El contrato social

El contrato social Resumen y Análisis Libro I, Capítulos 6-9

Resumen

Las personas forman un colectivo como pueblo cuando los obstáculos a los que se enfrentan en el estado de naturaleza resultan demasiado arduos para superarlos de forma individual. Así, cada persona renuncia a su libertad natural –la libertad de hacer cualquier cosa que desea– a cambio de la fuerza y el poder que posee ese colectivo. Dado que cada uno se entrega a sí mismo y todos sus derechos a la comunidad, las condiciones del contrato social son iguales para todos los implicados. La asociación de muchos individuos con los mismos intereses crea un cuerpo político con vida y voluntad propias. Este cuerpo se denomina "Estado" cuando es pasivo y "soberano" cuando es activo. Si los asociados que forman parte de un pueblo son partícipes de la autoridad soberana, se los denomina “ciudadanos”; si están sometidos a las leyes del Estado, se los denomina “súbditos”.

El soberano, como expresión de la voluntad general, puede ser considerado un particular que no puede hacer nada que perjudique el contrato social, porque eso provocaría su disolución. Además, al estar formado por la asociación de particulares, el soberano no puede tener intereses que entren en contradicción con los de sus miembros. No ocurre lo mismo con las relaciones de los súbditos con el soberano. Cada persona puede tener un interés privado que interfiera o incluso perjudique la voluntad general, pero el contrato social exige tácitamente que un individuo actúe de acuerdo con el interés común.

Rousseau afirma que la transición del estado de naturaleza al estado civil crea un sentido de justicia del que antes carecía el hombre. Mientras que en el estado de naturaleza el hombre solo actúa según sus impulsos físicos, cuando se sitúa en el contexto de la sociedad, siente un deber para con sus semejantes. Debido a este cambio moral, las facultades mentales del hombre se desarrollan y su alma se eleva. Esta evolución sería muy positiva si las exigencias de la sociedad civil no fueran tan elevadas. Cada persona se entrega a sí misma –incluidos todos sus bienes– a la comunidad cuando esta se forma. El soberano no controla el uso de la propiedad privada, pero otorga una mejor protección de la que podría darle cualquier particular, porque la propiedad pública es más fuerte y más fácilmente aceptada que la propiedad privada. La comunidad convierte la usurpación de los recursos naturales en un derecho, porque todos los ciudadanos reconocen la legitimidad de la propiedad privada.

Rousseau termina el Libro I subrayando que el contrato es la base de todo el sistema social. En lugar de destruir la desigualdad natural, el contrato social hace insignificantes las diferencias físicas prevalentes en el estado de naturaleza, de modo tal que todos los hombres puedan ser iguales por convención y por derecho.

Análisis

Rousseau sostiene que, en un momento dado, los obstáculos a los que se enfrenta el hombre en el estado de naturaleza son demasiado grandes para un solo individuo. Por lo tanto, la gente forma una comunidad para combinar los poderes y talentos de muchos individuos. Pero esta asociación plantea el problema de cómo puede cada persona conservar su libertad al mismo tiempo que se entrega al Estado. Rousseau plantea que el problema fundamental que debe resolver el contrato social es “Encontrar una forma de asociación que defienda y proteja con toda la fuerza común, la persona y los bienes de cada asociado, y por la cual cada uno, uniéndose a todos, obedezca tan solo a sí mismo, y quede tan libre como antes” (p.54).

Es así como Rousseau establece dos condiciones para la legitimidad política. La primera es que ningún ciudadano tiene más derecho que otro, por lo que “al entregarse cada uno a todos, no se entrega a nadie” (p.55). La segunda es que, al obedecer la ley, un ciudadano solo se obedece a sí mismo. A lo largo de El contrato social, Rousseau postula diferentes cláusulas para que el contrato social garantice el cumplimiento de estas dos condiciones.

Cuando las personas se unen para formar un pueblo, crean un cuerpo político con vida y voluntad propias. Al ceder todos sus derechos al soberano y, por lo tanto, a todos sus miembros, un ciudadano no se entrega a nadie en particular. Gana el equivalente de la libertad que pierde, y ahora dispone de una mayor cantidad de fuerza para proteger su vida y su propiedad.

Aunque entrar en el contrato social tiene muchos beneficios, Rousseau reconoce que los individuos pueden tener intereses que entren en conflicto con los del soberano como expresión de la voluntad general. Postula que cualquiera que no obedezca esa voluntad debe ser obligado a hacerlo por la comunidad, y, por tanto, “se lo obligará a ser libre” (p.59). Esta afirmación ha inquietado a varios estudiosos de la obra de Rousseau, porque ven en ella un apoyo a la tiranía y un desprecio de los derechos individuales. Aunque la frase parezca paradójica, es importante remarcar que Rousseau distingue dos tipos de libertad. La libertad natural es la capacidad de hacer lo que uno quiera, y solo se encuentra en el estado de naturaleza. Cuando una persona entra en el contrato social, renuncia a su libertad natural a cambio de la libertad civil, por lo que debe obedecer las leyes que ha contribuido a crear. Rousseau prefiere la libertad civil a la natural, y su concepto de que algunas personas deben ser obligadas a ser libres es compatible con el de la libertad civil.

Esta concepción controversial de la libertad obligada también puede entenderse de otra manera. Rousseau cree que la libertad y la igualdad están estrechamente unidas: para que cada persona se obedezca a sí misma, las leyes deben aplicarse a todos. Una persona que infringe la ley crea una relación de desigualdad con los ciudadanos que la respetan. En esta situación, el Estado puede utilizar la fuerza para garantizar la igualdad entre todos sus ciudadanos.