Réquiem por un campesino español

Réquiem por un campesino español Imágenes

El sonido de las campanas de la iglesia

A lo largo de la novela, nos encontramos con descripciones detalladas del sonido de las campanas. Por ejemplo, cuando Mosén Millán recuerda el bautismo de Paco, el narrador describe las campanas que "tocaban alegremente. Se podía saber si el que iban a bautizar era niño o niña. Si era niño, las campanas -una en tono más alto que la otra- decían: no és nena, que és nen. Si era niña cambiaban un poco, y decían: no és nen, que és nena; no és nen, que és nena" (p.16). Las campanas alegres del día del bautismo contrastan con las que acompañan la espera de Mosén Millán en la sacristía para celebrar la misa de réquiem: "Seguían sonando las campanas que en los funerales eran lentas, espaciadas y graves" (p.14).

Por otra parte, el sonido de las campanas en más de una ocasión sirven de puente entre las dos tramas: "Revestido y oyendo las campanas. dejaba que por un momento el recuerdo se extinguiera" (p.21) y "Se oían aún las campanas. Mosén Millán volvía a recordar a Paco" (p.53).

Los ritos de Semana Santa

A Paco los ritos de Semana Santa le impresionan mucho. Durante esa época la iglesia se transforma en un lugar misterioso: las imágenes se tapan con paños, lo mismo sucede con el altar y en una de las naves hay un almohadón blanco con un crucifijo acostado y tapado con una lienzo. Además, el misterio se ve reforzado por la iluminación: "En las sombras de la iglesia aquel lugar silencioso e iluminado, con las escaleras llenas de candelabros y cirios encendidos, daba a Paco una impresión de misterio" (p.38). A esas imágenes visuales acompañan los sonidos: a diferencia que en el resto de las celebraciones, en Semana Santa no suenan las campanas, sino matracas y flautas que tocan una melodía triste.

La impresión que esto causa en Paco influye más adelante cuando su mamá le sugiere que participe de la procesión de Semana Santa para evitar el sorteo militar, pero Paco se niega a participar.

La experiencia de las cuevas

Paco acompaña a Mosén Millán a las cuevas para dar la extremaunción a un enfermo terminal. El narrador hace una descripción detallada del lugar apelando a imágenes visuales y sonoras. Cuando Paco entra, nota que el techo es muy bajo y que allí falta aire. Dentro de la cueva hay silencio, salvo por la respiración esforzada del enfermo: "Sólo se oía un ronquido regular, bronco y persistente" (p.44) y "Los estertores eran más broncos y más frecuentes" (p.45). En ese lugar no hay luz; una sola luz ilumina el cuarto y hace que la sombra del enfermo se proyecte y tiemble en el muro de la cueva. Este detalle es importante porque la experiencia en la cueva ilumina una parte de la realidad que Paco desconocía y el recuerdo del enfermo se va a proyectar en la mente de Paco a lo largo de su vida y nunca más va a poder olvidar la causa por mejorar las condiciones de vida de estas personas.

Otros detalles que impresionan a Paco en las cuevas son las moscas que revolotean sobre el enfermo y sus pies resquebrajados.

Las miradas de los poderosos del pueblo

En las descripciones físicas de los personajes, el narrador menciona específicamente la mirada o los ojos de ellos. Por ejemplo, en el caso de don Valeriano, el narrador dice esto: "Tenía don Valeriano la frente estrecha y los ojos huidizos" (p.59). De Cástulo Pérez se dice que: "Con sus apariencias simples, el señor Cástulo era un carácter fuerte. Se veía en sus ojos fríos y escrutadores" (p.75). Finalmente, del centurión sabemos esto: "Éste era un hombre con cara bondadosa y gafas oscuras" (p.113). En los dos primeros casos, los ojos muestran que ambos hombres no son de fiar. En cambio en el último ejemplo, el centurión tiene sus ojos cubiertos y "parece bondadoso" aunque sabemos que es sumamente cruel y violento.

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