El amor imposible (Motivo)
El amor imposible es un motivo recurrente en la literatura. Un referente clásico es Romeo y Julieta, obra en la que dos amantes no pueden concretar su deseo de estar juntos por pertenecer a familias enfrentadas.
En el caso de Jacob y Wanda, la imposibilidad de su amor se debe a que Jacob no consiente enamorarse de una gentil, es decir, una persona no judía. Interviene también la condena social que sufren los protagonistas con motivo de su diferencia de creencias. Sara, en la segunda mitad de la novela, debe fingir no ser gentil para ser considerada la esposa legítima de Jacob. En última instancia, al igual que en la obra de Shakespeare, la unión de los amantes se da únicamente con la muerte.
El descenso al infierno (Motivo)
Típicamente, la redención y la espiritualidad están asociadas a lo alto y elevado, mientras que los deseos corporales y el sensualismo en la cultura aparecen ligados a la idea de lo bajo y lo impuro. Estos espacios usualmente aparecen asociados al paraíso y al infierno. Así, cuando en las ficciones los personajes descienden espacialmente, respondiendo a sus instintos, se puede pensar que se trata de un descenso a los infiernos. La obra que canonizó este motivo es La divina comedia de Dante Alighieri, donde el poeta se aventura en las profundidades para encontrar a su amada.
Dado que el establo en el que trabaja Jacob, al comienzo de la novela, se ubica en lo alto de las montañas, queda por debajo el pueblo, donde vive la familia de su amo. Allí está justamente Wanda, la mujer que desea, aunque su religión no se lo permite. Jacob debe bajar en dos ocasiones al pueblo, por la recolección y el traslado del ganado. En cada uno de estos descensos, el protagonista se ve asediado por Wanda, que insiste para consumar su romance. Asimismo, en estas dos oportunidades, a Jacob le toca presenciar fiestas paganas de los habitantes del pueblo. En ellas se cometen aberraciones, ligadas a su idolatría, que horrorizan a Jacob, un judío ortodoxo.
Los flecos de las vestiduras (Símbolo)
Jacob considera que el modo de vida de los habitantes del pueblo de la familia Bzik es abominable. Repudia sus costumbres paganas y sufre sus bromas a diario. Esta representación es la que predomina cada vez que el narrador alude a estos campesinos. No obstante, por breves momentos, la enemistad entre Jacob y ellos se suspende. Uno de ellos es durante la recolección, cuando los pueblerinos le piden a Jacob que cuente un cuento. Más allá de la trama, el narrador repara en un detalle que cautiva al auditorio: “No era fácil traducir aquella historia al polaco, pero Jacob consiguió que los campesinos entendieran. Los flecos los fascinaban. ¿Qué clase de flecos eran? Jacob lo explicó” (p.47). Dadas las costumbres rudimentarias de los campesinos, lo más usual es que se vistan con harapos, y que estos ni siquiera alcancen a cubrir sus cuerpos por completo. Los flecos, aquí, simbolizan el grado de sofisticación que los paganos les atribuyen a los personajes del relato. En ese sentido, los flecos son la medida de la distancia entre ellos, que desconocen las maneras civilizadas de vestirse, y Jacob, que proviene de una sociedad culta y elevada.
La risa de Sara (Símbolo)
Wanda cambia su nombre a Sara para ser aceptada en la comunidad judía de Pilitz. A este cambio se suma el esfuerzo de fingir que es una persona sordomuda, dado que no domina la lengua yiddish y teme que sus habitantes descubran que se trata de una gentil. A las mujeres de Pilitz, sin embargo, les causa sorpresa y hasta indignación que un hombre como Jacob se haya casado con una muchacha muda. Es por esto que se preguntan cuál es la causa de su mutismo: “Las mujeres le pidieron que les enseñara la lengua. Al principio Sara pareció no entender, pero luego se echó a reír, y se le marcaron unos hoyuelos en las mejillas. Sacó una lengua sonrosada, puntiaguda como la de un perro” (p.133).
La risa de Sara aparece aquí como un símbolo de la resistencia que le supone vivir en Pilitz. En su risa socarrona se puede leer la discrepancia que nota entre ella y sus compañeras. El orgullo que profesa en este acto da cuenta de la superioridad que siente frente a la hipocresía. A su vez, esta rebeldía se vuelve evidente también en la persistencia de la brujería. Recordemos que, a espaldas de Jacob, Sara sigue practicando actos ilícitos. En síntesis, la risa simboliza los aspectos de Wanda que Sara no consigue acallar en Pilitz.
El cordel (Símbolo)
En los últimos capítulos de la segunda parte, Sara se encuentra en trabajo de parto de su único hijo. Como el nacimiento se demora, las mujeres del pueblo implementan métodos para facilitarlo. El más poderoso de ellos consiste en atar un cordel entre la mano de Sara y la puerta de la casa de estudios de Pilitz. Cuando Sara tira, el cordel se corta, y las mujeres interpretan este suceso como un presagio de que Sara morirá. Ella, por su parte, no tolera las habladurías de las mujeres, que consideran oportuna su muerte para que una de ellas se case con Jacob.
La rotura del cordel, entonces, simboliza el momento del estallido de Sara, que comienza a hablar para señalar a estas mujeres como hipócritas. En este gesto se condensa el quiebre de su carácter, que siempre mantiene, en secreto, una rebeldía frente al modo de ser y actuar de sus pares.