Resumen
A la mañana siguiente, Manolín llega a la cabaña de Santiago como lo ha hecho todos estos días y lo encuentra durmiendo. Llora al ver las manos destrozadas del viejo, pero también por el alivio de verlo a salvo. Va rápidamente a buscar café.
Los pescadores rodean el esquife del viejo en la costa. Se han metido a ver el esqueleto del marlín, que sigue atado a la embarcación. No pueden creer su tamaño. Mide cinco metros.
Manolín espera impaciente a que el viejo despierte. Cuida que el café no se enfríe. Cuando Santiago despierta hablan cariñosamente. El viejo le cuenta sobre su aventura con los tiburones. Manolín le dice que, sin importar lo que digan sus padres, volverá a pescar con él en su esquife. Le cuenta que hubo una intensa búsqueda para dar con él, de los vecinos y la guardia costera; todos estaban muy preocupados.
El viejo vuelve a dormirse y Manolín va a buscar comida y contarle a Perico que el viejo ha dicho que la cabeza del marlín le pertenece, que puede quedársela. Vuelve a la cabaña y sigue cuidando al viejo, que duerme boca abajo mientras sueña con leones en las costas de África.
Análisis
Desde el momento en que Manolín encuentra al viejo en su cabaña no para de llorar. Muchos críticos han asociado este llanto a la conmoción que le provoca a Manolín ver las manos destrozadas del viejo y su derrota. Cabe detenerse en la figura de Manolín y una controversia que la rondó siempre: tanto las adaptaciones cinematográficas como los cómics, e inclusive la crítica alrededor de El viejo y el mar, ha hecho de Manolín un niño, a veces quizá un pre-adolescente. Sin embargo, Bickford Sylvester, uno de los estudiosos más perspicaces de la obra de Hemingway, advirtió que el muchacho no era un infante, y que había un modo de determinar la edad de Manolín. Al principio del texto, mientras conversa con Santiago, el muchacho compara su destino con el de Dick Sisler, un beisbolista cuyo padre debutó en las Grandes Ligas a la edad de Manolín: “El padre del gran Sisler no era pobre y jugaba en las Grandes Ligas cuando tenía mi edad” (p.45), dice. Bickford Sylvester recupera el dato implicado: Sisler debutó en las Grandes Ligas de béisbol a la edad de 22 años. Esa sería, como mínimo, la edad que tiene Manolín.
Este hecho por un lado explica por qué el joven puede hacer trabajo físico pesado, como llevar los aparejos, pescar grandes peces como los marlines y cargar las sogas. Inclusive el hecho de que Santiago constantemente diga que extraña la ayuda de Manolín a bordo del esquife da la pauta de que no se trata de un niño. Por otra parte, este dato modifica esta última escena de llanto y sus implicancias. Si hasta ahora Manolín era todavía algo infantil, un joven manipulable por sus padres, obligado a asumir la pesca como una tarea mecánica y a concebir el mar como una fábrica de peces, su llanto es una transición al mundo adulto. No llora conmovido por las manos destrozadas del viejo, sino que llora porque a través del valor de Santiago, materializado en las heridas de sus manos, comprende, como un adulto, su propia cobardía. Manolín reacciona en consecuencia de esta revelación y mantiene con el viejo el siguiente diálogo:
- A partir de ahora volveremos a pescar juntos.
- No. No tengo suerte. Ya no tengo suerte.
- ¡Al demonio con la suerte! -respondió el chico-. Yo le traeré suerte.
- ¿Qué dirá tu familia?
- Me trae sin cuidado. Ayer pesqué dos. Pero ahora pescaremos juntos, todavía tengo mucho que aprender” (p.157).
A partir de esta situación, Manolín no solo volverá a pescar con el viejo, sino que no lo hará por indicación de sus padres sino por decisión propia. A partir de ahora, es dueño de su propio destino, y retomará el aprendizaje de todo lo que Santiago, su maestro, tiene para enseñarle.
Dada la avanzada edad de Santiago, es probable que en su vida no tenga otra oportunidad de pescar un marlín tan grande como el que pescó. Sin embargo, el tono de El viejo y el mar es optimista en su final: Manolín recibirá el legado de Santiago; su oficio, por supuesto, pero también su mirada sobre el mundo circundante. Las lecciones extraídas de la experiencia del viejo, sus nobles cualidades, se transmitirán al joven Manolín. Esto significa que la vida del pescador continuará, de algún modo, más allá de su muerte. Esta idea armónica se termina de realizar en el sueño de Santiago que cierra el texto. Los leones juegan nuevamente en la playa bajo el sol.
El sueño recurrente de los leones en las playas africanas es una imagen que condensa mucho de lo que se dice en el texto sobre la naturaleza. Los leones son uno de los más célebres depredadores del reino animal; el sentido común los asocia generalmente a la agresividad y el ataque. Sin embargo, en el sueño del viejo juegan como gatitos junto al mar. La naturaleza, como el mar, tiene una lógica y un lenguaje que le son propios, y que Santiago conoce y aprecia por lo que son. Hemingway transmite en El viejo y el mar un profundo entendimiento acerca de cómo estar en el mundo con los ojos abiertos, sin abstracciones ni misticismo. También presenta un modo de estar solo, sin angustia, como el viejo y, a la vez, da cuenta de cómo la compañía, en este caso de Manolín, es mejor que la soledad.