían en el territorio estadounidense fronterizo con México y que formaban una contracultura en respuesta a la marginalización que sufrían en Estados Unidos. Paz define a los pachucos como manifestaciones extremas del carácter mexicano, que con su forma particular de vestirse y de hablar ponen en cuestión tanto la cultura en la que viven como aquella de la que vienen. El pachuco niega su ascendencia mexicana y crítica la sociedad norteamericana con su manera de ser, que al mismo tiempo expresa su anhelo de integrarse en aquella sociedad en condición de paria o ser marginal.
La Malinche
Malinche, también conocida como Doña Marina, fue una mujer nahua que se convirtió, en Tenochtitlán, en intermediaria de Hernán Cortés, con quien tuvo uno de los primeros hijos mestizos surgidos de la Conquista. En el imaginario mexicano contemporáneo a Octavio Paz, Malinche es vista como una traidora que se entregó pasiva al conquistador español, y simboliza la fundación violenta de la nación mexicana (ver “Símbolos, alegorías y motivos”).
Cuauhtémoc
Cuauhtémoc fue el último jefe mexica antes de la toma de Tenochtitlán por Cortés. Cobra relevancia en El laberinto de la soledad como símbolo de la caída del pueblo azteca. Se lo presenta como una figura heroica que enfrentó a los españoles sacrificándose por un imperio que ya estaba dado por perdido (ver “Símbolos, alegorías y motivos”).
Moctezuma
Otra figura histórica importante en El laberinto de la soledad es Moctezuma, que desde la perspectiva de Octavio Paz fue un emperador que interpretó la llegada de los españoles como el fin del ciclo cósmico del Imperio azteca. Por eso, el hecho de que Moctezuma abriera las puertas de Tenochtitlán a los invasores representa, para Paz, el suicidio del pueblo azteca, que se fascinó con la imagen de su propia destrucción.
Hernán Cortés
El español Hernán Cortés se destaca por haber liderado la conquista de México, que significó el fin del Imperio azteca y la creación de la Nueva España. En El laberinto de la soledad encarna al “chingón” español que sometió a la indígena “chingada”, representada en la Malinche (ver “Símbolos, alegorías y motivos”).
Emiliano Zapata
De todos los líderes de la Revolución mexicana, Octavio Paz distingue a Emiliano Zapara como caudillo que expresó el anhelo de los mexicanos de reconectar con sus orígenes. Zapata presidió los movimientos campesinos del Sur que exigían la devolución y restitución de las tierras al pueblo, encarnando la resistencia agraria que sería aplacada por la rama liberal de la Revolución.
La inteligencia mexicana
Paz agrupa a diferentes intelectuales mexicanos en lo que denomina la “inteligencia” mexicana, agrupación que le sirve como punto de partida para pensar sus propias reflexiones sobre la historia de México y sobre el carácter mexicano de su tiempo. Entre ellos, sobresalen José Vasconcelos como el primero en pensar una conexión con el pasado que involucrara la participación del pueblo, y Samuel Ramos y Jorge Cuesta, por reconocer que el mexicano es un ser que se enmascara y niega su pasado.
Octavio Paz
El ensayista no oculta la primera persona del singular para demostrar que El laberinto de la soledad es, ante todo, una reflexión personal, que se ve afectada por las vivencias particulares de su autor. También utiliza el nosotros para incluirse dentro del carácter que estudia. Es capaz de empatizar con los pachucos por haber vivido en Estados Unidos y se piensa a sí mismo en la tradición de pensamiento crítico mexicano para ofrecer, desde este lugar, su punto de vista sobre cómo resolver los conflictos que asolan a su país.