Leonce Pontellier y su joven esposa, Edna, pasan los meses de verano en Grand Isle. Mientras descansa, Leonce juega y trabaja en los negocios en el hotel de la localidad, Klein, y visita la Calle Carondelet en Nueva Orleáns durante la semana. Edna aprende a nadar en la playa y se hace amiga de la Sra. Adela Ratignolle y Robert Lebrun. Mientras Edna va descubriendo nuevas formas de vivir por su cuenta y mantenerse en el agua, ella pasa casi todo su tiempo con Robert, desarrollando sentimientos por él. Adela le advierte no coquetear con Edna así, ya que ella no es como ellos – gente de sociedad que van y vienen a su antojo.
Hay varias fiestas durante los fines de semana, en las que el baile, el canto, y las indolentes bromas son la norma. Un día en las cabañas Lebrun, Mademoiselle Reisz, una pianista excéntrica, soltera, de mediana edad, interpretó el Impromptu de Chopin. Edna se siente hipnotizada por la música y nostálgica por las emociones que provoca. A ella por lo general no le agrada Mademoiselle Reisz, pero sin embargo se ve cautivada. Reisz le pregunta a Edna que le pareció la música y cree que ella fue la única persona respetable en la audiencia ese día.
Una noche en la cena, Robert anuncia a su madre y a todos los demás que partirá para México en la noche por un período indefinido de tiempo. Edna está conmocionada y herida, y deja la mesa para reparar su dolorido corazón. Adela la sigue, estando de acuerdo en que Robert mostró poco respeto al no decirle que tenía previsto viajar.
Después que Roberto parte para México, Edna siente como si lo viera en todas partes, piensa en él todo el tiempo, e intenta continuar con su vida en Nueva Orleáns sin él. Empieza a pasar la mayor parte de su tiempo con las personas de la sociedad en las carreras de caballos y el Jockey Club. Recurre a Mademoiselle Reisz en busca de consuelo y consejo. Poco a poco se vuelve más independiente, ya no vive solamente para Leonce o para sus hijos, ahora ella vive su vida para sí misma.
El padre de Edna, el Coronel, llega a la ciudad e invita a Edna a asistir a la boda de su hermana Janet. Edna se niega, alegando que las bodas son acontecimientos melancólicos. Ellos cenan, asisten a las veladas de los Ratignolle, y discuten asuntos de la familia.
Leonce Pontellier parte para Nueva York por negocios por un periodo prolongado de tiempo. Estando lejos, Edna comienza a despertar aún más a su propia vida, a su propio espíritu. Pinta, sale sola espontáneamente y se niega a devolver las llamadas de otras personas. Leonce estaba preocupado por su extraño comportamiento antes de partir y buscó la ayuda del Doctor Mandelet. Los dos hombres, simplemente supusieron que su estado de ánimo pasaría.
Edna descuida sus tareas en el hogar y decide mudarse de su gran casa en la calle Explanada a una casa mucho más pequeña a una cuadra. Ella organizó una gran cena de despedida antes de mudarse, que fue todo un éxito. Sus amigos, a excepción de Adela Ratignolle, quien estaba enferma, asistieron a la reunión. Alcee Arobin seduce a Edna poco después, y aunque Edna se siente culpable por ceder a sus placeres carnales, ella siente remordimiento por su amado Robert - no por su esposo Leonce.
Después de mudarse al ‘palomar’, adaptarse a su nueva vida, y pintar retratos, paisajes, y cualquier cosa que podía ver, Edna todavía extrañaba a Robert. Un día, ella visita a Mademoiselle Reisz en busca de consuelo, y en su lugar se encuentra con Robert en su casa. Se queda estupefacta al enterarse que él ha regresado sin ir a buscarla. Ellos discuten y pronto expresan su amor el uno por el otro. Edna planea estar con él y sólo con él. De regreso en su pequeña casa, un criado de Monsieur Ratignolle viene a buscar a Edna para llevarla a la casa de los Ratignolle. Adela está en labor de parto y desea ver a Edna. Edna le dice a Robert que se quede y espere por ella. Una vez allí, Adela le susurra a Edna que piense en sus hijos.
Cuando Edna vuelve a casa, Robert ha partido dejando una nota de despedida que habla de su amor por ella. Ella se siente tan herida e indignada que durante toda la noche se queda mirando fijamente a la pared, sosteniendo la carta en la mano. Al día siguiente, Edna va a su amado océano, se quita toda la ropa, y camina en el agua. Ella continúa yendo más y más lejos hasta que no se le ve más.