Resumen
El monaguillo continúa con el romance mientras recuerda la escena de la muerte de Paco que él presenció: “fue sangrienta y llena de estampidos” (p.21). Al mismo tiempo, Mosén Millán se vuelve a perder en sus recuerdos del bautismo. Recuerda con ternura cuando puso la crisma en la nuca de Paco para realizar el ritual del bautismo y piensa en cómo esa nuca está ahora bajo tierra.
La familia de Paco no es muy devota, pero aun así cumple con la costumbre de hacer ofrendas a la Iglesia por tradición. Jerónima, la partera, quien también está en el bautismo, no solo no es devota, sino que se comporta con cierta irreverencia, y el cura no le tiene ni un poco de aprecio. Es una mujer supersticiosa que “agitaba un poco las aguas mansas de la aldea” (p.23). Entre sus rituales, tiene la costumbre de poner algún amuleto bajo la almohada del niño. Mosén Millán aprovecha la oportunidad para hablar en contra de las supersticiones. Insiste en que los niños deben permanecer cerca de la Iglesia y lejos de las supersticiones y que es su trabajo guiar a Paco porque es su hijo espiritual.
Para la satisfacción del cura, Jerónima tiene que tolerar una descortesía por parte del médico del pueblo cuando el día del bautismo revisa al niño y le ordena a Jerónima no interferir con los cuidados del recién nacido. Para vengarse, Jerónima intenta ensuciar la imagen del médico acusándolo de querer meterse con las mujeres casadas del pueblo.
Volvemos al presente del relato. Todavía no ha llegado nadie a la iglesia. Mientras el monaguillo dice para sí otros versos del romance de Paco, Mosén Millán vuelve a sumirse en sus recuerdos. Esta vez recuerda la niñez de Paco.
Paco es un niño inquieto: se escapa de casa para pasar su tiempo con amigos. A los seis años empieza a asistir al colegio, que queda cerca de la casa de cura. Algunas tardes, luego del estudio, visita a Mosén Millán, cosa que el cura aprecia mucho.
Paco tiene un perro que lo acompaña a todas partes. Desde chico muestra mucha sensibilidad porque intenta convencer a su perro de que deje en paz al gato, quien también merece vivir. Nada se puede hacer al final por el gato que termina por escaparse de la casa. Cuando descubre que es probable que el gato haya muerto en manos de un búho, Paco descubre que el mundo puede ser muy cruel.
En otra ocasión, Paco se mete en problemas por un revólver que pasa de mano en mano entre los niños del pueblo. En una ocasión Paco es quien tiene el arma y en medio de una misa se le cae en el altar mientras él hacía de monaguillo. Después de la misa, el cura llama a Paco para preguntarle por el revólver, pero Paco se niega a dárselo ni a confesar nada sobre él. Cuando el cura le pregunta a quién quiere matar, Paco dice que en realidad lo guarda para que no caiga en peores manos.
Mosén Millán hace de guía espiritual de Paco y se ocupa del chico lo más que puede. Para cobrar confianza, decide encubrir lo del revólver. Por la cercanía con el cura y su condición de monaguillo suplente, Paco pasa mucho tiempo en la iglesia y se siente asombrado por los ritos y el misterio que los rodea. En la visita del obispo al pueblo, Paco tiene la oportunidad de hablar con él directamente y ante la pregunta de qué quiere ser cuando sea grande, Paco contesta que quiere ser labrador, como su padre. Durante la Semana Santa, los ritos son aún más espectaculares y misteriosos, y Paco se siente abrumado.
En esa misma época, Paco y otros chicos del pueblo se preparan para tomar la comunión. El cura les recomienda ser prudentes en demasía y les recomienda no acercarse al lavadero público porque las mujeres hablan muy libremente. Precisamente por esa advertencia, los niños van al lavadero y escuchan todo con atención.
Análisis
A través de los recuerdos de Paco cuando niño, empezamos a comprender su personalidad. Es un chico inquieto, afable y sensible. La historia del gato que es perseguido por el perro nos ayuda a comprender que Paco está dispuesto a levantar su voz por los más desafortunados. Por otro lado, Paco también es listo y lo demuestra cuando le dice al cura que se queda con el revólver para evitar que alguien peor se quede con él.
Evidentemente, Paco no se siente intimidado por las figuras de autoridad. Por ejemplo, el cura no es capaz de hacerle confesar sobre dónde está el revólver. La actitud que toma Paco en ese momento anticipa lo que sucederá después porque no es alguien que está dispuesto a confesar así lo torturen. De la misma manera, cuando el obispo le pregunta sobre su futuro, Paco contesta con naturalidad y soltura. Ahora bien, esa conversación con el obispo también revela que en el pueblo las posibilidades para un chico son limitadas: se convierte en cura, entra al ejército o sigue los pasos de su padre. Paco quiere esto último.
Las descripciones extensas y detalladas de los ritos y tradiciones cristianas durante Semana Santa son evidencia del papel que la Iglesia jugaba en la vida de las personas en la España de la época. También remarca cuán conservadora es la institución religiosa porque muchos de esos rituales son los mismos desde el medioevo. Por otra parte, el autor sin duda incluye cierta ironía cuando en el mismo párrafo en el que describe el final de la celebración de Semana Santa, incluye una última oración en la que vemos a Jerónima recogiendo piedras para curar el dolor de muelas. Al parecer, la distinción que hace Mosén Millán entre las supersticiones de Jerónima y las tradiciones de la Iglesia es más sutil de lo que quisiera creer el cura. Todo esto apunta un sincretismo religioso muy presente en los pueblos de España.
Sin ir más lejos, en el bautismo vemos que, así como hay una jerarquización muy clara de las clases sociales, también hay creencias que ocupan distintos lugares de prestigio en la sociedad. Sin duda las supersticiones contra las cuales predica el cura son sumamente importantes para el pueblo porque la siguen invitando a Jerónima y confiando en ella. La Iglesia también es central en la vida del pueblo, pero no tanto por auténtica fe, sino por tradición. Aún una familia como la de Paco, que no es muy devota, celebra los sacramentos y dona a la Iglesia lo poco que tiene. Es tal la convivencia de estas dos tradiciones, la pagana y la cristiana, que ambas están una al lado de la otra debajo de la almohada de Paco: un escapulario y un clavo y una llave formando una cruz. La primera es un regalo de Mosén Millán y la otra de Jerónima, pero ambas cumplen la función de bendecir al niño. La ciencia también cumple su función y aparentemente cuenta con prestigio cuando el joven médico le reprocha a Jerónima su intervención con el ombligo de Paco recién nacido. Cuando Jerónima despotrica en contra del médico, el cura la manda a callar y dice: “Un médico es un médico” (p.25).
Las descripciones de los rituales de Semana Santa van a aparecer otra vez y van a cobrar mayor importancia a medida que la novela avanza. Asimismo, la religión en sí misma se vuelve cada vez más central porque la figura de Paco va a parecerse en muchos sentidos a la de Jesús, la de Mosén Millán a la de Judas, y la de los ricos del pueblo a los verdugos.