Los intentos de Jacob por disminuir su deseo por Wanda solo lo aumentan.
Jacob sufre, durante la primera parte, porque debe aplacar su deseo por Wanda. Uno de los métodos que utiliza para conseguir su objetivo es bañarse en el río frío. Comprueba rápidamente que "cuanto más trataba de ahogar su deseo, más crecía éste" (p.59). Irónicamente, sus intentos consiguen el efecto contrario al que él espera, y su pasión por Wanda crece todavía más.
A Sara la llaman "santa" por un engaño.
Sara-Wanda, un personaje que demuestra tener premoniciones a lo largo de la novela, es reconocida como milagrosa en sociedad únicamente después de hablar cuando se la creía muda. Resulta irónico que, aunque existan pruebas suficientes para considerar que tiene una capacidad mística, las personas que la rodean la reconozcan como tal cuando, en realidad, está engañándolas.
Solo se encuentran los restos de Sara cuando van a enterrar a Jacob.
En la tercera parte de El esclavo se narra el viaje de Jacob a Pilitz, veinte años después de haber partido junto a su hijo. El objetivo de ese viaje es llevarse los restos de Sara a Jerusalén. Jacob muere sorpresivamente durante su segundo día en Pilitz, sin haber podido dar con la tumba de su mujer. Es irónico que los restos de ella solo aparezcan, casualmente, cuando el sepulturero de Pilitz cava la tumba de Jacob. Este no puede completar su misión en vida; lo hace, de algún modo, después de su muerte, al reunirse con Sara.