Resumen
A Mosén Millán le sobreviene un pensamiento triste: los chicos como Paco que se alejan de la Iglesia vuelven a acercarse a la vejez, pero Paco está muerto. El monaguillo interrumpe sus pensamientos al anunciar que don Valeriano, el alcalde, ha entrado a la iglesia.
Don Valeriano entra a la sacristía, pero el cura no abre los ojos. Don Valeriano dice que ha venido para dejar atrás cualquier conflicto y que desea pagar por la misa. Mosén Millán no responde y recuerda que don Valeriano tuvo mucho que ver con la muerte de Paco. No solo es el administrador de las tierras del duque, sino que él también es terrateniente y alcalde.
Mosén Millán continúa con sus recuerdos. La familia de Paco está preocupada porque no quiere que el chico salga seleccionado para el servicio militar. Para evitar que eso suceda, la madre de Paco ha sugerido que el chico participe de las procesiones de Semana Santa como penitente, arrastrando cadenas de hierro atadas a sus tobillos, pero el chico se niega. Su padre lo hace en su lugar, a pesar de que era “tan indiferente a las cosas de la religión” (p.63). Mosén Millán le dice a Paco que es inútil lo de su padre porque no lo hace por devoción, sino solo por conveniencia. Cuando sortean los números para el servicio militar, Paco no sale seleccionado.
Durante un año y medio, Paco corteja a Águeda, una muchacha del pueblo de muy buena reputación. El noviazgo es bien visto por todos porque ambos se comportan de manera apropiada. A diferencia de la calma con la que vive su noviazgo, la vida social de Paco lo mete en problemas una noche en la que sale con sus amigos a pesar de la prohibición del alcalde. Cuando la guardia civil intenta llevar a Paco detenido, este toma los fusiles de los guardias y se los lleva a casa. Al día siguiente la historia está en boca de todos, y Mosén Millán le advierte sobre la gravedad de lo sucedido.
Paco y Águeda se casan y lo celebran a lo grande. Mosén Millán como párroco del pueblo celebra el casamiento, pero a Paco le molesta que, durante la ceremonia, el cura menciona que él fue quien bendijo a los chicos en su bautismo, ahora bendice su unión y, si esa es la voluntad de Dios, será quien bendiga su lecho de muerte.
En la celebración, Mosén Millán se encuentra con el zapatero quien le anticipa que han llegado rumores de que el rey en Madrid se tambalea. La celebración continúa, pero Mosén Millán no puede pensar en otra cosa que en la preocupación del rumor. De repente, llega a la fiesta el señor Cástulo Pérez. Nadie esperaba que viniera a la boda y, menos, que trajera regalos: dos floreros de porcelana. Luego de entregar los regalos, se acerca al cura y confirma el rumor del zapatero. El cura comprende que asistir a la boda es la manera que tiene Cástulo Pérez de aliarse con las personas que pueden llegar a estar en el poder en caso de que el rey caiga. Aparte de los regalos, ofrece llevar a los novios al ferrocarril en su coche.
Jerónima y el zapatero van al carasol y les cuentan a las viejas sobre la boda. Entre los dos intercambian insultos y divierten a las viejas. Además, hablan sobre los cambios que se avecinan en el país.
Análisis
En esta sección se alude varias veces a lo que está sucediendo en España en 1931, cuando está por proclamarse al Segunda República, tras la caída de Alfonso XIII, rey de España. Para comprender la novela cabalmente, es necesario comprende lo que pasa en España en la década de 1930. A principios del siglo XX, España sigue siendo un país principalmente agrícola con solo unos pocos focos industriales en Cataluña, Asturias y Madrid. El resto de España está compuesto en su mayoría por campesinos que trabajan como jornaleros o explotan tierras que no les pertenecen y por las que pagan un arrendamiento. La mayoría de los campos en España están en manos de unos pocos que han heredado el derecho de esas tierras dentro del marco de un sistema que ha sido heredado del medioevo: los bienes de señorío. Aparte de los grandes latifundistas de origen noble, también hay propietarios de pequeñas extensiones de tierra que explotan sus tierras de manera directa. En comparación con los demás países de la región, España no ha podido desarrollarse a la par y gran parte de la población vive en la miseria y el analfabetismo.
A la par de estas circunstancias, en España se está gestando una crisis política. La monarquía ha perdido la confianza de todos los sectores de la sociedad y el pueblo quiere un cambio. Es así que en 1931, durante las elecciones municipales, los candidatos republicanos se imponen y el pueblo demuestra al rey y a las clases dirigentes que desean un cambio de dirección. Con esa derrota, el rey Alfonso XIII deja España dos días después de las elecciones. En ese momento se proclama la Segunda República que cuenta con el apoyo de la mayoría de la población. El problema es que ese apoyo está condicionado a una serie de cambios que el pueblo desea ver realizados de manera urgente. Dado el porcentaje de la sociedad que vive de las tareas agrícolas, uno de los ejes más importantes del proyecto republicano es la reforma agraria.
A los cambios profundos que se enfrenta España en su interior, debemos sumar lo que sucede en el resto de Europa. Las democracias parlamentarias de Europa están en crisis por el avance de los totalitarismos tanto de izquierda como de derecha. España se convierte en un suelo fecundo para movimientos políticos de ambos espectros que esencialmente buscan ideales de país totalmente opuestos. Más tarde, debido a una serie de circunstancias que sería imposible detallar acá, las tensiones crecen de tal manera que estalla la Guerra Civil en la que un bando más homogéneo, el de la falange que busca preservar los valores tradicionales de España y cuya posición política es de derecha, se enfrenta a un bando más fragmentando, compuesto por todos los movimientos sociales y políticos con ideales distintos de país, pero que deben unirse para enfrentar al enemigo común.
Sender no detalla estos hechos históricos, pero constantemente alude a ellos. El efecto de únicamente aludir y no hacerlos centrales a lo que sucede en el pueblo es que percibimos cómo las preocupaciones de la gente de este pueblo están alejadas de lo que sucede en Madrid. Si bien el pueblo va a vivir su propia revolución, lo que sucede en la capital parece lejano y hasta irrelevante. Solo el zapatero muestra entusiasmo por lo que está sucediendo y demuestra que siente esperanza e ilusión sobre lo que está por venir. Al resto del pueblo le interesa más la fiesta de casamiento de Paco y Águeda que otra cosa. Jerónima, por ejemplo, no se muestra demasiado interesada en lo que pasa a nivel político. No obstante, el zapatero le hace caer en cuenta de que debiera importarle precisamente porque: “en la república no empluman a las brujas” (p.81). Con estas palabras, el zapatero muestra las expectativas que hay con respecto a los cambios que se avecinan gracias a la república. Al hacer referencia a las brujas y hablar de “emplumarlas”, el zapatero apunta al pensamiento retrógrado que sigue vigente en España.
Los cambios políticos y sociales que se dan en el España desde que cae el rey hasta que muere Paco están representados en esta parte mediante dos personajes: don Valeriano y Cástulo Pérez. Tanto en el presente del relato como en el pasado que evoca Mosén Millán, estos dos personajes asisten a un lugar en el que nadie los espera. En primer lugar, don Valeriano llega a la iglesia para escuchar la misa en memoria de Paco el del Molino. Por otro lado, en el pasado, Cástulo Pérez asiste a la boda de Paco y Águeda. Estas dos presencias son disruptivas y muestran el modo en que durante esa época fluctuaron las relaciones de poder.
La presencia de don Valeriano no es lo que Mosén Millán espera porque, al parecer, él es parcialmente responsable por la muerte de Paco. Todavía los lectores no conocen los motivos detrás de la muerte de Paco, pero el romance del monaguillo y las muestras que da desde pequeño de su interés por cambiar aquello que considera injusto en la sociedad dan la pauta de que Paco va a ser incómodo para las clases sociales más acomodadas que se benefician de arreglos como el alquiler de las tierras del duque. Don Valeriano, el alcalde del pueblo, es precisamente el encargado de cobrar esos alquileres y él también es dueño de tierras que otros alquilan.
Don Valeriano mismo parece saber que nadie espera que asista a la misa porque ofrece una explicación ante el cura: “el último domingo dijo usted en el púlpito que había que olvidar. Olvidar no es fácil, pero aquí estoy yo primero” (p.60). Resulta irónico que sea él quien hable de lo difícil que es olvidar porque, en definitiva, él estuvo involucrado y se beneficia de la muerte de Paco. También es significativo que se ofrezca a pagar por la misa porque muestra la mentalidad que domina en un hombre así: se puede comparar el olvido. La ironía también está en que don Valeriano asiste a la misa de réquiem, una misa cuyo propósito justamente es recordar a un muerto, para olvidar.
Otro personaje cuya presencia en un evento del pueblo es inesperada es Cástulo Pérez. Nadie espera que este hombre asista a la boda de dos campesinos, no obstante, Cástulo Pérez llega a saludar a los novios y, además, trae regalos y les ofrece llevarlos hasta el tren en su auto. Mosén Millán se da cuenta de cuáles son las verdaderas intenciones detrás de esto: arrimarse o congraciarse con quienes él cree que van a tener el poder en poco tiempo. Dado que el rey está por caer y es probable que se den elecciones, Cástulo se adelanta a los hechos tendiendo lazos con quienes van a estar en las listas y van a ganar el voto. Este personaje representa al sector de la sociedad que se aliaba con los poderosos de turno, oscilando en su lealtad, a conveniencia.
En cuanto a Paco, la escena en la que toma los fusiles de la guardia civil, como había hecho con el revólver cuando niño, hace que su figura crezca en estima y consideración en el pueblo. Paco toma las armas de los guardias de manera inofensiva, ya que los guardias son amigos que conoce de toda la vida. De todas maneras, ese gesto le dará fama de atrevido y jugará en su contra a medida que ocupe un lugar más destacado como líder.
La conversación entre Paco y Mosén Millán a partir del problema con la guardia civil revela nuevamente las diferencias entre el cura y el chico. Para Mosén Millán, el orden solo se puede sostener mediante la fuerza porque en el fondo intuye que lo injusto del sistema lo hace también frágil, cosa que queda en claro cuando el cura muestra que teme que las personas de las cuevas se levanten contra la autoridad. En cambio, Paco piensa precisamente que, en lugar de confiar en la guardia, habría que solucionar los problemas económicos y sociales. Para este punto queda claro que el cura y Paco tienen visiones del mundo imposibles de conciliar.