El Yo
El primer poema de las "Dedicatorias" con las que Whitman abre Hojas de hierba se titula "Yo canto para mí mismo", y sus dos primeros versos indican: "Yo canto para mí, una simple y aislada persona, / sin embargo pronuncio la palabra democracia, la palabra Masa" (p. 13). Asimismo, el poema más famoso y celebrado de Walt Whitman se titula "Canto a mí mismo", y sus primeros versos expanden esta idea: "Me celebro y me canto, / y de aquello que me apropie te debes apropiar, / pues cada átomo que me pertenece también será tuyo" (p. 43). Así, se hace evidente que el gran tema de Hojas de hierba es el Yo construido por el poeta. Destacamos en mayúsculas ese Yo cuando hace referencia directa a la imagen que el poeta presenta de sí mismo en sus textos.
A la construcción que realiza un poeta de la figura enunciadora para sus poemas se la denomina yo poético, y es importante distinguir este dispositivo literario de la propia figura del autor. Por eso, es conveniente referirse al yo poético de Whitman como la figura que el autor crea para manifestar sus sentimientos, experiencias y pensamientos dentro de sus poemas. La construcción del yo poético de Whitman parte de lo individual, pero tiende hacia lo colectivo; es un yo que abarca el cuerpo y el alma del poeta, pero que también iguala su individualidad a la de todos los individuos a partir de una visión totalizante que explora la experiencia compartida universalmente.
El Yo de Whitman es un yo heroico, épico, que, como un Dios, todo lo abarca y todo lo contempla. Desde ese lugar enuncia el poeta sus cantos y es ese Yo su punto de partida para experimentar el universo y vincularse con todos los otros individuos. Asimismo, la comunión con todos los otros hombres es una vía que utiliza el poeta para expandir la idea del Yo y convertirla en un concepto plural que contiene a toda la humanidad.
Whitman indica que el Yo es la base de la democracia, y ese es el yo al que le canta: un nosotros unificado y diverso, conformado por el pueblo que se une por amor. Así, la idea de un yo originario, equiparado a un Adán en el sistema simbólico del poeta, es la base de la que nace el amor al prójimo; la individualidad que se recupera en Hojas de hierba es la individualidad en la diferencia y en la diversidad sobre la que se cimientan las sociedades modernas para las que Whitman canta.
El amor y la camaradería
El amor es un tema fundamental a lo largo de toda la obra poética de Whitman, y está ligado a la sexualidad y a la idea de camaradería entre individuos. Muchos lectores y críticos de su época encontraron en la franqueza con la que el poeta aborda la sexualidad un motivo para repudiarlo, mientras que otros elogiaron esta apertura como una nueva forma de entender el espíritu y el cuerpo, y de establecer la sexualidad como un tema literario. Para Whitman, el sexo puede entenderse como una conexión entre individuos tanto física como espiritual: dicho de otra forma, el sexo es una conexión humana fundamental que funciona como la base sobre la que se constituyen las sociedades, y no importa si se trata de sexo heterosexual u homosexual, lo importante es que está atravesado por el amor entre camaradas, es decir, entre individuos que se entregan y comparten unos con otros.
Whitman a menudo utiliza metáforas sexuales para describir las relaciones fraternales más profundas. Tales relaciones, escribe, son raras, pero cuando se encuentran contienen el más verdadero sentido de la amistad y el compañerismo. Este tipo de amor profundo es lo que Whitman desea para sí mismo y, en mayor escala, para todos los ciudadanos de las sociedades democráticas del Nuevo Mundo. Así, el amor no es simplemente una realidad física, sino un ideal a sentir entre todas las personas.
Lo individual y lo colectivo
En "Canto a mí mismo", Whitman admite que su poesía puede ser inconsistente y que a menudo sus dichos se contradicen. Esto sucede, dice, porque su Yo contiene multitudes, una idea que une y concilia conceptos opuestos y que el poeta encarna: la noción del individuo, en la poética whitmaniana, está acompañada de la idea de un espíritu tribal o colectivo, que aúna a todos los hombres.
Whitman canta odas al individuo y convierte al autodescubrimiento en el ideal más alto de ese individuo; sin embargo, el yo está compuesto también por un alma que es una parte de un todo absoluto y que conecta lo individual con lo colectivo. La relación entre lo individual y lo colectivo es entonces una dualidad mística de la que participan todos los hombres: el individuo es el microcosmos que funda lo macro, la vida colectiva y en sociedad.
La democracia
La poesía de Whitman es significativa porque es una encarnación artística de los ideales de democracia, libertad y revolución sobre los que se fundó la nación estadounidense. El poeta idealiza el viaje, la exploración y el autodescubrimiento, y refleja en sus textos el paisaje de los Estados Unidos en el siglo XIX.
Durante la vida de Whitman, la nación creció de 22 estados a 44 y adquirió también la mayor parte de los territorios donde luego se organizarían sus 6 estados restantes. Estados Unidos era el Nuevo Mundo, uno en el que la civilización se erigía sobre la naturaleza salvaje y buscaba nuevas formas de expresarse. Así, la democracia, tal como la comprende Whitman, es la base de la nueva civilización y postula la vinculación de todos los habitantes en un fuerte lazo de amor y camaradería.
En "Canto a mí mismo", Whitman explica la idea del yo democrático: la democracia es la fuerza capaz de igualar lo individual con lo colectivo, y es lo que otorga a los Estados Unidos un potencial infinito, porque es en la nación flamante donde se puede lograr la hermandad de todos los hombres.
El cuerpo y el alma
El canto a sí mismo que Whitman entona es una celebración del cuerpo y el alma que lo constituyen. Sin embargo, desde su concepción particular, el poeta no cree que su alma sea exclusivamente suya, sino que la considera como un fragmento por medio del cual forma parte de una conciencia colectiva mucho mayor.
En "Canto a mí mismo", el poeta se presenta como un hombre que adora su cuerpo y su alma; sobre su cuerpo expresa: "Bienvenidos sean cada uno de mis órganos y de mis atributos, y los de cualquier hombre puro y vigoroso; / ni una pulgada, ninguna partícula de mi cuerpo es despreciable, y ni una debe ser menos conocida que las otras" (p. 46). El alma, por su parte, es el vínculo que une al poeta con Dios y con toda la humanidad, en un estado de éxtasis al que Whitman hace referencia de muchas formas diferentes. En la tercera sección del poema, Whitman expresa: "Clara y pura es mi alma, y claro y puro es todo lo que no es mi alma. / Si falta uno faltan ambos, y lo visible es prueba de lo invisible" (p. 45). En este pasaje, puede apreciarse cómo el alma es el nexo mediante el cual el poeta comprende su conexión con el universo.
Más adelante, Whitman presenta al alma como su amante, y dice que sus poemas están escritos pensando en ella. Si bien se trata de poemas sobre el cuerpo, es en verdad en lo material donde el yo poético encuentra la espiritualidad: “y haré los poemas de mi cuerpo y de la inmortalidad, / porque creo que entonces yo mismo me halagaré con los poemas / de mi alma y de la inmortalidad” (p. 27).
El alma, entonces, es total y universal, y conecta al poeta con todas las cosas de la naturaleza y el universo. La concepción de Whitman se aproxima a la doctrina filosófica de las emanaciones, que comprende al alma de cada sujeto como una emanación del espíritu universal de Dios y por medio del cual todos participan de la divinidad. Este tipo de panteísmo postula la presencia de Dios en todas las cosas, algo a lo que Whitman hace referencia desde su propia poética y con las particularidades de su propio sistema; aunque el poeta alienta al lector a abandonar todos los credos y descubrir el mundo más allá de concepciones antiguas, se hace evidente que sus propios pensamientos abrevan en muchas y diversas doctrinas filosóficas.
El alma, entonces, es comprendida por el poeta como la conexión espiritual entre todos los elementos de la creación; así se expresa en "Venido de Paumanok": "habiendo contemplado los objetos del universo, compruebo / que no hay ninguno, ni la más ínfima parte de ninguno, que / no tenga referencia con el alma” (p. 33).
La muerte
En la poesía de Whitman, la muerte se presenta como una fuerza democrática que homogeneiza a la humanidad en el tiempo y el espacio.
Sin embargo, el miedo a la muerte funciona como una forma de represión que le impide al hombre disfrutar plenamente de la vida y lo empuja hacia instituciones que coartan su libertad, como la religión. Por eso, para Whitman, el individuo debe desandar el camino de todo lo aprendido y debe aceptar a la muerte como una parte más de la vida, tranquilo de que su individualidad se unirá luego en la eterna y masiva identidad de la especie humana. Cuando el hombre no vive atormentado por la conciencia de su finitud, la muerte puede resultar una idea hermosa, y Whitman llega a declarar "Muerte o vida, ambas me son indiferentes, mi alma declina toda preferencia" (p. 134).
De forma sutil, Whitman asocia la muerte a la idea de la democracia, ya que todos los hombres están unidos por su mortalidad y forman una cadena continua de transmisión entre las generaciones pasadas y las futuras. Así, todos los hombres son la continuación de la especie humana, destinados a estar en el mundo por un periodo determinado y dar paso a sus sucesores, en un vaivén infinito que Whitman considera el ritmo medido y perfecto del universo.
En muchos poemas, entre los que destacan los reunidos en el poemario Restos del naufragio Whitman personifica a la muerte como una vieja nodriza que mece y alimenta al niño, pero que también conduce al hombre a su último destino.
Los Estados Unidos
Con sus poemas, Whitman pretende abarcar el espíritu de los Estados Unidos y construir un canto épico para la nación que se está desarrollando. En ese sentido, el poeta construye toda una cosmovisión poética nueva en la que Estados Unidos se presenta como el paraíso democrático del nuevo hombre.
Whitman dedica muchos de sus poemas a diferentes estados y ciudades de su país, a celebrar sus nacientes ciudades, sus recursos naturales y sus ciudadanos; así, construye toda una narrativa cultural y un conjunto de valores para elogiar y engrandecer a los Estados Unidos.
En muchos poemas, entre los que puede destacarse "Venido de Paumanok", el poeta expresa el amor por su país y lo acompaña de la idea de una nueva democracia en la que se desarrollará un superhombre: un hombre en comunión con todo el entorno por medio del amor que le profesa a toda la creación. En estos pasajes, Estados Unidos es contemplado como el Nuevo Mundo, una tierra prometida para la emancipación del ser humano. Para celebrar su tierra, Whitman recurre a un dispositivo propio de los poemas épicos, el catálogo: se trata de largas enumeraciones que el poeta dedica a la descripción de los estados, las ciudades y los ciudadanos norteamericanos. En el siguiente fragmento, el poeta declara su amor por las tierras que recorre y las enumera:
"Recorriendo la Nueva Inglaterra, amigo, viajero, / enlodando mis pies desnudos al borde de los rizos estivales, en las riberas del Paumanok, / atravesando las praderas, viviendo nuevamente en Chicago, habitante de todas las ciudades, / observando los espectáculos, nacimientos, progresos, construcciones, artes, / escuchando a los oradores y las oradoras en las salas públicas, / siendo de los Estados, recorriéndolos toda la vida para tener por vecino mío a cada hombre, a cada mujer, / el de la Luisiana y el de Georgia, tan próximos, y yo tan cerca de él o de ella, / el de Mississippi y el de Arkansas todavía conmigo, y yo con quienquiera de ellos. / Todavía en las llanuras al oeste del río espinal, todavía en la casa de adobes, / regresando aún del este, todavía en el Estado marítimo o en Maryland..." (p. 35).