"¿Qué es robar un banco comparado con fundarlo?".
Esta cita de Bertold Brecht es el epígrafe de Plata quemada. La pregunta abre el texto, e implica que la mirada sobre el robo del banco que está por contarse no es de una moral ciega, sino que es una mirada crítica.
A través de esta pregunta podemos leer Plata quemada como una novela que se preocupa por los fundamentos del crimen y el delito más que por su condena irreflexiva, sin más. Esto es propio de la novela negra, que explora las relaciones capitalistas y pone atención en el vínculo entre el crimen organizado, las vicisitudes de la vida moderna, el poder político y las fuerzas de seguridad.
"Ya está dicho: en la luz escasa de los rincones cabareteros se amasan extrañas amistades que no lo son cuando amanece el día".
Esta cita funciona, dentro de una lectura de Plata quemada como una novela trágica, a modo de presagio o augurio. Los anticipos son usuales en la tragedia, ya que de antemano es sabido que el inevitable destino es la caída. En este caso, el anticipo tiene que ver con que todo lo que se construye en el capítulo 4. La amistad entre Giselle y el Nene, su complicidad y esa atmósfera de tranquilidad que él siente se transformarán sorpresivamente durante la mañana.
"Malito lo fue a buscar y se lo levantó una noche, cuando el tipo bajaba de un colectivo en Varela, y lo ahogó en una zanja. Lo hizo arrodillar y le hundió la cara en el barro y dicen que le bajó los pantalones y lo violó mientras el cana se sacudía con la cabeza enterrada en el agua".
Esta violación remite a un relato de Osvaldo Lamborghini de 1973, “El niño proletario”, en el cual se produce un hecho de idéntica violencia, y que, a su vez, se vincula con otro texto argentino característico por su explícita representación de la violencia: El matadero, de Esteban Echeverría.
Este relato funciona como un modo de explicar la procedencia de Malito y los excesos de los que es capaz. Además, como anticipo, da desde el primer capítulo la pauta del alcance de la representación de la violencia en el texto.
"Las astillas volaban, la madera quebrada.
- No me imaginé que eran tan chotas las barreras -se reía el Nene Brignone.
Sacaron medio cuerpo por la ventanilla y las serrucharon limpitas -dijo el guardabarrera. Tanto el empleado ferroviario como su amigo de veinte años que lo acompañaba no pudieron hacer una descripción coherente de los asaltantes, dado su estado de ánimo.
'Al escapar encontraron cerradas las barreras del paso a nivel de la calle Madero y sin parar el auto la cortaron con la ametralladora' (según los diarios)".
En esta cita se puede ver el cambio de punto de vista del narrador: en primer lugar se sitúa en el auto, mirando la barrera desde el Nene Brignone. Inmediatamente pasa a la voz del guardabarrera, que fue testigo del hecho junto a su amigo. Finalmente aparece la cita textual a la prensa, a través del relato de uno de los diarios.
Esta alternancia está presente en toda la novela, y ayuda a construir un coro (si pensamos en la tragedia griega) y, a la vez, una composición de testimonios y fragmentos de información (si pensamos en términos de la crónica periodística).
"Si la plata es lo único que justificaba las muertes y si lo que han hecho, lo han hecho por plata y ahora la queman, quiere decir que no tienen moral, ni motivos, que actúan y matan gratuitamente, por el gusto del mal, por pura maldad, son asesinos de nacimiento, criminales insensibles, inhumanos".
En esta escena se produce un giro en la apreciación que el público tenía hasta ese momento de los criminales. A partir de aquí se encuentran completamente aislados. Quemar el dinero los separa definitivamente de la sociedad, ya que el dinero es su principio regulador; no hay justificación para el sentido común a la altura del crimen que acaban de cometer quemando el botín. Esta acción parece ser, a ojos de los espectadores, peor que el asesinato.
"Sintió el gusto de la sangre en los labios y el dolor de un diente roto y por los ojos nublados veía la blancura de la tarde. Mi madre siempre supo que yo estaba destinado a no ser entendido y nadie me entendió nunca pero a veces he logrado que algunos me quisieran".
En esta cita se condensa el motivo del desenlace fatal del relato trágico. Dorda está recibiendo una golpiza y, sin embargo, a través de sus ojos nublados, y a pesar del dolor y la sangre, ve la blancura de la tarde. El aturdimiento de los golpes que recibe contrasta con la claridad del día y de su mente: sus pensamientos se van hacia otro lugar, lejos de allí. Recuerda los augurios de su madre, que supo que él nunca sería comprendido. Pero también encuentra calma en ese cariño que logró conseguir. Sabemos que, en este caso, Dorda se refiere al Nene Brignone, quien fue su amante y su compañero hasta el final.
"En el verano de 1995 comencé a escribir de nuevo por completo la novela, tratando de ser absolutamente fiel a la verdad de los hechos. Los acontecimientos estaban ahora tan distantes y tan cerrados, que parecían el recuerdo perdido de una experiencia vivida. Casi los había olvidado ya y eran nuevos y casi desconocidos para mí luego de más de treinta años. Esa lejanía me ha ayudado a trabajar la historia como si se tratara del relato de un sueño".
En el epílogo, de donde es tomada esta cita, aparece un narrador que pretende ser Ricardo Piglia explicando las condiciones bajo las cuales se escribió este relato. A pesar de que, por un lado, dice haber querido ser “fiel a los hechos” (decimos "haber querido" porque no lo fue. Para ver ejemplos de esto, puede leerse "Resumen y Análisis Capítulo 9 y Epílogo"), aclara que ha trabajado la historia como si se tratara de “un sueño”.
Este narrador ficticio que aparenta ser Piglia, y que relata un proceso de escritura igualmente ficticio, atribuye las licencias que se ha tomado a la hora de narrar el caso a la lejanía temporal del hecho y no a la condición de relato de ficción de Plata quemada. En esta cita, como en toda la novela, hay una exploración del efecto de verdad de la literatura, la construcción de la verosimilitud y su vínculo con la realidad.
"Y después de todos esos interminables minutos en los que vieron arder los billetes como pájaros de fuego quedó una pila de ceniza, una pila funeraria de los valores de la sociedad (declaró en la televisión uno de los testigos), una columna bellísima de cenizas azules que cayeron desde la ventana como la llovizna de los restos calcinados de los muertos que se esparcen en el océano o sobre los montes y los bosques pero nunca sobre las calles sucias de la ciudad, nunca las cenizas deben flotar sobre las piedras de la selva de cemento".
En esta cita se puede leer el procedimiento de superposición de voces y puntos de vista de Plata quemada. Por un lado, en el fragmento abundan las metáforas con respecto a la escena de la quema del dinero. Los billetes son pájaros de fuego, las cenizas son columnas bellísimas, la ciudad es la selva de cemento. Pero una de ellas llama particularmente la atención, y es la “pila funeraria de los valores de la sociedad”. Esa descripción interrumpe por un momento el tono poético con una apreciación ética, e inmediatamente entre paréntesis se aclara que esa interrupción tiene que ver con que las palabras son tomadas del testimonio de una mujer en televisión. Cabe decir que esto no es una excepción, sino un ejemplo de un recurso que se usa repetidas veces a lo largo de toda la novela.
"- No aflojés, Marquitos -dijo el Nene. Lo había llamado por el nombre, por primera vez en mucho tiempo, en diminutivo, como si fuera el Gaucho el que precisara consuelo.
Y después se alzó un poco, el Nene, se apoyó en un codo y le dijo algo al oído que nadie pudo oír, una frase de amor, seguramente, dicha a medias o no dicha tal vez pero sentida por el Gaucho que lo besó mientras el Nene se iba".
El Nene, antes de morir, lo llama al Gaucho por primera vez por su nombre. Además, es también la primera vez en el texto que se dice el nombre de pila de Dorda. La muerte del Nene es una escena cargada de intimidad y emotividad. El pathos es la cualidad de la tragedia que consiste en provocar, en este caso en el lector, una íntima emoción profunda. La muerte de uno de los amantes es también un motivo del melodrama y casi siempre coincide, como en este caso, con el clímax del relato.
El Nene le dice a Dorda algo que nadie pudo oír. Recordemos que en esta instancia el telegrafista, Roque Pérez, estaba escuchando a través de los micrófonos lo que sucedía en el departamento. Se presupone, por el contexto y porque luego se besan, que es una frase de amor, pero que quedará reservada a esa intimidad entre ellos; una intimidad que durante toda la novela resulta tan misteriosa como la frase que el Nene Brignone le dice al oído al Gaucho.
“Ella me habló de los mellizos, del Nene Brignone y del Gaucho Dorda y de Malito y el Chueco Bazán y yo la escuché como si me encontrara frente a una versión argentina de una tragedia griega. Los héroes deciden enfrentar lo imposible y resistir, y eligen la muerte como destino”.
En esta cita tomada del epílogo el narrador explicita el uso de los recursos de la tragedia griega que hizo durante el relato. Sugiere que las características trágicas son intrínsecas a la historia, y que él solo se limitó a escribir lo que ya estaba contenido en el relato de Blanca.
Además, esta es una cita importante ya que la elección de la muerte como destino se contradice con el concepto de destino ineludible y dictado por los dioses, característico de la tragedia griega (Sobre este aspecto, ver "El destino" en la sección Temas).