Resumen
Capítulo 3
Este capítulo comienza con la mención a toda la información que se pudo recabar hasta el momento sobre el asalto. Alterna información policial con datos periodísticos.
Al leer los diarios, Malito, orquestador de la operación, se entera de la muerte de una niña alcanzada por una ráfaga de ametralladora en el robo. Además, reflexiona sobre el error de haber dejado el Chevrolet en el camino, ya que la policía ahora tiene más pistas sobre los asaltantes. Se siente acorralado.
En el departamento de Arenales, además de Malito, están escondidos El Chueco Bazán, Dorda, El Nene y el Cuervo Mereles. Malito decide que van a abrirse del resto de los “entregadores” (quienes le pasaron el dato del camión de caudales) y la policía involucrada, y quedarse con el dinero. Decide contactar a Hernando “Nando” Heguilein, un amigo de sus años en la cárcel, que tiene contactos para ayudarlos a escapar con el botín y cruzarlos a Uruguay.
Nando se presenta en el departamento de Arenales. Mientras conversa con Malito y Mereles, Dorda custodia el departamento por una ventana. En este momento el capítulo se enfoca en el Gaucho Dorda.
Dorda escucha voces desde niño; voces de mujeres que le dan órdenes. Fue tratado sin éxito por el psiquiatra de la cárcel, que se obsesionó con su caso y calificó a Dorda como un “lunático criminal”. La voz del Dr. Bunge, sus informes inclusive, van ganando espacio en el capítulo. En palabras del doctor, el Gaucho es un asesino psicótico, que forma con el Nene Brignone una unidad. El Gaucho es el cuerpo ejecutor; el Nene, el cerebro.
Las palabras de Bunge se entremezclan con recuerdos de la infancia de Dorda en Santa Fe, de su paso por diversos neuropsiquiátricos y de la violación que sufrió en una de las instituciones en las que estuvo. Reflexiona también sobre su fuerte fe religiosa y su vínculo con El Nene, por quien daría la vida.
En ese momento, el Cuervo Mereles interrumpe los pensamientos de Dorda. Tienen que bajar a hablar por teléfono. Malito decidió, sin decirle dónde estaban escondidos, mandar al Chueco Bazán a encontrarse con Fontán Reyes para que lo entretenga mientras ellos se trasladan a un departamento de Nando en Barracas. Desde ahí organizarán el cruce a Uruguay. Tres horas después, el Chueco Bazán es detenido por el comisario Silva.
Análisis
Malito lee al pasar la noticia de la muerte de la niña alcanzada por la ráfaga de metralleta en el diario y, sin embargo, su atención está puesta en encontrar indicios en la nota de lo que la policía sabe sobre ellos. La mirada del narrador, focalizada en Malito, pasa casi sin pausa por el dato de esta muerte. La muerte es un tema central en Plata quemada: la representación del asesinato de la niña es fría y superficial, y es una imagen que contrasta con otras representaciones de la muerte mucho más humanizadas, sobre las que el texto se detendrá más adelante.
En este capítulo, luego de abandonar el Chevrolet y que la policía, por tanto, haya dado con algunas pistas, Malito decide dar un giro abrupto en relación a los planes. Aquí comienza uno de los problemas que subyace al texto: la traición a Fontán Reyes es lo de menos; es la traición a la policía lo que desencadenará el relato. La complicidad policial conseguida por Malito se mantiene solapada en el texto; en ningún momento se dan nombres concretos de policías involucrados, pero fue una de las condiciones imprescindibles para que el robo haya sido exitoso. No sabremos, además de sus nombres, qué es lo que exactamente hicieron los policías para hacer efectiva esta complicidad. Sí sabemos que, a través de Nino Nocito, el concejal, tío de Fontán Reyes, que consiguió la información, la participación del poder político en el asalto también está presente. Aun así, no aparece jamás la palabra “corrupción”, que sin embargo se constituye como un tema central en Plata quemada. Sin dar detalles ni nombres, se usan expresiones como “contacto político”, “conexión con la policía”; en realidad, lo que se están relatando son delitos cometidos por las fuerzas de seguridad y las autoridades públicas.
Más adelante, al enfocarse el texto en Dorda, aparece por primera vez en el relato un registro más poético, que poco a poco irá tomando más espacios en la novela. Este registro estético muchas veces se encuentra asociado a un tema clave: la locura. “Los que matan por matar es porque escuchan voces, oyen hablar a la gente, están comunicados con la central, con la voz de los muertos, los ausentes, de las mujeres perdidas, es como un zumbido, decía Dorda, una cosa eléctrica que hace cric, cric adentro del mate y no te deja dormir” (p.69). A través de esta superposición de metáforas ("estar comunicado con la central") y símiles ("como un zumbido"), la voz de Dorda aporta una nueva dimensión al texto, un registro estético que casi siempre va unido a los momentos de interioridad, de intimidad, un relato poético del pasado y los recuerdos.
La voz del Dr. Bunge, psiquiatra de la cárcel, en un registro pseudo científico, hace acotaciones entre recuerdo y recuerdo de Dorda. La voz de Bunge se presenta como voz autorizada, pero a su vez deja ver cierta fascinación por el caso. Este discurso remite a una visión positivista muy propia de fin de siglo, es decir, que ya había sido abandonada por aquellos años (recordemos que Plata quemada transcurre en 1965).
Cesare Lombroso era un criminólogo y médico italiano que había fundado la Escuela de Criminología Positivista en la segunda mitad del siglo XIX. Allí se estudiaba el delito como consecuencia de condiciones genéticas, innatas, incluso identificables a través de características fisionómicas del criminal. Como bien dijimos, ya para los años 60 este tipo de teorías habían sido abandonadas hacía tiempo. El discurso del Dr. Bunge es un discurso pasado de moda, casi caricaturesco por momentos. El médico dice, refiriéndose al Gaucho Dorda, que poseía un “estrabismo convergente” que “le daba ese aspecto de tipo obsesivo, muy peligroso, que es lo que es (...). Dorda tiene entonces la cara perfecta de la clase de sujeto que representa, un lunático criminal que actúa con una sonrisa nerviosa, angelical y sin alma” (p.66).
Este capítulo condensa dos ideas clave para los subsiguientes. En primer lugar, se evidencia el hecho de que los delincuentes están dispuestos a traicionar al resto de la banda, e incluso a los contactos policiales que posibilitaron el robo, para quedarse con el dinero. También se deja en claro qué rol cumplirán los mellizos y el Cuervo, que son ajenos a estos contactos de Malito, a la hora de aislarse de todo el aparato que posibilitó el atraco. En segundo lugar, se deja claro aquí que el Gaucho es capaz de matar por matar, y que ha sido diagnosticado como un lunático criminal, pero que, a su vez, tiene un vínculo vital con el Nene Brignone, por quien daría su vida.
Volvamos por un momento a ciertas referencias que da este capítulo con respecto al contexto sociocultural de los años 60 en Argentina. En el marco de la Guerra Fría y el surgimiento de la juventud como sector social y cultural diferenciado, la situación sociopolítica en el país era inestable y de una creciente violencia. Para 1965, año en que transcurre Plata quemada, la popularidad de Juan Domingo Perón no había mermado. Perón había sido presidente de la Argentina dos veces para esa época, electo por una gran cantidad de votos. Sus dos presidencias fueron muy populares, pero en septiembre de 1955 había sido derrocado por militares y grupos civiles. En sus últimos años de gobierno se había enfrentado a la iglesia católica, que también participó ideológicamente de su derrocamiento. Desde ese momento, el peronismo fue proscripto en el país; no se podía, siquiera, decir la palabra "Perón".
Durante la proscripción, una experiencia política muy particular, el peronismo seguía vigente en sus expresiones de resistencia clandestina: en el movimiento conocido como la resistencia peronista participaban dirigentes barriales, grupos sindicales, sectores religiosos, agrupaciones estudiantiles. Para el año 59, aún con Perón en el exilio, ya había grupos entrenados y armados que se identificaban con el peronismo, como los Uturuncos. El Movimiento Nacionalista Tacuara (recordemos que el comisario Silva menciona en la novela que los pistoleros “no son Tacuaras”) era una organización armada que también se identificaría con el peronismo a fines de los 60.
En este contexto, los atentados eran usuales en la ciudad de Buenos Aires en esos años, y el robo del Banco Provincia de San Fernando de la novela podría haber estado relacionado con estas organizaciones. El comisario Silva, entonces, descarta la participación política en la resistencia peronista o el Movimiento Nacional Tacuara de los mellizos y el Cuervo Mereles en este contexto, en el que tranquilamente podría haber sido una posibilidad.
Por otra parte, Malito decide en un momento contactar a Nando Heguilein, un amigo a quien conoció en la cárcel de Sierra Chica entre 1957 y 1959. Nando fue de la resistencia peronista en esos años, pero se dice que ahora solo mantiene contacto con algunos excombatientes del movimiento que trafican armas, y algunos líderes sindicales. Además, Nando tiene un amplio conocimiento de la estructura policial, y por su descripción sabemos que conoce a Silva más que "sólo de nombre".
El comisario Silva, por su parte, compara la situación argentina con la argelina. La guerra de independencia argelina había culminado, victoriosa, en 1962; su relevancia internacional, sin embargo, se dio por situaciones vividas en la ciudad de París, sobre todo la masacre de 1961, que tiene lugar en una manifestación de independentistas argelinos en la capital francesa. El comisario Silva dice que, gracias al peronismo, los delincuentes ahora están "como los argelinos", en guerra con toda la sociedad.