Resumen
Esta sección está compuesta por diecisiete cartas, las cuales están fechadas el 16, 19, 21 y 29 de junio de 1771; el 1º, 6, 8,10, 11, 13, 16, 18, 19, 20, 24, 26 de julio del mismo año, y una más de esta última fecha.
Luego de dos semanas, Werther retoma la correspondencia con su amigo Wilhelm. Explica que ha conocido a una mujer que lo deslumbró con su belleza y sensibilidad, de tal manera que no encuentra las palabras para describirla. Su nombre es Lotte. Se conocieron camino a un baile al que se dirigía Werther acompañando a otra mujer. La tía de ella, que también viajaba con ellos, le había advertido que no se enamorara de Lotte, puesto que estaba comprometida. Al llegar a la fiesta, los reciben Audran y N.N.. Luego de bailar y conversar con Lotte, Werther no puede evitar enamorarse de ella de inmediato.
Mientras Werther y Lotte bailan, una mujer dirige su mirada a ella y pronuncia el nombre “Albert”. Lotte le explica a su pareja de baile que aquel hombre es su prometido. Esto, a pesar de no ser una novedad para Werther, le provoca dolor y lo confunde. Ambos regresan juntos del baile. Él le ruega ir a visitarla ese mismo día, y ella acepta.
A partir de este momento, Werther visita con frecuencia a Lotte y a sus hermanos. Se siente feliz y disfruta jugando con los niños, a quienes admira: cree que los adultos deberían imitarlos. Por su parte, Lotte, durante un tiempo, visita con frecuencia a la moribunda M…, quien desea pasar sus últimos días en compañía suya.
En una de los paseos que realizan Werther y Lotte, visitan al párroco de St…, un pequeño pueblo. Allí hay dos enormes nogales que atraen la atención de Werther, y el párroco narra la historia de esos árboles. Uno de ellos fue plantado por su antecesor, el padre de su esposa. Posteriormente, Werther y Lotte dan un paseo junto a Friederike, la hija del párroco, y su novio, el señor Schmidt, quien se muestra de malhumor. Más tarde, los cuatro meriendan junto al párroco. La conversación gira en torno a los estados de ánimo, y Werther opina que es posible dominarlos y que carece de sentido desperdiciar los días con malhumor, sobre todo en el caso de los jóvenes.
Durante el mes de julio, los encuentros entre Werther y Lotte son muy frecuentes. El joven pasa gran parte del tiempo pensando en ella con devoción y casi ha perdido la capacidad de realizar otras actividades. Wilhelm le sugiere que trabaje con un consejero en otra ciudad y que no abandone la pintura. Werther se niega a ser un subordinado. Respecto al dibujo, afirma que se ha dedicado poco a eso en el último tiempo.
En la carta del 30 de julio, Werther explica su propósito de reducir sus visitas a Lotte. Sin embargo, no lo consigue: todos los días encuentra un motivo para regresar a su casa.
Análisis
Estos son los días más felices de Werther. En su carta del 16 de junio de 1771, describe a Lotte y su primer encuentro con ella. Cabe señalar que ya se habían insinuado las características distinguibles de ella, aun antes de que Werther la conozca, cuando, en una carta previa (del 17 de mayo), él se refiere a un funcionario administrativo del principado que ha conocido y de cuyos hijos se dice que la mayor es la que más se destaca. Como después sabremos, se trata de Charlotte S., a quien en adelante se refiere con el nombre Lotte.
Werther presenta a Lotte como un “ángel”; esta es la primera palabra con la que se refiere a ella en la carta que le escribe a su amigo, después de conocerla. El narrador recurre en muchas oportunidades al tópico literario de la Donna angelicata para describir las condiciones únicas de Lotte. Mediante este tópico, se le atribuye a la mujer amada un carácter angelical, por su belleza y perfección espiritual. En esta ocasión, Werther afirma: “(…) no estoy en condiciones de decirte de qué manera es perfecta y por qué es perfecta” (p. 21). Más adelante, se refiere al estado de felicidad en el que quedó absorto luego de que ella accediera a su petición de volver a visitarla ese mismo día, concluyendo con estas palabras su carta: “Desde entonces, el sol, la luna, las estrellas pueden hacer lo que quieran, yo no sé si es de día o de noche, el mundo entero se desvanece a mi alrededor” (p. 32). Es curioso notar que la descripción de su estado de embriaguez sentimental en este pasaje podría confundirse con la descripción de un suicidio. Pero, además, es necesario tener en cuenta lo que Werther señala precisamente en su carta anterior a propósito de la percepción de las personas enamoradas: tras su encuentro con el campesino enamorado apasionadamente de una mujer, Werther decide no conocer en persona a la dama, pues advierte que, en realidad, podría ser muy diferente a como la describe su amante: "(…) si lo pienso bien, evitaré ese encuentro. Es mejor que la vea a través de los ojos de su amante. Puede ser que ante mi mirada no aparezca tal como la estoy viendo ahora y ¿por qué he de arruinar esa bella imagen?" (p. 21) Con esto finaliza la carta anterior a la que Werther presenta a Lotte, y esto debería prevenir al lector sobre la posible distorsión de la percepción que el propio Werther tiene de ella. Se hace necesario, entonces, tomar cierta distancia respecto de su punto de vista y leer sus palabras manteniendo una vigilancia escéptica. En este sentido, podemos considerar a Werther un narrador poco fiable. Además, Werther señala, en esa misma carta, que el estado emocional afecta la capacidad de expresarse: “Estoy contento, soy feliz, y por lo tanto, un mal cronista” (p. 21).
Por otro lado, también en esa carta, Werther vuelve a advertirnos (como en su carta del 30 de mayo) sobre la ineficacia del lenguaje para transmitir el sentido exacto de las ideas: “Todo esto que te cuento es incoherente, palabras vacías, odiosas abstracciones que no expresan un ápice de lo que deberían ser” (p. 22). Esta apreciación, por lo tanto, nos invita a buscar más allá de las palabras del narrador el sentido de los acontecimientos que está narrando.
Además, Werther demuestra poseer un carácter propenso a exaltarse, y en ocasiones sus actos contradicen sus palabras. Cuando reprende al señor Schmidt por su malhumor, pronuncia su discurso con tal vehemencia que, irónicamente, parece adquirir un furor colérico. Él afirma que su “corazón estaba desbordante” (p. 40), y su arrebato culmina cuando sus ojos se llenan de lágrimas y se ve obligado a retirarse. A propósito, Werther escribe: “En el camino de regreso [Lotte] me regañó cariñosamente advirtiéndome que la excesiva pasión me iba a llevar a la ruina y que debía cuidarme. ¡Oh, qué ángel! ¡Tú eres la razón de mi vida!” (pp. 40-41).
Werther valora la sensibilidad y la moderación de Lotte. Además, ella posee un carácter maternal. Como podemos observar en el pasaje anterior, ella lo regaña “cariñosamente”. Lotte desempeña también el papel de madre de sus hermanos menores, ya que su propia madre los dejó a su cargo antes de morir. Por otro lado, desempeña el papel de un ángel o de una intercesora en su comunidad: por ejemplo, la moribunda señora M… “quiere que Lotte la acompañe en los últimos momentos” (p. 36). Así, ella se presenta, por todas sus cualidades, como quien podría “salvar” a Werther de su destino trágico, si él escuchara su advertencia y moderara su carácter.
Por otro lado, un tópico literario que aparece recurrentemente en esta primera parte de la obra, en el libro primero, es el Beatus Ille (“Dichoso aquel que”). Este tópico consiste en una alabanza a la vida sencilla del campo, en oposición a la vida de la ciudad. Ya vimos en el análisis precedente que, a Werther, la ciudad le desagrada. Él admira a la gente del campo, cuya presencia, según afirma, atempera sus sentidos, como, por ejemplo, a la madre de los niños que ha retratado, de quien dice: “(…) una criatura así, que con una serena felicidad recorre el estrecho círculo de su existencia, y busca día tras día soluciones a sus cosas, que ve caer las hojas de los árboles y no piensa en nada, salvo que se está acercando el invierno” (p. 19). En su carta de su carta del 21 de junio insiste con este tópico:
Qué dichoso soy de que mi corazón le sea permitido gozar del más simple e inocente regocijo que puede sentir un hombre que ha cosechado un repollo, que ha cultivado él mismo, y no solo se delata con el repollo, sino también con el recuerdo de aquellos días, las bellas mañanas en las que lo plantó, las apacibles tardes en las que lo regó y se alegraba de verlo crecer (p. 34)
Sin embargo, su forma de vida se encuentra en las antípodas de esta vida que idealiza y admira.
Por último, en este apartado de cartas sobran indicios de que la situación en que se encuentra Werther no continuará siendo tan feliz. Quizás el momento más elocuente en este sentido ocurre cuando Werther intenta dibujar el retrato de Lotte, pero pronto se da por vencido y se conforma con dibujar su silueta. Esto se ajusta a la teoría estética del protagonista, de que la belleza se captura mejor en su estado natural, y recuerda lo que había afirmado poco tiempo antes, en su carta del 26 de mayo, luego de sentirse satisfecho con su retrato de los dos niños: “Esto confirmó mi propósito de atenerme, en el futuro, solo a la naturaleza. Solo ella es infinitamente rica y solo ella es capaz de crear a un gran artista” (p. 17). Pero su fracaso en el intento de retratar a Lotte también presagia la llegada de Albert, quien la reclamará como su esposa. Efectivamente, entonces, Werther tendrá que conformarse únicamente con su sombra.