Resumen
“Canto del Camino Abierto”
Esta poema constituido de 15 secciones está dedicado a la celebración de los viajes de Whitman. En su inicio, el poeta declara que es libre de elegir a dónde va y aunque lleva sus propias cargas, no necesita pedir buena suerte, porque él mismo dice encarnar la buena suerte. Los versos que siguen giran en torno a la libertad y el poeta se presenta dueño de sí mismo y de su destino. A continuación, enumera a modo de catálogos escenas de la vida cotidiana de diferentes personas y profesiones, y a ello le suma una enumeración de imágenes de pueblos y casas.
El poeta dialoga con su camino y lo equipara al poema que está escribiendo; así, el camino se figura como su vida, y la vida como un poema en constante escritura.
En las secciones siguientes, Whitman se considera un ser enormemente bondadoso y anuncia que se dispone a sembrar su semilla entre las personas. También pronuncia palabras de aliento a sus compañeros de viaje, pues entiende que el camino muchas veces puede ser difícil. En las últimas secciones, la interpelación se mantiene: el poeta pide a su compañero -lector y viajero- que no se deje convencer por los argumentos que pueda escuchar sobre cómo vivir y que se convenza tan solo de la presencia de Whitman, que lo acompaña y le asegura que el camino puede ser duro, pero que la recompensa está en el propio viaje.
“Cruzando en el ferry de Brooklyn”
En este poema Whitman adopta la postura del observador. A su alrededor, ve “multitudes de hombres y mujeres que lo observan con curiosidad; se encuentran en los numerosos transbordadores que cruzan entre Brooklyn y Manhattan. Whitman los ve a todos, y también se observa a sí mismo, separado de la multitud pero, al mismo tiempo, siendo parte del mismo plan universal. También comprende que otros lo seguirán, otros observarán a las personas durante los años siguientes, en la misma escena repetida una y otra vez.
Whitman entonces les dice a las generaciones venideras que él estará con ellos y expresa que así como cada uno pertenece a una multitud viva, él también también fue parte de una multitud, y las generaciones futuras pueden confiar en que sus experiencias serán las mismas que las del poeta. Whitman se pregunta qué hay entre él y esas generaciones, pero descarta rápidamente la pregunta, puesto que de nada sirve, aunque es consciente de que los que vendrán se preguntarán lo mismo que él. A continuación, el poeta interpela al río y le pide que fluya con la marea, al mismo tiempo que le indica al lector que él mismo podría estar contemplando el río, ocupando su lugar.
Restos del naufragio
Whitman comienza esta sección con el poema “De la cuna que se mece eternamente", una canción sobre la infancia del poeta y cómo logra encontrar su voz para cantar. El poema está lleno de imágenes sobre la naturaleza en Paumanok y de la conexión que el niño experimenta con ella ya desde una tierna edad, mientras observa a una pareja de aves que hacen su nido y viven contra la costa. Para su yo niño, el mundo está lleno de maravillas y despierta un profundo anhelo en su corazón. Al final del poema, Whitman admite que aun de adulto existe un niño dentro de él.
En “Al refluir yo con el océano de la vida”, Whitman habla de tiempos difíciles que le tocó atravesar; el poeta camina a lo largo de las costas de Paumanok, escucha las voces de hombres y mujeres que han naufragado y reflexiona sobre todos los viejos espíritus de la playa y el mar. Desde allí, comienza a pensar en su propio trabajo como escritor y declara que su verdadero Yo no puede ser revelado en sus poemas y que tampoco ha comprendido nada de la realidad, “ni un solo objeto; y que ningún hombre podrá hacerlo jamás” (p. 186). Al final del poema, Whitman interpela a la marea, a la que llama “bravía y anciana madre” (p. 187) y le pide que llore por sus hijos y que no lo niegue a él cuando se le acerca.
En “A bordo ante el timón”, el yo poético se focaliza en un joven que dirige el barco a través de la niebla. Una campana de advertencia suena y el poeta la elogia por avisar del peligro que se avecina. El piloto sortea dicho peligro y se aleja, alegre y seguro. Al final del poema, Whitman habla del navío inmortal, en una referencia al alma y al cuerpo que están en constante viaje.
Conmemoraciones
"Cuando las últimas lilas estaban en flor” es un largo poema que forma parte de este poemario y que conmemora la muerte del presidente Abraham Lincoln. Whitman relata el momento en que las lilas florecieron por última vez y la "estrella que declina al Oeste" brilló en el cielo. Este es el momento en que se lamentó y recordó a aquel que ama. La estrella que observa el poeta es una “¡poderosa estrella del Occidente caída!” (p. 205) a la que interpela antes de quedara oscura. Luego, el poeta se encuentra en un huerto y toma un gajo de una lila, flor que ama por su fragancia.
Whitman cuenta el viaje que hace el ataúd de Lincoln por la tierra, pasando “Sobre el pecho de la primavera, la tierra, en medio de ciudades, / a través de los senderos y las viejas selvas…” (p. 206). Todo el mundo está de luto, y mil voces se elevan en un canto fúnebre que conmemora al hombre caído. Cuando el ataúd pasa frente a él, el poeta le coloca el gajo de lila encima, pero indica que no es solo para el presidente muerto, sino para todos los féretros, para cubrir a la muerte bajo las flores.
Whitman grita que no tiene palabras ni canciones para conmemorar a este hombre que ha amado, ni sabe cómo ornamentar su cámara mortuoria; imagina cuadros que representan escenas naturales de todo Estados Unidos, y otros con las escenas del bullicio de la vida social de aquella nación naciente. Piensa luego en el sol que brilla sobre todas las ciudades, oye el canto de un pájaro y siente lo siente como un llamado a ser libre.
Whitman recuerda a continuación un día que, mientras miraba a los barcos pasar, contemplo la gran nube de la muerte y huyó hacia los pantanos, donde un pájaro le cantó y lo tranquilizó al alabar el universo insondable y todo lo que este contiene, incluso la muerte. Así, Whitman termina presentando a la muerte como una madre oscura que se desliza con pies suaves siempre cerca de los hombres y el cántico del pájaro es una canción para darle la bienvenida.
En una visión, Whitman ve ejércitos, centenares de banderas de guerra a través del humo de innumerables batallas y los cadáveres de jóvenes soldados que ya se encuentran en reposo, sin sufrir, mientras que sus esposas y sus hijos lloran por sus muertes. Tras esta visión, Whitman interrumpe su canto y deja el gajo de lila para que florezca en la primavera.
En la última parte, Whitman pide a sus camaradas que guarden para siempre el recuerdo del presidente que él había amado.
En “¡Oh, capitán, ¡Mi capitán!" Whitman compara al presidente Lincoln con el capitán de un barco que atraviesa muchas dificultades. El poeta llora por que el capitán pueda llegar al puerto, pero este cae muerto sobre la cubierta. El poeta le grita para que se levante, pues no puede aceptar su muerte. El capitán, sin embargo, no responde a los gritos y su cuerpo ya no tiene pulso. Al final del poema, el barco aparece anclado, sano y salvo tras haber concluido el viaje, y el poeta pide que las campanas suenen para conmemorar al capitán muerto.
Análisis
Si en las secciones anteriores se ha analizado la constitución de la individualidad y la relación entre individuos como la base para la constitución de la naciente democracia norteamericana, en “Canto del camino abierto” la posición del individuo es observada desde una perspectiva global, que no contempla ya la relación con una nación, sino que expande sus límites hacia todo el mundo y hacia los hombres de todas las naciones. Así como en los poemas presentados en Cálamo Whitman dirige sus cantos a Norteamérica, ahora intenta mostrar que en realidad todas las personas de la tierra pueden ser interpeladas por sus versos y que sus enseñanzas pueden comprenderse más allá de los estados democráticos del Nuevo Mundo.
Así como los Estados Unidos se han constituido sobre el concepto de libertad, Whitman desea que sus lectores entiendan que dicho concepto se fundamenta en la importancia del individuo, por lo que no puede estar atado rígidamente a instituciones, reglas o restricciones de cualquier tipo. Ser libre implica rebelarse contra las limitaciones de las estructuras sociales heredadas y sus reglas, y Whitman se ofrece a sí mismo como el mejor ejemplo de esa rebelión. Conforme avanza el poema, las figuraciones poéticas en torno a la imagen de esparcir semillas funcionan como metáforas de la idea de impartir sus enseñanzas y que estas crezcan en todo el mundo.
Mientras que “Canto del camino abierto” puede interpretarse como una oda a la individualidad, “Cruzando en el ferry de Brooklyn” es, por excelencia, la expresión whitmaniana de lo colectivo. Este poema presenta a dos personajes, el yo poético de Whitman y su interlocutor, un “tú” que designa al lector. El poema comienza de forma descriptiva, pero al final de la primera sección desarrolla una estructura dialogal entre el poeta y el lector, generando así un escenario más privado y una sensación más íntima que la de poemas anteriores, dirigidos a todos los hombres.
Al observar las multitudes que cruzan el río de Brooklyn, Whitman recuerda el hecho de que todas las cosas que experimenta ya han sido experimentadas por todos los hombres, y que también lo serán por las generaciones futuras. Las imágenes que el poeta concatena, el río, el sol, las multitudes de individuos, todo es comprendido como parte de un esquema mayor y colectivo. Así como el poeta puede percibirlas y también su interlocutor, se trata de experiencias universales, presentes en todos los hombres. De esta manera, Whitman comprende que participa de una unidad espiritual con todas las generaciones, las pasadas, las presentes y las futuras, y gana entonces la certeza de formar parte de un todo universal, del que él no es más que una expresión particular.
Estas nociones que el poeta esboza fueron muy importantes para los poetas llamados trascendentalistas del siglo XIX, entre los que se destaca como una de las figuras principales a Ralph Waldo Emerson y su famoso ensayo, “Naturaleza”; en él, Emerson trató de encontrar un espíritu divino y unificador en el mundo natural, algo que Whitman encuentra, más bien, en la relación de la naturaleza con el individuo y su comunidad.
Restos del naufragio es un poemario que narra lo que podría interpretarse como una evolución mística que Whitman observa en el mundo que lo circunda y de la que él participa. Su poema principal, “De la cuna que se mece eternamente” desarrolla los recuerdos que tiene el poeta de su infancia y de aquellos momentos que despertaron en él una sensibilidad particular y lo convirtieron en poeta.
La infancia de Whitman está ligada a Paumanok (Long Island) y a su cultura marinera, tal como puede observarse en la abundancia de imágenes del mar y de sus navíos; la cuna que se mece eternamente y que da nombre al poema no es otra cosa que el océano y el ritmo constante de sus mareas y no hace referencia tan solo al nacimiento y el despertar del poeta, sino de toda la vida, que halla sus orígenes en el mar.
Este poema también ha sido alabado como la obra maestra del verso libre de Walt Whitman, ya que en él, la estructura y el tema se presentan como un conjunto indisociable. Los primeros versos recrean la narrativa propia de los poemas cosmogónicos: “La cuna que se que se mece eternamente” (p. 177) recuerda la presencia de Dios que, en el Génesis, se mueve sobre las aguas y le da ritmo a la creación, mientras que la voz del poeta absoluto que nace en el poema puede equipararse a Adán, el primer hombre, siendo formado en la tierra y la orilla del mar conforma el propio Edén para Whitman. Así, el verso libre le permite a Whitman emular la cadencia de los textos cosmogónicos, de tradición oral, y utilizarla para cimentar su tema narrativo, que es el nacimiento de su yo poético.
La historia de la pareja de aves a la que dedica gran parte del poema puede ser leída como una alegoría del despertar del poeta, contada en dos partes. En la primera sección, los dos pájaros cantan sobre su amor mutuo y, análogamente, el poeta desarrolla la naturaleza celebratoria de sus propios cantos. Baste al lector recordar las Dedicatorias de apertura y las canciones de celebración que contienen y que conforman la base del proyecto poético de Whitman. En la segunda parte, sin embargo, el pájaro macho pierde a su compañera y su canción se llena de dolor y de añoranza; así, la canción enseña al niño que el amor no está compuesto solo de felicidad, sino que conlleva, inherentemente, al sufrimiento y el dolor, y es allí donde reside su verdadera plenitud. Estas dos secciones dan paso al final del poema, que funciona como una reflexión sobre el ciclo de la vida y la muerte que está también representado en el mar. Así, el mar es representado como una “vieja nodriza” (p. 184) que mece y alimenta, pero que también conduce al hombre a su último destino: la muerte. En conjunto, la revelación mística, en forma de visión, de la vida, el amor y la muerte es lo que convierte a Whitman en poeta.
Conmemoraciones, la última sección de Hojas de hierba, está dedicada a la figura del presidente Lincoln y su trágico asesinato. En “Cuando las últimas lilas estaban en flor”, una elegía fúnebre dedicada a Lincoln, Whitman utiliza la imagen de la estrella del Oeste que declina para simbolizar al presidente y su muerte, que oscurece a la nación. Las lilas que dan nombre al poema son una metáfora del dolor que los ciudadanos sienten ante la pérdida. Si bien Whitman hace uso del verso libre en el poema, su estructura también imita el ritual fúnebre en el que el dolor crece en intensidad hasta estallar en pura agonía. A su vez, al igual que las elegías en cuyo final el poeta se reconcilia y acepta la idea de la muerte, en este poema Whitman termina plantando un gajo de lila con la esperanza de que pueda renacer y volver a florecer, en un claro símbolo de aceptación de la muerte del presidente y de celebración por todo lo que ha hecho para fijar el rumbo de la nación.
También en este poema un pájaro vuelve a cumplir un rol importante: el zorzal que se oculta “en la ciénaga apartada y solitaria” canta una “canción de la vida derramada por la muerte” (p. 206) que el poeta escucha y persigue hasta hallarlo y cantar junto a él. Este pájaro, al igual que las aves de “De la cuna que se mece eternamente”, despierta en el espíritu del poeta la necesidad de cantar y de expresar al mundo su dolor.
El último poema de Hojas de hierba, “¡Oh, capitán, ¡Mi capitán!" es uno de los textos más famosos de Whitman, aunque no es representativo de su estilo. El poema presenta una metáfora sencilla: el poeta compara a Lincoln con el capitán muerto en un barco que acaba de atravesar un trayecto cargado de peligros. Aunque toda la nación celebra la llegada a destino del barco, la muerte del capitán empaña los festejos. Si bien esto no puede verse en la versión en español, el poema original en inglés presenta un esquema de verso y rima mucho más estructurado que cualquier otro de Hojas de hierba y su métrica se aproxima más a la de la poesía épica que al verso libre que caracteriza a “Canto a mí mismo” y el resto de poemas de Whitman. Así, la visión épica se retoma en esta última instancia para presentar la muerte del presidente que ha dado forma y llevado a buen puerto la flamante nación para la que Whitman canta.