El contrato social

El contrato social Guía de Estudio

En 1762, Rousseau publica El contrato social y otra obra importante, Emilio, o de la educación. Ambas obras critican la religión, por lo que son prohibidas en Francia y en su Ginebra natal. En consecuencia, Rousseau se ve obligado a huir de su patria y a vivir bajo la protección de otros durante el resto de su vida.

Rousseau comparte la crítica anticlerical con los filósofos franceses de la Ilustración. Por un tiempo, forma parte del círculo social de Voltaire y de Diderot, escribiendo artículos para la Enciclopedia. Pero su relación se tensa por diferencias intelectuales, lo que hace que Rousseau se convierta en un paria entre las figuras ilustradas de la época.

La idea de un contrato social existe al menos desde el Renacimiento, pero las teorías anteriores a Rousseau lo definían como un contrato vinculante entre gobernantes y gobernados. Otras versiones consideraban que el contrato provenía del pueblo, que se veía obligado a obedecer a su gobierno. Estas teorías sentaron las bases del despotismo ilustrado, que sustentaba la idea de que el rey gobernaba con soberanía en beneficio del pueblo.

En cambio, en su concepto del contrato social, Rousseau afirma que la soberanía es del pueblo y que el gobierno es solo un representante del pueblo, encargado de ejecutar la voluntad general. Es así como pone en cuestión el poder monárquico, legitimando la idea de un gobierno del pueblo para el pueblo. Aunque estas ideas son hoy corrientes, resultan impactantes para los lectores contemporáneos a la obra de Rousseau.

El contrato social fue una obra influyente en los gobiernos de Europa y contribuyó a promover la reforma política y la revolución. Cuando se publicó, regían las monarquías y se creía que el pueblo carecía de capacidad para gobernarse a sí mismo. Pero con el avance de la Ilustración, la idea de un Estado gobernado por el pueblo empezó a resonar en los estratos más bajos de la escala social. La crítica de Rousseau al lujo y su concepto de soberanía popular también contribuyeron a moldear los ideales que promovieron la Revolución Francesa.

En varios aspectos, El contrato social es una continuación del Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres. En esta obra, Rousseau ataca la propiedad privada por ser la causa de la desigualdad y la explotación en la vida en sociedad. Este es el vicio que encadena al hombre, según refiere Rousseau en el primer capítulo de El contrato social.

En el Estado propuesto por Rousseau, toda persona, independientemente de su género o clase social, es libre y tiene los mismos derechos. La sociedad se divide en dos facciones, una formada por el pueblo, que es soberano, y la otra por el gobierno, elegido por consenso popular. Si el gobierno falla, el pueblo, siendo soberano, tiene el poder de deponerlo e instalar otro.

El contrato social fue visto como un peligro por la mayoría de las monarquías y fue prohibido en la mayoría de las ciudades del mundo. Sin embargo, muchos líderes políticos creyeron que las teorías de Rousseau proporcionaban una base sólida para cualquier Estado. Es por esto que el filósofo fue invitado a redactar las constituciones de Córcega y Polonia, aunque sus recomendaciones nunca llegaron a aplicarse debido a invasiones extranjeras. En América Latina, El contrato social también fue muy influyente en la formación de las nuevas repúblicas emancipadas de España. A medida que las monarquías se desvanecían y el pueblo tomaba el poder en sus propias manos, las ideas de Rousseau se convirtieron en la piedra angular para los gobiernos republicanos. Es así como El contrato social es considerado el texto base de la democracia moderna en todo el mundo.

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