El Sr. Pontellier sigue expresando su disgusto por el comportamiento de su mujer en sus deberes de madre. Sin embargo, la Sra. Pontellier simplemente no es el tipo de mujer que se consagra a ser madre. Ella está sola en su existencia en Grand Isle.
"La mujer-madre parece prevalecer ese verano en Grand Isle. Era fácil identificarlas, revoloteando alrededor con alas extendidas y protectoras, cuando cualquier daño, real o imaginario, hacía peligrar a sus preciosas crías. Eran mujeres que idolatraban a sus hijos, veneraban a sus esposos, y consideraban un santo privilegio olvidarse de ellas mismas como personas y desarrollar alas como ángeles guardianes". Capítulo 4, pág. 10
Seguimiento del Tema: Feminismo, Femineidad e Independencia 3
Adela Ratignolle, una de las habituales residentes en Grand Isle y amiga de Edna, personifica esta mujer-madre en su mejor forma. Su largo y fluido pelo rubio complementa sus llamativos ojos azules, sus delgados brazos, su creciente figura y sus delicadas manos. Ella está tejiendo prendas de vestir de invierno para sus hijos y se ofrece a hacerlo para los hijos de Edna. Después de siete años de matrimonio, ha tenido tres hijos, uno cada dos años, y actualmente está embarazada. Ella habla de su embarazo como "un estado".
Robert, Madame Ratignolle, y la Sra. Pontellier rutinariamente se sientan cerca a las cabañas para charlar, mirar, y coser. Robert, un joven de apenas 26 años, habitualmente seguía a una mujer mayor, declarándole su amor y pasión. En broma, le hablaba amorosamente a Adela - una acción que Edna se alegraba de no recibir.
Edna se va interesando en la pintura y a menudo lleva un lienzo y pinturas al lugar de sus conversaciones. Ella finalmente pinta a Adela, alguien que cree tiene tanto aplomo y es tan bella como la Madonna pero rompe el dibujo y lo tira a la basura. De vez en cuando, mientras ella pinta, Robert coloca amorosamente su cabeza sobre su brazo. Ella rehúye sus acciones, pero no se las prohíbe. Sus hijos vienen corriendo para investigar el contenido de la caja de bombones que está a su lado. Ella lleva sus pinturas al interior pues Madame Ratignolle tiene un desvanecimiento por la larga jornada. Robert invita a Edna a bañarse en el océano. Ella ve el agua como un ruego cariñoso, acogiéndola con una manifestación de afirmación y fuerza. Se quita su sombrero y el sol se pone mientras caminan juntos hacia la playa.
Seguimiento del Tema: Pintura 1
Edna no puede explicar sus actos y visitas a la playa con Robert. Ella siente impulsos contradictorios y camina hacia ellos abiertamente. Edna está empezando a comprender su lugar en el universo como mujer y más aún, como un ser humano. Ve a este hombre dos años menor que ella y se siente segura con sus emociones y su alma. Ella también entiende cuan tumultuosa y caótica es esta primera época de descubrimiento para un alma. Ella se siente cómoda en el océano.
Seguimiento del Tema: Agua/Playa 2
"La voz del mar es seductora, nunca cesa, susurrando, despejada, murmurando, invitando al alma a vagar por un rato en los abismos de la soledad, a perderse en los laberintos de la contemplación interior. La voz del mar habla al alma. El toque del mar es sensual, envolviendo el cuerpo en un abrazo suave y estrecho". Capítulo 6, pág. 17
Edna se ve atraída por la gracia, encanto y belleza de Adela, y las dos se vuelven amigas íntimas inseparables, que van a la playa a pie y a las cabañas juntas, algunas veces escapando de Robert. Sus casas, la de los Ratignolle y la de los Pontellier están juntas, permitiendo que las dos mujeres pasen tiempo juntas fácilmente, relajándose en la playa y viendo pasar a jóvenes enamorados. Adela le pregunta a Edna en que piensa. Edna se encoge de hombros frente a la pregunta, dando lugar a que Adela comente que el calor viene causando demasiada tensión en la mente. Ella cree que no es necesario que ellas piensen demasiado enérgicamente. Edna describe su actual vista de la playa, con el cielo azul y el gran océano que le hace pensar en su juventud en Kentucky. Habla del paisaje como un pintor que ansía tener un lienzo para crear una obra de arte. Ella recuerda apartarse de la iglesia y comenta que algunas veces se siente como una niña pequeña que trata de evitar la iglesia, caminando a través de un prado verde.
Seguimiento del Tema: Pintura 2
Adela toma la mano de Edna en las suyas y comienza a consolarla físicamente. Edna no está acostumbrada a esa expresión de sentimientos, pues ella siempre peleaba con sus hermanas, Janet y Margaret, y nunca fue verdaderamente muy unida con las amigas con las que se crió en Kentucky. Ella nunca tuvo amigas intimas y ocasionalmente se enamoró de algunos muchachos. De vez en cuando se encaprichaba con todo el mundo, desde un oficial de caballería a un joven agricultor de Mississippi. Se sentía resignada a su suerte de tener una vida de relaciones vacía y sin emociones, y este sentimiento pronto la llevó a su matrimonio. "Su matrimonio con Leonce Pontellier fue puramente un accidente, en este sentido se asemejaba a muchos otros matrimonios que se encubrían como leyes del destino. Fue en medio de su gran pasión secreta que ella lo conoció. El se enamoró, como los hombres acostumbran hacerlo, y apretó su traje con una seriedad y ardor que no dejó nada que desear". Capítulo 6, pág. 23-24. Fue una combinación de la oposición de su padre y Margaret a la religión católica de Leonce y su gran habilidad para los halagos que la llevó al matrimonio. Pronto, la devoción terminó y palpó la realidad. A pesar de su alma vacía, Edna parece resignada a aceptar su destino.
Aunque ella trae a la memoria estos recuerdos y emociones del pasado ese día en la playa, no se lo revela a Adela. Adela la consuela lo mejor que puede hasta que llega Robert Lebrun con los niños. Cuando retornan a las cabañas, Adela se queja de calambres en las piernas y se apoya en Robert para que la ayude a caminar hacia el interior.