En la novela Réquiem por un campesino español el romance que el monaguillo canta de manera fragmentada a lo largo de toda la trama es de suma importancia para la construcción del protagonista como héroe popular. Para comprender mejor como el romance aporta a establecer la heroicidad de Paco, conviene estudiar los orígenes y las características de los romances.
El origen de los romances se suele ubicar a fines de la Edad Media como resultado de la descomposición de los grandes poemas épicos. Incluso en su forma -versos de arte menor con rima en los versos pares- parece derivar de los poemas épicos que tenían versos más largos conocidos como hemistiquios que luego se separan para formar los versos cortos de los romances. Al centrarse en la temática, este origen parece posible dada la abundancia de temas épicos en los romances que fueron recopilados.
Ahora bien, otros estudiosos consideran que los romances derivan de un género lírico popular independiente de la épica. Por eso hay muchos romances líricos que no tratan los temas de la épica. De todas formas y sin inclinarse a una de estas dos teorías sobre su origen, el romance es un género épico-lírico.
Los romances están condicionados por el modo de transmisión: se trata de un género de transmisión oral. Esto implica que los romances tienen múltiples versiones, que cambian a lo largo de la tradición y que cuentan con la memoria del pueblo para su conservación. En la obra de Sender esto es importante porque precisamente hay una tensión entre olvidar el pasado y recordar al muerto. Mosén Millán, el cura del pueblo, recomienda a los feligreses desde el púlpito que olviden lo que ha sucedido. La repuesta a esa sugerencia es rebelarse y recordar a través del romance al héroe popular.
En cuanto a su poder expresivo y dramatismo, los romances concentran la acción, son concisos y buscan movilizar las emociones. Además, suelen ser fragmentados, con comienzos in medias res y finales truncos. Esto observamos en el romance del monaguillo que se concentra únicamente en la muerte de Paco y termina con las cotovías en la cruz del camposanto.
Otra de las características de los romances es que muchas veces utilizan el presente como tiempo verbal. De este modo, los romances actualizan el pasado constantemente y lo acercan al presente. Por otra parte, el narrador suele ser objetivo e impersonal con comentarios moralizantes. Todo esto vemos en el romance del monaguillo. El efecto es el de la presencia de Paco como alguien que permanece en la conciencia colectiva, hecho que se ve reforzado por la presencia del potro en el pueblo, y también la crudeza del relato que no da lugar a interpretaciones. Mosén Millán y don Valeriano, por ejemplo, no mandan a callar al monaguillo ni intentan discutir, el romance recoge un episodio de manera objetiva e impersonal, pero da cuenta de la profunda marca que ese episodio ha dejado en la conciencia del pueblo.