Resumen
Mosén Millán, el cura del pueblo, está sentado en un sillón de la sacristía esperando que lleguen los feligreses para celebrar una misa de réquiem. El cura no está solo porque en la iglesia se encuentra también el monaguillo. Por la ventana se cuelan los ruidos del pueblo como, por ejemplo, el sonido de una vecina que barre. Mosén Millán escucha cómo relincha un potro y piensa que debe ser el potro de Paco el del Molino. Todavía los lectores no saben quién es Paco.
El cura reza de manera automática mientras piensa en otras cuestiones. Le preocupa saber si los parientes del difunto por quien va a dar la misa de réquiem acudirán. Nadie le ha pedido la misa; ha decidido celebrarla por su cuenta. Se trata de una celebración en memoria de Paco el del Molino, a quien todo el pueblo apreciaba excepto las dos familias más ricas: la de don Valeriano y don Gumersindo.
Cada tanto, Mosén Millán le pregunta al monaguillo si han venido los parientes y amigos de Paco a la iglesia, antes de sumergirse nuevamente en sus pensamientos. Esto sucederá varias veces a lo largo de la novela. El monaguillo contesta que la iglesia está vacía y, mientras va y viene con sus tareas, canta algunos trozos de un romance. La canción trata sobre las últimas horas de la vida de Paco. Al parecer, el monaguillo había presenciado la muerte de este hombre y sabía qué partes del romance eran ciertos y cuáles eran ficción.
Mientras las campanas que anuncian el réquiem tañen, el cura continúa rezando. Mira sus zapatos con el cuero rajado y piensa con nostalgia en el que ha sido zapatero del pueblo y amigo de Paco.
En este punto, el cura pasa a recordar el día en que bautizó a Paco en esa misma iglesia. Mosén Millán repara en los lujos que los campesinos reservan para los actos sacramentales y recuerda a Paco, en su bautismo, vestido con ropas costosas. La celebración del sacramento es una fiesta. Luego de la ceremonia, el cura va a la casa de la familia para celebrar. Los invitados y los anfitriones bromean y todos parecen contentos. Entre los invitados está Jerónima, la partera, quien participa activamente y se ocupa del niño. Entre ella y el cura, no parece haber una buena relación.
El cura deja un escapulario bajo la almohada del niño y todos se sientan a comer. En las dos puntas de las mesas, se ubican el padre de Paco y el cura.
La narración vuelve al presente del relato, y Mosén Millán repara en que han pasado veintisiete años desde ese bautismo. En ese día en el que se va a celebrar la misma por la memoria de Paco, la iglesia permanece vacía.
Análisis
La novela empieza narrando hechos que suceden en apenas media hora: el cura espera la llegada de los parientes y amigos de Paco para celebrar una misa en su memoria. Simultáneamente, la novela narra la vida de Paco a través de los recuerdos del cura, y su muerte, a través del romance que canta el monaguillo. Por ese motivo, el ritmo de la novela y el punto de vista varían de manera significativa.
En primer lugar, en el presente del relato, la narración es lenta y los hechos se estiran. Este ritmo pausado acentúa la expectación del cura. Por otra parte, el ritmo de los hechos que suceden en el pasado es más acelerado porque en pocas páginas conoceremos los veintisiete años de vida de Paco el del Molino. En tercer lugar, tenemos la narración de la muerte de Paco en voz del monaguillo que es la más fragmentada de las tramas porque los pocos versos que canta el monaguillo se ven interrumpidos constantemente por la narración del presente del relato y también por la del pasado.
En cuanto al punto de vista, el presente del relato está narrado en tercera persona omnisciente, aunque por momentos el narrador enfoca la historia desde la perspectiva del cura, especialmente en aquellos momentos en los que se disparan los recuerdos del pasado en el que Paco todavía estaba vivo. No obstante, cuando leemos las partes de la novela dedicadas a los recuerdos del cura sobre Paco, el narrador vuelve a enfocar la historia mayormente en tercera persona omnisciente. Conocemos algunos aspectos de la vida de Paco que Mosén Millán no presenció directamente.
Finalmente, el monaguillo es el narrador intradiegético que nos permite escuchar las voces del pueblo sobre lo ocurrido con Paco. A medida que el monaguillo recita los versos sobre la muerte de Paco, el narrador en tercera persona omnisciente nos muestra los pensamientos del monaguillo al respecto. Por momentos, el romance no le parece creíble al monaguillo porque él ha sido testigo de la muerte de Paco. Mediante este procedimiento que utiliza el autor, los lectores pueden apreciar el modo en que la figura de Paco toma proporciones épicas y se transforma en una figura literaria mediante la tradición de los romances populares.
En esta primera parte, las descripciones muchas veces crean imágenes sonoras. Mientras el cura espera la llegada de los feligreses, suenan las campanas del réquiem: “lentas, espaciadas y graves” (p.14). Ese modo de tañer acompaña el ritmo pausado de esa parte de la narración y ambienta la espera. Por otro lado, por las ventanas de la iglesia y la sacristía se cuelan los sonidos del pueblo que demuestran que hay movimiento y solo la iglesia se encuentra vacía. Entre los sonidos que entran el más importante es el relincho del potro de Paco. A medida que avanzamos en la lectura nos damos cuenta de que el potro cobra importancia porque es el constante recuerdo de la presencia de Paco.
En lo referente a los temas que empiezan a esbozarse en esta primera parte, lo que vemos es una tajante división social. La novela en conjunto va a mostrar un retrato de la sociedad rural española de la época. Incluso la obra cobra un sentido alegórico porque la vida de este pueblo es una representación en miniatura de España en general. En primer lugar, vemos que la población del lugar en el que sucede la acción es campesina; mientras el cura espera, imagina que las personas no asisten todavía a la misa porque todavía están ocupados con las faenas de la trilla. Cuando recuerda el bautismo de Paco, Mosén Millán repara sobre las costumbres del pueblo: “Los lujos de los campesinos son para los actos sacramentales” (p.15).
Luego, vemos el lugar que ocupa la Iglesia y la figura del sacerdote, durante la niñez y adolescencia de Paco. La institución religiosa era central en la vida de los campesinos como se evidencia en el fragmento citado anteriormente: los sacramentos eran verdaderos motivos de celebración. Asimismo, cuando Mosén Millán va a la casa de los padres de Paco como invitado luego de su bautismo, el segundo lugar más importante de la mesa está reservado para él. Ahora bien, en el presente del relato vemos que nadie asiste a la iglesia y sabemos que Mosén Millán está celebrando una misa que nadie solicitó. Es decir que empezamos a intuir que la relación entre la Iglesia y el pueblo no es la misma que antes. Esto también está evidenciado en el símbolo que aparece en el primer párrafo de la novela en el que vemos los ramos de olivos sobrantes del Domingo de Ramos, secos y cayéndose a pedazos.
Además de mencionar a la gente del pueblo y al sacerdote, la primera parte ya menciona a las tres familias más ricas: la de don Valeriano, don Gumersindo y Cástulo Pérez. Si bien todavía no sabemos demasiado sobre ellos, lo que se dice es significativo: son los únicos que no se consideraban amigos de Paco. Esto nos muestra la tensión entre las clases sociales y anticipa todo lo que se narra a continuación.
Resulta importante prestar atención a la estrecha relación que hay, al parecer, entre Mosén Millán y Paco. Mosén Millán recuerda el bautismo de Paco solamente por el niño, dado que como sacerdote ha celebrado innumerables veces ese ritual. De igual forma, en la invitación a la casa de los padres de Paco, al sacerdote lo sientan en un lugar de honor, y la abuela de Paco lo justifica del siguiente modo cuando el padre de Paco se ubica en una de las cabeceras: “Aquí el otro padre, Mosén Millán” (p.20).