Resumen
Esta última sección está compuesta principalmente por el relato del editor, en el que se incluyen tres cartas de Werther, fechadas el 12, 14 y 20 de diciembre de 1772.
El editor se ha esforzado en reunir la mayor cantidad de testimonios y cartas posibles para informar al lector sobre los últimos días de Werther. Explica que este se encuentra cada vez más angustiado y que han aumentado sus pensamientos negativos hacia Albert, a pesar de que mantiene su amistad con él.
Durante sus últimos días, Werther se entera de que el campesino enamorado de la viuda para la que trabajaba asesina al hombre que lo había reemplazado en su puesto laboral. Werther siente mucha empatía con el asesino; cree comprender los móviles de su crimen e intenta salvarlo de la condena interviniendo a su favor ante un funcionario público. A pesar de su alegato, el funcionario desestima la posibilidad de dejar al acusado en libertad, y Albert, que también se encuentra en la sala, apoya esta decisión. Esto último irrita aún más a Werther, sobre todo porque sospecha que en las palabras de su amigo hay una alusión directa hacia él.
Por otro lado, Albert, cansado de las visitas frecuentes de Werther a Lotte y de los comentarios que esto suscita entre las personas del pueblo, le pide a su esposa que se distancie de su amigo. Además, a partir de entonces, Albert elude las conversaciones en torno a Werther.
El editor encuentra, entre los papeles de Werther, algunos escritos sin fechar en donde se anticipa su suicidio. El domingo previo a Navidad, Werther visita a Lotte, y ella le pide que no regrese hasta la Nochebuena. Él se muestra vacilante y luego afirma que no volverá. Lotte insiste en que él debe moderarse, le ruega que encuentre a otra mujer y que regrese con ella, para poder seguir manteniendo entre ellos una auténtica amistad. Werther regresa consternado a su hogar y, al día siguiente, escribe una carta para Lotte que ella no recibirá hasta después de la muerte de él. En ella explica los motivos por los que ha decidido suicidarse.
Ese mismo día, Albert se encuentra de viaje y Lotte advierte que va a extrañar la compañía de su amigo. En ese momento, Werther regresa a visitarla, incumpliendo la petición de ella. Lotte le propone entonces que lea la traducción de los versos de Ossian que él mismo ha elaborado, y ambos lloran conmovidos con la lectura. Luego se abrazan y se besan. Lotte, temblando de amor e ira, se separa de él y le asegura que no volverá a verla.
Esa noche, a través de su criado, Werther le pide a Albert sus pistolas con el pretexto de que va a realizar un viaje, y este le indica a Lotte que se las entregue. Ella vacila y lo hace, temiendo el desenlace funesto que esto podría provocar. Werther recibe las pistolas y se alegra al saber que fue Lotte quien se las entregó a su criado. Luego, resuelve algunos asuntos pendientes, le escribe a Wilhelm y a Albert despidiéndose, y continúa escribiendo la carta dirigida a Lotte. En ella pide que lo entierren con la ropa que usó la noche del baile en que la conoció, y con las cintas rosadas que Lotte llevaba esa noche guardadas en el bolsillo. A las doce de la noche se dispara en la cabeza. A la mañana siguiente, lo encuentra agonizante su criado y corre a buscar al médico y a comunicar la noticia a Albert. Lotte escucha la noticia y se desvanece.
Cuando el médico llega, Werther ya no tiene salvación. Sobre su atril encuentran un ejemplar abierto del libro Emilia Galotti. Acomodan a Werther en su cama y se despiden de él el funcionario y sus hijos mayores con profundo dolor. A las doce del mediodía Werther expira y lo sepultan al anochecer. Albert no acompaña el féretro, y se teme por la vida de Lotte.
Análisis
En esta última sección, el editor toma la palabra. Su voz es semejante a la de un narrador testigo, pero deviene en narrador omnisciente por momentos. Podemos observarlo, por ejemplo, en este caso, cuando explica que Werther fue a buscar a Lotte a la casa de su padre y, a propósito del estado de ánimo del protagonista, comenta: “(…) sentía en el alma una presión sofocante, las tristes imágenes se habían apoderado de él, y el único movimiento que registraba su mente era el pasar de un pensamiento doloroso a otro” (p. 114).
El narrador hace explícito su esfuerzo por organizar la historia de manera coherente para el lector y presenta pruebas que justifican su explicación de los hechos. Por ejemplo, leemos: “Los testimonios más fehacientes de su desconcierto, de su pasión, del infatigable afán por hacer y buscar, de su hastío de vivir, se encuentran en algunas cartas que ha dejado y que queremos intercalar en este lugar” (p. 118). Más adelante, incluso, cuando expone las cartas que muestran que Werther había tomado la decisión de suicidarse, aclara al lector que debe interpretar en ellas el “doble sentido” (p. 121) de las palabras de su autor.
Este afán por documentar los hechos con exactitud parece estar en las antípodas de la idea wertheriana de la creación de una obra, más ligada a la espontaneidad. El editor, en cambio, se acerca en la construcción de su relato a los procedimientos científicos. Es un organizador, un recolector de datos y, podríamos decir, un analista del sufrimiento. El editor, por lo tanto, enfatiza el papel que juega la deliberación, no la espontaneidad, en la construcción de una obra.
Por otro lado, este narrador aporta una perspectiva distinta sobre la historia de Werther, la cual el lector ya conoce parcialmente, narrada en primera persona por la voz de su protagonista. El editor, cuya identidad nunca se revela, presenta la historia con más distancia, puesto que él no está involucrado directamente en los hechos que narra. Cuando él toma la palabra, podemos notar algunas diferencias respecto a la versión precedente. Por ejemplo, Lotte toma una dimensión más humana, carente de la perfección que le atribuía Werther. En el relato del editor observamos que ella presenta contradicciones, tiene dudas y temores, y vacila sobre qué conducta seguir en ciertas ocasiones. Según este relato, ella cree que su alejamiento de Werther puede dejar un profundo vacío en su vida, pero su afecto por él no pone en crisis sus sentimientos hacia Albert. Así lo podemos ver, en esta versión, cuando ella piensa sobre Werther: “¡Oh, si en ese instante hubiese podido convertirlo en su hermano, qué feliz habría sido! De haber podido casarlo con una de sus amigas hubiese mantenido hasta la esperanza de volver a restablecer la relación con Albert” (p. 127).
Por otro lado, también podemos observar cómo la versión del editor presenta una perspectiva diferente respecto de las condiciones climáticas y de las características que le atribuye Werther al clima invernal. Por ejemplo, el editor afirma: “Era un precioso día de invierno, había caído -con abundancia- la primera nieve; toda la región estaba cubierta” (p. 113); “El buen tiempo, despejado, poco pudo influir en su estado de ánimo sombrío (…)” (p. 114); “La tarde era agradable y el tiempo anunciaba la proximidad del deshielo (…).” (p. 117). En cambio, en la misma época, Werther escribe: “(…) salgo a deambular por los terribles escenarios nocturnos de esta inhumana estación”(p. 119). Esto permite ver un fuerte contraste entre ambas perspectivas y, además, parece sugerir que Werther es un narrador en el que no podemos fiarnos completamente.
En la parte final de la novela se añade otra muerte, a las que señalamos en la sección precedente. El campesino con quien Werther se había identificado, y cuyo destino comparaba al suyo (p. 94), asesina al hombre que ocupó su lugar junto a la viuda para quien trabajaba. A propósito de esto, también podemos observar que cuando Werther exclama: “Ya no tienes salvación, desdichado. Soy consciente de que somos los dos los que no tenemos salvación” (p. 117), él también está presagiando su propio destino.
La inundación del valle a la altura de Wahlheim es otro presagio funesto sobre el destino de Werther. De alguna manera, el paisaje que él había admirado, y al que se refiere con frecuencia en el libro primero, muere en la segunda parte: “los campos y las praderas y los arbustos y todo lo que hay en el valle” (p. 119) quedan anegados. El paisaje sumergido también contrasta con los días de calor en compañía de Lotte: “Lleno de nostalgia busqué un rincón en el que durante un paseo en un día caluroso había descansado con Lotte, debajo de un sauce. Pero también estaba anegado (…)” (Ídem.). Ese “espectáculo terrible” (Ídem.) suscita finalmente en Werther la idea del suicidio: “Estaba parado frente al abismo, con los brazos abiertos, respirando desde lo más hondo, muy hondo, y me perdí en el deseo de tirarme allí abajo con todas mis penas, con mi sufrimiento” (Ídem.).
Finalmente, la lectura de los poemas de Ossian preludian del desenlace fatal. Ossian es el supuesto autor de un ciclo de poemas épicos que habían sido publicados por el poeta escocés James Macpherson entre 1761 y 1765, quien aseguraba haber recopilado y traducido el material de fuentes antiguas en gaélico escocés. Aunque la autenticidad de la obra luego fue puesta en duda, los poemas de Ossian fueron famosísimos entre los miembros del Sturm und Drang y los románticos, en quienes tuvo una notoria influencia. Goethe mismo tradujo al alemán algunos de sus poemas, como acá podemos observar que lo hace Werther.
Los pasajes que lee el protagonista corresponden a los poemas “Canciones de Selma” y “Barrathon”. Como podemos ver, en ellos predominan la noche, la tormenta, el viento, los lamentos, la muerte. Lotte y Werther se sienten identificados con el destino trágico de sus héroes: “En el destino de los nobles veían reflejada la propia desdicha, sus lágrimas se entremezclaron” (p. 136). El último fragmento culmina con estas palabras: “Pero se acerca la hora en que me he de marchitar, cercana está la tormenta que hará caer mis hojas. Mañana se acercará el peregrino, aquel que me vio en mi hermosura. Sus ojos me buscarán en torno de sí, pero no me encontrará” (pp. 136-137). En ese momento, Lotte siente “el presentimiento de la terrible decisión” (p. 137), y a continuación ocurre el clímax de la obra, cuando los protagonistas se besan, en medio del estremecimiento y el llanto.
A continuación se precipita el desenlace de la novela. En la carta que Werther le escribe a Lotte antes de suicidarse, cita una a una las palabras que le había dirigido tiempo atrás, en septiembre de 1771, en la víspera de su partida de Wahlheim, “nos volveremos a ver” (p. 69), cuando los protagonistas conversaban en torno al tema de la muerte y el reencuentro en el más allá, por lo que las palabras de Werther, en esta ocasión, sugieren que el protagonista confía en la felicidad junto a Lotte en otra vida. Al final de la novela, la muerte del protagonista y las circunstancias que la rodean se narran con oraciones cortas y un lenguaje sobrio, distante y fáctico, que contrasta fuertemente con el estilo de las cartas de Werther y, aún más, con el de los poemas ossiánicos.