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¿De qué es esclavo Jacob a lo largo de la novela?
Hay, al menos, tres sentidos en los que se puede decir que Jacob es esclavo. En primer lugar, lo es en sentido literal: al comienzo de la novela, Jacob es esclavo de Jan Bzik. Realiza el trabajo de mantenimiento de la siembra y el ganado para él.
En segundo lugar, una vez liberado, Jacob se descubre esclavo de Wanda. Esta nueva dimensión se cimienta en el fuerte deseo que siente por ella, al punto de no poder dejar de extrañarla. Hacia el final de novela, Wanda se refiere a Jacob como “esclavo mío” (p.213) en un sueño.
Por último, a nivel general, podría postularse que Jacob también es esclavo de su religión. La diferencia de clero es el primer determinante del amor imposible, dado que él no consiente tener una relación con una mujer gentil, es decir, no judía. Si bien luego se mudan a Pilitz y comienzan una nueva vida juntos, a Jacob le pesa el origen de Wanda hasta el día de su muerte.
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¿Por qué podríamos afirmar que la novela cierra con una ironía?
La tercera parte de El esclavo, "El regreso", funciona como epílogo. En ella se narra el viaje de Jacob a Pilitz, veinte años después de su partida, para buscar los restos de Sara. La última vez que estuvo allí pudo encontrar su tumba a cierta distancia del cementerio. En esta oportunidad, dado que la cantidad de entierros aumentó, es imposible encontrar el sepulcro de Sara.
Jacob muere al día siguiente de llegar a Pilitz, a pesar de estar en perfectas condiciones en su arribo. La ironía se produce cuando, a la hora de enterrarlo, los sepultureros encuentran por casualidad el cuerpo de Sara. Es decir, resulta irónico que el objetivo que Jacob se propone cumplir se dé solo gracias a su muerte, y que los amantes se reúnan en este estadío.
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¿En qué sentido difiere la visión que tiene Jacob del judaísmo de la que tiene Wanda/Sara?
Wanda comienza a tomar lecciones con Jacob antes de que lo rescaten. Ella valora mucho esta instrucción, pero su deseo de conversión surge para concretar la relación entre ambos. A los ojos de Jacob, este motivo no es suficiente para que ella se haga judía, sino que es necesario que lo haga por amor a Dios.
Cuando Jacob vuelve a buscarla y se mudan a Pilitz, continúan con sus lecciones por las noches. Sara le hace preguntas idénticas a las que él mismo se formula sobre la fe y el poder de Dios. Sin embargo, Sara no abandona sus antiguas creencias: sigue practicando en secreto la brujería. Sobre este punto, queda claro que su voluntad de conversión no es sincera, y esto se verifica cuando, en su lecho de muerte, le dice a Jacob: "no sé si tu Dios me dejará entrar en el cielo" (p.192).
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¿Qué razones tiene Jacob para concluir que Sara tenía el don de la profecía, luego de que ella muere?
Solo después de la muerte de Sara, Jacob reconoce que su mujer era una profeta. Desde los comienzos de su relación, no obstante, Wanda le hace saber que tuvo una visión presagiando su llegada al pueblo, aunque él la descree. Más tarde, cuando Reb Zakolkower lo rescata en ausencia de ella, Wanda dice haber podido prever que Jacob se había ido antes de confirmarlo. Asimismo, ella también se le aparece en sueños indicándole lo que debe hacer, y sabe que morirá en el parto antes de dar a luz. Así, el vínculo de Wanda/Sara y Jacob termina con la redención espiritual de ella: "Su amor había empezado con el deseo, y nueve años después se encontraba velando el cuerpo de una santa" (p.204).
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¿Quiénes son los principales exponentes de la hipocresía en el pueblo de la familia Bzik y en Pilitz? ¿Por qué?
El narrador, asumiendo el punto de vista de Jacob, a menudo denuncia el modo de vida de los habitantes de los pueblos donde vive. En cuanto al pueblo de la familia Bzik, Jacob detecta inconsistencias entre las prácticas paganas que tienen sus habitantes y la fe cristiana que profesan. Esta discordancia se manifiesta particularmente en el personaje de Dziobak, el cura católico del pueblo, que es una persona irresponsable y borracha, por lo que no constituye el ejemplo de un hombre de fe.
En Pilitz, esta figura encuentra su contraparte en Gershon. El autoproclamado rabino engaña al prójimo, saca provecho de la administración de la cosecha y enemista a los judíos. Realiza todo esto, igualmente, amparándose en las escrituras y llevando un estilo de vida en apariencia ortodoxo.