El culto a la muerte
Paz analiza la relación cercana que tiene el mexicano con la muerte describiendo algunas de sus manifestaciones culturales: "Los Cristos ensangrentados de las iglesias pueblerinas, el humor macabro de ciertos encabezados de los diarios, los 'velorios', la costumbre de comer el 2 de noviembre panes y dulces que fingen huesos y calaveras, son hábitos, heredados de indios y españoles, inseparables de nuestro ser" (p.21).
Los excesos de la fiesta
Como oposición a la reserva y hosquedad del mexicano, la fiesta aparece en El laberinto de la soledad como un momento de apertura y de encuentro de los contrarios, que Paz describe con imágenes vívidas de sus excesos: "En pocos lugares del mundo se puede vivir un espectáculo parecido al de las grandes fiestas religiosas de México, con sus colores violentos, agrios y puros, sus danzas, ceremonias, fuegos de artificio, trajes insólitos y la inagotable cascada de sorpresas de los frutos, dulces y objetos que se venden esos días en plazas y mercados" (p.42).