Los cuernos (Símbolo)
Es común la asociación entre los cuernos y la infidelidad. Desde hace mucho que al hombre cuya mujer le engaña se lo representa como un hombre con cuernos y se utiliza la palabra “cornudo” para referirse a él. La presencia de cuernos en la obra, especialmente en el Tratado Primero, mientras Lázaro sirve al ciego, sirve como anticipación a la situación en la que se va a encontrar el protagonista cuando le escribe la carta a Vuestra Merced. Recordemos que “el caso” al que se refiere Lázaro en el Prólogo gira alrededor de los rumores de los que es blanco porque, al parecer, su mujer y el arcipreste son amantes.
Ser vs. parecer (Motivo)
La disparidad entre el ser y el parecer es criticada duramente a lo largo de la obra, particularmente a través del valor simbólico de la vestimenta. En el Tratado Segundo, Lázaro no sabe si la avaricia del clérigo es un rasgo personal o le vino con el hábito al ordenarse como sacerdote. El conocido refrán “El hábito no hace al monje” acá está puesto al revés para hacer una critica mordaz del clero como conjunto. Según la novela, la mayoría de los sacerdotes se comportan de manera inmoral y sus acciones resultan cuestionables, tanto así que parecería que ser parte de la Iglesia trae consigo esos vicios.
El segundo momento en la novela en que la vestimenta cobra importancia como marca que diferencia el ser y el parecer tiene lugar en el Tratado Tercero, en el que el aspecto respetable del escudero engaña a Lázaro, quien cree que tuvo un golpe de suerte al encontrar un amo aristocrático y, probablemente, rico. A lo largo del tratado vamos a ver que el escudero cuida su ropa con especial atención, se viste lentamente y se detiene a admirar parte de su ajuar. Pero detrás de su aspecto no hay ningún privilegio propio de su clase. Se trata de un hombre que pasa más necesidades que el mismo Lázaro, que al menos puede pedir limosna sin ninguna consecuencia. Nuevamente, hay una disparidad entre el ser y el parecer.
En el Tratado Sexto, es Lázaro quien va a prestar atención a los hábitos porque, por primera vez, va a poder pagar por un ajuar respetable. Existen paralelos entre los modos en los que se presenta la vestimenta de ambos, escudero y pícaro, porque la descripción se detiene en el trabajo admirable de las espadas. Lázaro va a tener el hábito antes de tener la posición social que lo demanda. Asimismo, una vez que cuenta con el hábito y con la seguridad económica que buscaba, no va a preocuparse porque, detrás del aspecto respetable, haya un hombre digno de honra. Al contrario, se va a contentar con la riqueza, aunque se la procure de un modo humillante.
El vino (Símbolo)
El vino aparece en la vida de Lazarillo cuando este se encuentra viviendo sus peores adversidades y cuando se encuentra en la cima de su fortuna. Cuando empieza a servir al ciego, Lázaro, siendo aún un niño, desarrolla el gusto por el vino. Algunas de sus trampas más ingeniosas las idea con el propósito de robarle a su amo un poco de vino. Asimismo, esta bebida es causa de algunos de sus peores castigos. Por ejemplo, Lázaro pierde sus dientes cuando su amo descubre que él bebe de su jarro a través de un agujero. El ciego golpea a Lázaro con todas sus fuerzas. Cada vez que termina herido por los castigos que recibe, sus heridas son tratadas con vino. El ciego repara en la paradoja que supone que el vino sea lo que lo enferma y lo que lo sana. Al final, esta paradoja se acentúa cuando mejora su situación económica, al convertirse en pregonero de los vinos de la ciudad.
El vino simboliza, así, las adversidades que hacen sufrir a Lázaro, pero que, en última instancia, son también su salvación, porque le enseñan a reponerse y sobrevivir.
La comida (Motivo)
En la primera parte de la obra, la comida ocupa un lugar fundamental y se convierte en un motivo en la obra. Particularmente en los primeros tratados, la presencia de la comida aparece sucesivamente bajo el siguiente esquema: Lázaro padece hambre, luego ingenia un engaño para conseguir comida, es descubierto y, como consecuencia, recibe un castigo. El fin de este ciclo es también el inicio de uno nuevo.
Por otra parte, la comida representa dos elementos: la necesidad y los vicios. En el primer caso, las menciones de comida se refieren a las necesidades que experimenta Lázaro y el ingenio que demandan de él para subsanarlas. Al mismo tiempo, las menciones de comida en abundancia o de comida que podríamos considerar un lujo, representan los vicios de algunos de los amos, como la hipocresía y la avaricia.
En su historia, desde los primeros años de vida, el foco de Lázaro está puesto en no morir de hambre. Incluso antes, los alimentos marcan el rumbo de su vida. Por ejemplo, su madre debe buscar el modo de sobrevivir cuando enviuda porque el padre de Lázaro es condenado por robar harina. Cuando ella empieza a relacionarse con Zaide, el esclavo negro, Lázaro no le tiene aprecio hasta que se da cuenta que cada vez que los visita trae comida. Desde el principio vemos, entonces, que la comida guía a Lázaro no solo en sus acciones, sino también en las valoraciones que hace.
Con su primer amo, Lázaro empieza a desarrollar su ingenio para poder comer más y disfrutar de algunos lujos como el vino y la longaniza. Con el segundo, en cambio, su ingenio tiene que volverse todavía más afilado, porque el clérigo lo mata de hambre. De hecho, Lázaro teme que sus piernas le flaqueen por lo debilitado que está como consecuencia de la avaricia de su amo. Con el tercer amo, Lázaro va a recurrir a la limosna para poder sobrevivir. En el último tratado, el arcipreste le regala trigo (entre otras cosas) a la pareja a cambio de su silencio y de su participación en la relación inmoral que sostiene con la mujer de Lázaro.
La comida en la obra es el motor que mueve a Lázaro, y debe haberlo marcado a tal punto que está dispuesto a soportar cualquier indignidad con tal de no experimentar nunca más necesidad. Es por eso que, al final, no se preocupa demasiado por las malas lenguas: al fin y al cabo, está en la cima de su fortuna y nunca más deberá padecer hambre.
La hostia (Símbolo)
En la obra podemos encontrar menciones, directas o más bien veladas, a la hostia sagrada. En general, cuando se alude a ella, lo que sucede alrededor de este objeto sagrado es un acto de blasfemia. Al principio, cuando Lázaro sirve al ciego, toma las blancas (monedas de baja denominación) en su boca, como si tomara la comunión, para engañar al ciego. Con el segundo amo, Lázaro roba el bodigo, que es un pan que se entrega como ofrenda en la iglesia. El tratamiento que les da el clérigo a los panes ofrendados también es cuestionable.
Sin embargo, por encima de todas estas menciones veladas a la hostia, que muestran una actitud irreverente con respecto a los símbolos sagrados de la Iglesia, la mención directa de la hostia en el último tratado es la que simboliza la degradación moral de Lázaro y el grado de cinismo que ha desarrollado. Este cinismo está concentrado en el discurso de Lázaro, en el que dice que está dispuesto a jurar sobre la hostia consagrada para defender la honra de su mujer, cuando, a todas luces, tiene plena conciencia de que existe una relación ilícita entre ella y el arcipreste.
En definitiva, la hostia, como símbolo de lo sagrado, se verá constantemente degradada por los personajes que pasan por la novela.