El contrato social

El contrato social Resumen y Análisis Libro IV, Capítulos 1-4

Resumen

Mientras varios individuos se consideren parte del mismo cuerpo político, el Estado será saludable y necesitará pocas leyes para gozar de paz, unión e igualdad. Cuando haya que implementar nuevas leyes, todos sabrán cuáles son las adecuadas para el bienestar común. El Estado pierde esa unanimidad cuando las voluntades particulares desafían la voluntad general. En ese momento, se pierde el sentido de la obligación social en pos de la persecución de intereses privados. Sin embargo, esta situación no significa que la voluntad general haya sido destruida, sino que ha sido subordinada a voluntades particulares.

Cuando el Estado se encuentra en un período de decadencia, el ciudadano utiliza su voto para beneficiar a individuos y partidos particulares en lugar de a la nación en su conjunto. Por esta razón, Rousseau afirma que el modo en que los ciudadanos se comportan en la asamblea dice algo sobre la salud del cuerpo político. Aunque hay algunas excepciones, los debates largos y reñidos muestran la falta de cohesión social, indicando la decadencia del Estado. Por el contrario, la unanimidad muestra que el pueblo comparte valores comunes y que hay un deseo uniforme por perseguir el bien común.

Solo el contrato social requiere el consentimiento unánime de todos los ciudadanos. Como todo hombre nace libre, nadie puede obligarle a estar bajo la jurisdicción del Estado sin su consentimiento. Quienes se oponen al contrato social pueden elegir no estar incluidos en él, pero, una vez formado el Estado, habitar su territorio implica someterse al contrato social.

A la pregunta de si pueden ser libres los ciudadanos y a la vez verse obligados a obedecer las leyes, incluso si no las aprueban, Rousseau responde que la ley siempre está de acuerdo con la voluntad general, y que, cuado una persona vota, no expresa si está de acuerdo o no con la ley, sino si esta promueve o no el bien común. Por lo tanto, si un ciudadano vota en contra de una ley que se aprueba, simplemente demuestra que se equivocó al evaluar la voluntad general.

El soberano tiene derecho a determinar los porcentajes de mayoría necesarios para ratificar una ley. Para decisiones muy importantes, el porcentaje de personas necesario debe acercarse a la unanimidad. Para situaciones que requieran una acción inmediata, bastaría con obtener una mayoría simple.

Rousseau también se pregunta si la elección de los funcionarios del gobierno debe hacerse por elección o por suerte. Aunque emplea un razonamiento diferente, está de acuerdo con Montesquieu en que, en una democracia, las elecciones deben hacerse por sorteo, porque formar parte del gobierno es una gran responsabilidad, que no puede imponerse a nadie más que por azar. Este razonamiento concuerda con su argumento anterior sobre la universalidad de la ley. Dado que Rousseau considera que ser magistrado es una carga, el Estado solo puede elegir a personas para desempeñar esta función por medio de la suerte. Los funcionarios solo se eligen por voto cuando los cargos requieren talentos especiales. Pero los cargos que exigen sentido común y moral, como el cargo de juez, deben cubrirse por sorteo, porque en un Estado sano todos son capaces de ocupar esas funciones.

Rousseau toma el ejemplo de la organización gubernamental en la Antigüedad romana. Roma atravesó varios tipos de divisiones del cuerpo político –por centurias, por curias y por tribus– que le permitieron al ciudadano de cualquier clase participar en los comicios, por lo que nadie estaba excluido del derecho del sufragio, que se expresaba en alta voz. El sistema dejó de funcionar cuando el pueblo se corrompió y empezaron a comprarse los votos, por lo que fue necesario que se dieran en secreto. Esto explica por qué es necesario establecer modificaciones cuando el Estado empieza a enfermar. En la Roma Antigua aumentaron los abusos, pero lo que permitió que se preserve hasta su declive final fue establecer leyes que se ajustaran a las nuevas circunstancias.

Análisis

Aunque Rousseau insiste en que la voluntad general no se pierde en un Estado en decadencia, es difícil discernir qué es la voluntad general o qué importancia tiene en tal situación. ¿Existe realmente un bien común entre personas que creen que no comparten lazos ni intereses? ¿Es suficiente la aprobación originaria de un contrato social para garantizar la preservación de la voluntad general? Si los ciudadanos particulares pueden disolver el contrato social, es lógico que también puedan anular la voluntad general.

Es importante subrayar que, cuando las personas adhieren al contrato social, aceptan los medios del proceso legislativo, pero no sus fines. Esto quiere decir que, mientras las leyes se establezcan de forma legítima, la minoría está obligada a obedecerlas. Por eso Rousseau plantea que, si un ciudadano particular rechaza una ley que se aprueba por mayoría, lo que esto manifiesta es que se equivocó al evaluar la voluntad general.

Rousseau vuelve así a plantear que, al obedecer las leyes, un ciudadano solo se obedece a sí mismo, preservando su libertad civil. Es prácticamente imposible que todas las leyes obtengan aprobación unánime, pero esto no singifica que ciertas personas obtengan libertad en detrimento de otras. Mientras los ciudadanos estén de acuerdo con el contrato social, tienen la obligación moral de cumplir lo que de este se deriva, y la minoría está obligada a cumplir las leyes para garantizar la igualdad entre todos. Si una minoría declara que no tiene que obedecer las leyes, está reclamando una excepción particular de una obligación colectiva. El concepto principal de la ley es su universalidad, que debe implementarse y afectar a toda la población en su conjunto.

Rousseau sostiene que la elección en una democracia debe hacerse por sorteo. En este sentido, es interesante que considere que ser funcionario de gobierno sea una carga y no un privilegio. Dado que un magistrado tiene una gran responsabilidad, cree que el único método justo y legal de elección sería el azar. Además, en una verdadera democracia, las costumbres y los talentos serían más o menos los mismos en todas las personas, por lo que la elección por sorteo no afectaría a la calidad del liderazgo. Rousseau reconoce que una democracia ideal, en tales términos, no puede existir, pero eso no quiere decir que no sea a lo que cualquier gobierno democrático deba aspirar.