Resumen
Don Valeriano le insiste al cura en que es necesario detener a Paco, pero el cura se niega a revelar el escondite. Mientras hablan de estos temas, se acerca el centurión, el líder de los señoritos, y deja su pistola en la mesa frente al cura. En ese momento, Mosén Millán revela el lugar en el que se esconde Paco, aunque implora al centurión que no le hagan daño y que únicamente lleven detenido a Paco. El centurión accede.
Más tarde, Cástulo Pérez llega con la noticia de que los señoritos han disparado contra las mujeres del carasol y que solo algunas se han salvado, entre ellas Jerónima.
Al día siguiente, el centurión le pide a Mosén Millán que vaya con ellos hasta las Pardinas, el escondite de Paco, para intentar convencerlo de que se entregue. El día anterior Paco había disparado contra los señoritos con una escopeta.
De vuelta en el presente del relato en la sacristía, esperando a celebrar la misa por Paco, el cura ve entrar a Cástulo Pérez. Al igual que los otros, se ofrece a pagar la misa y el cura rechaza la oferta.
El monaguillo entra a la sacristía para decir que en la iglesia ha entrado una mula. Cuando los cuatro hombres salen, ven que, en lugar de una mula, es el potro de Paco el que ha entrado a la iglesia. Los tres hombres arrían al potro hasta la puerta y después se sientan en el primer banco de la iglesia vacía para esperar la misa.
En la sacristía, el cura sigue recordando la historia de Paco. Los señoritos obligaron al cura a ir a hablar con Paco. Mosén Millán intenta convencerlo de que se entregue. Paco primero pregunta por su familia y luego quiere saber si el día anterior mató a alguien cuando disparó contra los señoritos. El cura le contesta que nadie está muerto y le insiste en que se entregue para ser juzgado. El cura le promete que tendrá un juicio.
Paco se entrega y lo llevan a la cárcel. Los señoritos organizan un acto en la plaza y luego obligan a todos a retirarse a sus casas. Sacan a Paco y a dos campesinos de la cárcel y se lo llevan al cementerio. Paco pide confesarse con Mosén Millán. Durante la confesión, Paco le reclama al cura la promesa de que lo llevarían ante un tribunal, pero Mosén Millán contesta que él también fue engañado. Paco insiste en que él y los otros dos hombres a quienes van a matar son inocentes. Mosén Millán le dice que no hay nada que él pueda hacer y le da la bendición.
Disparan contra los tres prisioneros, pero Paco alcanza a correr hacia el auto donde se encuentra el cura. Paco implora que pregunten al cura sobre su inocencia, pero los señoritos lo ignoran, se lo llevan arrastrado y lo ejecutan. El cura les da la extremaunción a los muertos. Le entregan el reloj y el pañuelo de Paco para que se lo devuelva a la familia.
Un año después, Mosén Millán se dispone a iniciar la misa de réquiem por Paco solo ante don Valeriano, don Gumersindo y Cástulo Pérez; nadie más asiste a la misa. En la sacristía están el pañuelo y el reloj que Mosén Millán todavía no se atreve a llevarle a la familia de Paco.
Análisis
Los lectores conocen la historia de Paco a través de los recuerdos del cura y su historia se cuenta como si fuera un relato hagiográfico, es decir, como si fuera la narración de la vida de un santo. En este sentido, Mosén Millán recorre los hitos de la vida de Paco y se centra en aquellos aspectos que lo hacen excepcional desde niño: su extrema sensibilidad, su curiosidad, sus inquietudes. Hacia el final de la novela, la figura de Paco se empieza a asemejar a la de Cristo. Paco es traicionado y a su traidor le ofrecen treinta monedas, sus verdugos son centuriones, muere acompañado de otros dos acusados y es condenado a pesar de su inocencia.
El romance, cuyos versos aparecen intermitentemente a lo largo de la narración, también contribuyen a engrandecer la imagen de Paco, ya no como un santo, sino como un héroe popular. Al tratarse de composiciones populares, espontáneas y que recogen lo que al pueblo le interesa preservar en la memoria, el romance es el medio perfecto para contar la historia de Paco como héroe. Además, el romance parece rebelarse ante el pedido que hace Mosén Millán desde el púlpito: olvidar.
De algún modo, los rumores en el carasol inician la transformación de la vida de Paco en materia heroica. Tanto el romance como las voces del carasol toman el lugar del coro de una tragedia griega en cuanto que representan la conciencia colectiva y dan las claves de interpretación de los hechos que transcurren. El carasol funciona como el ágora porque allí se intercambian ideas que hacen a la vida del pueblo. Por ejemplo, se evalúa la manera de actuar de las personas más importantes para el pueblo: Paco, don Valeriano, los señoritos. Las figuras de don Valeriano y don Gumersindo son objeto de burla y de críticas, mientras que la figura de Paco cada vez cobra más fuerza como líder y protector del pueblo.
Cuando los señoritos fusilan a las mujeres del carasol es cuando verdaderamente se establece la victoria de los forasteros. Sin esa conciencia popular, que interpreta lo que sucede y que, a su manera, pasa juicio sobre todos los hombres importantes del pueblo, se neutraliza toda amenaza al statu quo. Lo que hacen en esa ocasión los falangistas es estratégico porque matar a las mujeres del carasol es acallar las voces del pueblo. El ataque contra el carasol también muestra el grado de deshumanización de la que son capaces los falangistas.
El coche de Cástulo Pérez también juega un papel importante porque alude a la participación de la burguesía acomodadiza que presta sus alianzas al poder de turno. El auto, que había servido para llevar a Águeda y a Paco al tren para su viaje de luna de miel cuando Cástulo Pérez veía venir la república, ahora sirve para colaborar con centuriones que han venido a restablecer los privilegios del duque y el poder de don Valeriano.
Finalmente, el reloj y el pañuelo que permanecen en el cajón de la sacristía reafirman tanto la cobardía del cura como su cargo de conciencia. Después de un año de la muerte de Paco, el cura no ha tenido la valentía de acercarse a la familia de Paco para entregarles las pertenencias de Paco.
La novela termina con el regreso al statu quo, sin embargo, algo ha cambiado porque el pueblo ya no participa de la misa. Si bien el privilegio de los poderosos fue restablecido, el pueblo no puede volver atrás porque ha comprendido que la Iglesia es cómplice de la injusticia y está dispuesta a traicionar al pueblo en función de sus intereses.