"Soy un viejo muy raro".
Santiago le dice esto a Manolin con el propósito de explicar por qué sus ojos siguen siendo sanos después de haber sido pescador de tortuga durante tantos años; según Santiago, la pesca tortuga daña los ojos. Pero esta cita también marca la unicidad de Santiago, presagiando sus cualidades particulares que conoceremos más adelante, como la extraordinaria fuerza de voluntad que demostrará mientras lucha contra el marlín.
"Ten fe en los Yankees, hijo. Piensa en el gran DiMaggio".
Santiago le dice esto a Manolín mientras conversan en su cabaña. Hablan de béisbol cada día. La admiración de Santiago por DiMaggio es grande; DiMaggio es símbolo de tenacidad, superación y hombría. Cuando se encuentra ante situaciones complejas días después en el mar, la imagen de DiMaggio viene a dar coraje al viejo. Por ejemplo, cuando se corta la mano con el sedal, piensa, para cobrar fuerzas, en cómo Joe DiMaggio sigue jugando a pesar de un espolón óseo en el talón.
"El mes de los peces grandes (...), cualquiera puede ser pescador en mayo".
Santiago le dice esto a Manolín después de que este le recuerde que se mantenga abrigado, ya que es septiembre. Es más difícil ser pescador cuando hace frío afuera, pero Santiago está preparado para el desafío. Esta cita demuestra la cualidad única que convierte a un hombre en un verdadero pescador: va en busca de los peces grandes pase lo que pase.
"Hay muchos pescadores buenos y algunos magníficos. Pero usted es único".
Manolín muestra sin reparos su gran admiración por Santiago. Le dice esto antes de irse a dormir a su casa. Santiago es único por su modo arcaico de pescar, su vínculo con el resto de los pescadores, su vivacidad a pesar de la avanzada edad y su relación con el mar, de respeto y comunión. El personaje de Manolín y su admiración por el viejo ayudan de este modo a darle forma al singular personaje de Santiago.
“Algunos pescadores más jóvenes, los que utilizaban bolsas para los pedales y tenían botes a motor, comprados cuando los hígados de tiburón se pagaban a buen precio, lo llamaban el mar, en masculino. Y hablaban de él como un rival, o un lugar, o incluso un enemigo. Pero el viejo siempre se refería a él en femenino y como algo que concedía o rehusaba grandes favores y que si hacía cosas malvadas y violentas era porque no podía evitarlo. La luna le afecta igual que a las mujeres”.
El vínculo con la naturaleza de Santiago es singular, sobre todo en comparación con lo que se nos cuenta del resto de los pescadores más jóvenes y modernos. Esto se pone de manifiesto en una variación mínima en el modo de nombrar el mar, pero esta contiene toda una idea sobre la relación con el entorno natural: los jóvenes lo conciben como un rival, mientras que para Santiago “la mar” sencillamente es lo que es, y si hace cosas en su detrimento es solo porque no puede evitarlo. Santiago comprende que el mar se rige por una lógica diferente a la de la comunidad de pescadores y, en lugar de combatir esta lógica, se siente parte de ella.
"Por la noche se aproximaron dos marsopas al bote. Las oyó nadar y resoplar. Notó la diferencia entre los resoplidos del macho y el suspiro de la hembra.
-Son buenas -dijo-. Juegan, bromean y se aman. Son nuestras hermanas como los peces voladores".
Santiago se siente solo y piensa para sí que nadie debería estar solo en la vejez. El viejo perdió hace años a su esposa y ahora su único afecto profundo es Manolín, su joven aprendiz, que no está con él debido a su mala suerte. Las marsopas, que llegan en pareja, escenifican el amor y le dan a Santiago fuerza. Las marsopas son, junto con todos los peces y criaturas del mar, sus hermanos. La soledad del viejo es entonces algo superficial: en lo profundo puede notarse cómo se siente más integrado al entorno en su pequeño esquife que cuando está en la Terraza en la comunidad de pescadores.
“Pez -dijo en voz alta-. Seguiré contigo hasta la muerte".
Santiago expresa en esa frase su compromiso con la acción que está realizando: si para Hemingway un hombre se determina por la suma de sus gestos y no por la abstracción de sus sentimientos o pensamientos, el viejo sabe que se juega en la pesca del marlín su hombría, su tenacidad y su compromiso con el oficio de la pesca. La pesca no es una actividad recreativa o económica, sino la pulsión de vida de Santiago, su modo de ser en el mundo. Es por eso que, pase lo que pase, agotará todos sus recursos para pescar al marlín.
"-Pez -dijo-. Te quiero y te respeto mucho. Pero te mataré antes de acabar el día".
Nuevamente aparece la muerte, esta vez del pez. En esta cita podemos ver que, a pesar de la violencia del acto de matar, este no excluye la posibilidad de respetar y amar al pez.
Todo lo que Santiago es como hombre está implicado en el acto de matar al pez; debe cumplir con su mandato de pescador porque es su compromiso de vida. Pero este compromiso nace del amor por el mar, la naturaleza y todo lo que ofrece al hombre. Es por eso que en la visión de Santiago solo hay roles que cumplir, y esto se hace en un marco de amor y respeto.
"A menos que vengan tiburones (...). Si les da por venir, ¡que Dios se apiade de él y de mí!".
Santiago dice esto en voz alta mientras sigue al marlín. Esta cita presagia la llegada de los tiburones que se comerán toda la carne del marlín antes de que Santiago pueda regresar a la orilla. Además, refuerza la idea de que el marlín y Santiago son uno, de que el viejo se identifica con el pez y que desde su mirada están unidos contra los tiburones.
“Sigue navegando y acepta las cosas tal como vengan”.
La persistencia en la tarea y la aceptación de la voluntad a veces incomprensible de la naturaleza son dos premisas básicas de la conducta del viejo. Santiago acepta, inclusive, la posibilidad de morir allí, en la lucha por pescar al marlín. Pero, a su vez, esa aceptación no tiene nada que ver con la resignación. “Sigue navegando” es una manera de llamarse a sí mismo a hacer lo que hace, pescar, que es su modo de vivir y habitar el mundo.