Resumen
Santiago, viejo pescador, lleva ochenta y cuatro días sin pescar. Es un anciano delgado, de piel reseca, nuca arrugada y manos curtidas por manejar los sedales en la pesca. Pero sus ojos son del color del mar, “alegres e indómitos” (p.32). Pesca solo en su esquife, una embarcación pequeña, sin cubierta. Es un hombre humilde pero de oficio.
Los primeros cuarenta días de pesca lo acompañó un joven llamado Manolín, pero los padres del muchacho dijeron en ese momento que el viejo estaba salao, es decir, que tenía muy mala suerte, y mandaron al joven a pescar en otro barco. Manolín mantiene, no obstante, un estrecho lazo con el viejo. Se reencuentran cada noche, conversan sobre béisbol o sobre los recuerdos del viejo en las costas de África.
Esa tarde, luego de que nuevamente el viejo vuelve sin un pez entre las manos, él y Manolín se encuentran en la Terraza y conversan. El joven se ofrece a proporcionarle pescado fresco como cebo, y Santiago acepta con humildad el gesto. Otros pescadores presentes en la taberna se burlan del viejo, pero él no se enfada.
Manolín y Santiago realizan el ritual de cada día. Van hasta la cabaña del viejo con los aparejos y, como siempre, el joven le pregunta qué va a comer: “Una olla de arroz con pescado” (p.39) dice el viejo, pero el muchacho sabe que en realidad el viejo no tiene nada para comer. En la choza de su maestro no hay mucho. Inclusive ha quitado la foto que antes tenía de su mujer, porque lo hacía sentir muy solo.
Perico, el dueño de la bodega, le da cada día a Santiago el diario del día anterior. Con él, el viejo se entera de los resultados del béisbol. Manolín va a buscar el cebo para el viejo, y a su vuelta trae consigo comida que Martín, el dueño del café, le envía. Santiago se conmueve por el gesto. Luego, conversa con Manolín sobre béisbol y Joe DiMaggio; le cuenta que el padre de Joe DiMaggio fue también pescador. Después de debatir sobre quiénes son los mejores entrenadores, Manolín le dice al viejo que es el mejor pescador. Se despiden, y Santiago sueña, como todas las noches, con las playas africanas de su juventud, los botes de los nativos en la espuma de la orilla y los leones jugando en la costa como gatitos. Siente que quiere a los leones tanto como al chico.
Análisis
En esta primera parte de la novela, que corresponde al primero de los cinco días que transcurren a lo largo del relato, se presentan los pocos personajes que aloja. El principal, por supuesto, es el viejo, Santiago, un pescador de métodos arcaicos, ya mayor, que sale al mar cada día en un esquife, una embarcación a remo, sin techo. La acción se sitúa en Cuba, a orillas de una pequeña localidad cercana a La Habana, en el mes de septiembre.
A raíz del lenguaje especializado que utiliza Hemingway en este texto, y que ya había utilizado en crónicas y también en su célebre cuento “El río del corazón doble”, muchos han indagado sobre la relación del autor con la pesca. En París era una fiesta, el autor norteamericano se pregunta, ante lo que luego será el mencionado cuento: “¿Cuál era el tema que yo conocía mejor, y que no había tratado todavía en alguno de los manuscritos perdidos? ¿Qué conocía yo mejor, y qué tenía para mí más importancia? Sobre este punto, no cabía la duda”. En sus biografías se dice que Hemingway recibe su primera caña de pescar a la edad de 5 años de parte de su familia, y en ese momento ya es instruido sobre los principios fundamentales de la pesca. En 1934, ya adulto e instalado en la playa, encarga la construcción de su propia embarcación, el Pilar, barco que comandaría Gregorio Fuentes, un capitán que fraterniza con el escritor y en quien este se inspirará para el personaje de Santiago.
Las primeras páginas de El viejo y el mar establecen las bases del carácter del viejo. Santiago ama al joven Manolín y tiene un fuerte lazo con él, pero vive su vida como un forastero. Manolín es su único vínculo fluido con el resto de la comunidad de pescadores; el viejo es un alienado, un excluido. Podemos advertir esto en las burlas que recibe al entrar en la taberna debido a su mala suerte en la pesca. A su vez, también recibe, a través de la mediación de Manolín, la solidaridad de algunos parroquianos: Perico y Martín le garantizan a Santiago comidas, cervezas y los diarios del día anterior para saber los resultados de la liga de béisbol. No es casual el carácter del viejo: muchos héroes de Hemingway tienen esta característica posición alienada en su entorno y, muchas veces, sus logros dependen de esta soledad.
La soledad, como veremos más adelante, es uno de los grandes temas de este texto. Por ahora, podemos pensar en el retiro de la sociedad, el apartamiento, como condición de posibilidad del relato heroico de un pescador enfrentándose cara a cara con el mar. Solo en esta soledad el héroe podrá enfrentarse a las condiciones que propone la naturaleza. Una vez que el hombre de Hemingway se aleja de los confines de la sociedad moderna, con su falsedad e insensibilidad, puede enfrentarse a las verdades universales más amplias que lo gobiernan. Santiago se eleva por encima de la altura promedio de un protagonista, es decir, alcanza proporciones casi míticas. Su sabiduría trasciende la percepción mundana de las cosas: el viejo es burlado por los otros pescadores, ordinarios, mientras sus ojos, a pesar de llevar 84 días sin pescar un solo pez, no son viejos, porque según el narrador conservan su alegría y su carácter tenaz.
La devoción de Manolín hacia su amigo Santiago establece a su maestro como una figura de importante estatura moral; las cualidades superiores de Santiago lo distancian del resto de los pescadores. Al soportar los males del mundo, como el hambre, el desprecio de sus colegas o la pobreza, Santiago los trasciende y se ofrece como un modelo de vida bueno y sencillo.
Nos encontramos en El viejo y el mar con una formulación muy particular del motivo del héroe. El héroe en Hemingway no es un héroe introspectivo. A pesar de la soledad del pescador en los días que siguen, no encontraremos ni en esta primera parte ni en el resto del texto una exhibición de su conciencia a través del pensamiento -mucho menos del pensamiento abstracto-. En este caso, se trata de todo lo contrario: el héroe, Santiago, se identifica con las acciones que realiza. La conciencia se muestra a través del trato del protagonista con su entorno, sus objetos, su oficio. En inglés, los críticos llaman a esta corriente de la literatura norteamericana behaviourism. Se trata de una corriente que se desprende del conductismo en psicología. Desde el punto de vista del behaviourism, el hombre, dicho sencillamente, se reduce a lo elemental, es decir, sus reacciones exteriores ante los estímulos y su comportamiento. El resultado es lo que el escritor Italo Calvino llamó, refiriéndose a la obra de Hemingway, en una carta a Carlo Cassola, “literatura de los hechos”.