La ciudad
Luego de que finaliza el "monodiálogo" de Carmen, el narrador describe la ciudad tras la muerte de Mario: "Y cuando, de pronto, se abre una —una persiana— con un ruido de matraca, seco, de tablillas que se juntan, parece como que la casa bostezara y se desperezase. Antes de terminar de abrirse la persiana, petardea, abajo, en la calle estrecha, el primer motocarro. Y cuando el estrépito cesa, se perciben rumores de conversaciones y crujidos de pisadas de las gentes madrugadoras, que marchan al trabajo. Un gorrión cruza el poyete de la ventana, a saltitos rápidos, como si botase, gorjeando alborozadamente, como en primavera" (Final). Estas imágenes sensoriales dan cuenta de una ciudad que está viva, y que continúa su camino luego del fallecimiento de Mario. Esta descripción ofrece un panorama de cambio y transformación esperanzador que contrasta con la narración de Carmen, estática durante esas cinco horas encerrada con el cuerpo de su marido. Además, la mención de la primavera no es casualidad: esta estación del año simboliza el renacimiento y la ilusión de un nuevo florecer en la vida del ser humano.
La habitación de Carmen y Mario
En el prólogo, la habitación de Carmen y Mario es descrita visualmente como un espacio decrépito y melancólico: "los lacios grabados de flores, el crucifijo sobre la cama y, a sus pies, la raída alfombra llena de huellas del tiempo, cubriendo un rectángulo de entarimado. (...) Al volverse, sus ojos tropiezan de nuevo con el libro, el tubo de Nasopit, el frasco de Sedanil, el pequeño manojo de llaves, el monedero y el viejo despertador" (Prólogo). Los "lacios grabados de flores" hacen referencia a imágenes débiles y descoloridas, la "raída alfombra" remite a un tejido gastado por el paso del tiempo. Además, los medicamentos de Mario dan cuenta de los padecimientos y dolencias que atormentan al protagonista. Estas imágenes visuales dan a entender que el declive y la decadencia de la pareja también invaden su habitación matrimonial.
El aspecto físico de Mario
En la novela, Mario es descripto físicamente con el objetivo de señalar aquellos rasgos defectuosos o poco atractivos. Así, se percibe la mirada desvalorizadora de Carmen, que carece de palabras agradables para nombrar a su marido. "Sietemesino" (C. III), "un chico muy flaco, como hambriento de cariño, ya ves tú, con los ojos tristes y los tacones roídos" (C. III) son algunas de las frases utilizadas por la narradora para describir a Mario. En esta mirada subjetiva, se ve que la atracción física no fue fundamental para que Carmen se enamorara, sino que vio en Mario a un hombre necesitado de su cariño.
El aspecto físico de Paco
Si Mario es poco atractivo y erotizante para Carmen, Paco es representado de manera opuesta. Desde su aspecto físico, el hombre es dueño de unos ojos "ideales para mi gusto, más bonitos, si cabe, de un azul verdoso, entre de gato y de agua de piscina" (C. XII). Además, es varonil y tiene un "olor entre de colonia y de tabaco rubio" (C. XII) que hipnotiza a cualquier mujer. Estas imágenes sensoriales evocan lo que Paco provoca en Carmen; son una antítesis de aquellas sensaciones generadas por el aspecto físico de Mario en la mujer.