"(...) la actual estación del año, que es la de la juventud, me templa el corazón (...)".
Werther se vincula emocionalmente con el ciclo natural de las estaciones. Los diferentes climas guardan una relación estrecha con los estados anímicos y las experiencias del protagonista a lo largo de toda la novela. En este pasaje, que corresponde a su primera carta (4 de mayo de 1771), Werther pone de manifiesto cómo lo afecta positivamente la estación primaveral. La primavera y el comienzo del verano son temporadas que se asocian a la esperanza y a la felicidad, y coinciden, en la primera parte de la obra, con los estados emocionales más alegres de Werther.
"Soy tan feliz, mi buen amigo, inmerso en la sensación de una existencia tan apacible, que hasta mi quehacer artístico comienza a declinar".
Werther reflexiona con frecuencia sobre el arte y las posibilidades de componer obras artísticas. En este pasaje, el protagonista observa que los estados emocionales pueden afectar la capacidad creativa. De manera análoga, más adelante explica que la exaltación del ánimo obstaculiza su capacidad de expresarse: “Estoy contento, soy feliz, y por lo tanto, un mal cronista” (p. 21).
"(...) por más prisionero que esté, en su corazón mantendrá siempre el dulce sentimiento de la libertad y de que puede abandonar esta celda cuando quiera".
Esta es la primera alusión al suicidio que aparece en la novela. Werther defiende el suicidio y, como observamos en la cita, lo considera una forma de liberación. Más adelante reafirma su posición en una discusión con Albert, quien, por el contrario, lo considera un acto de cobardía. A propósito, Werther afirma que no se trata de si alguien "es débil o fuerte, sino solo de si es capaz de soportar su grado de sufrimiento, ya sea moral o físico" (p.57). Werther muestra indicios de que es proclive a una conducta suicida en repetidas ocasiones, y estas pueden ser leídas como un presagio del desenlace de la novela.
"Que los niños no saben lo que quieren, en eso coinciden tanto pedagogos como maestros, pero que los mayores deambulan por esta tierra igual que los niños, sin saber de donde vienen ni adónde van, (...), eso no lo quiere reconocer nadie, y a mí, sin embargo, se me hace tan evidente".
El tema de la infancia es ambivalente en esta novela. Por un lado, Werther destaca frecuentemente las cualidades positivas de los niños y demuestra tener una gran afinidad con ellos. Pero, por otro lado, el carácter infantil adquiere en muchas ocasiones una connotación negativa. En este caso, por ejemplo, Werther compara a los adultos con niños por la ignorancia con que viven. Además, en otras oportunidades, Werther se compara con un niño para demostrar su incapacidad de afrontar la realidad o su necesidad de atención.
“(...) toda regla artística destruirá el genuino carácter de la naturaleza y su auténtica expresión”.
Este pasaje muestra uno de los aspectos principales de la forma en que Werther concibe la creación artística. En oposición a la teoría estética dominante, que sostenía que las obras debían componerse según reglas predeterminadas, Werther afirma el carácter espontáneo de la creación y cuestiona las restricciones que el sometimiento a las reglas supone. Además, confía en que la naturaleza es una fuente genuina de inspiración, como podemos observar en esta cita: "Esto confirmó mi propósito de atenerme, en el futuro, solo a la naturaleza. Solo ella es infinitamente rica y solo ella es capaz de crear a un gran artista" (p. 17).
"Los niños se han acostumbrado a mí (...). Han ganado confianza, me cuentan muchas cosas, y me deleito sobremanera con sus pasiones y sus simples arrebatos de deseos cuando se juntan con otros chicos de la aldea".
En esta ocasión, Werther destaca las emociones exaltadas de los niños y sus arrebatos. Como vimos, el protagonista siente afinidad con ellos y en ocasiones compara sus actitudes con las de un niño. Una de las características que comparte con ellos es, precisamente, su carácter pasional. En la mayoría de los casos, las emociones determinan el comportamiento del protagonista, por encima del pensamiento racional, y él es consciente de esta tendencia.
"(…) si lo pienso bien, evitaré ese encuentro. Es mejor que la vea a través de los ojos de su amante. Puede ser que ante mi mirada no aparezca tal como la estoy viendo ahora y ¿por qué he de arruinar esa bella imagen?"
Con estas palabras, Werther señala que la percepción del amante puede estar distorsionada respecto a la persona amada. En este caso, se refiere al campesino enamorado de una mujer para la que trabaja, pero su observación debe prevenir al lector sobre la propia percepción de él cuando se refiere a Lotte de manera idealizada. En este sentido, es sugerente que estas palabras cierren la carta inmediatamente anterior a aquella en la que Werther le relata a Wilhelm su primer encuentro con ella.
"(...) mi corazón, mi único orgullo, fuente sin igual de todas mis fuerzas, de toda dicha y toda desventura".
El intelecto y las emociones son fuerzas en conflicto en esta obra, y Werther suele inclinarse por las últimas. El corazón, en este caso, simboliza las pasiones. Werther se deja dominar por ellas, y ellas son las que lo impulsan. Por eso lo caracteriza como la "fuente sin igual de todas mis fuerzas". Pero, además, sus pasiones son, al mismo tiempo, fuente de felicidad y de desdicha. Por ejemplo, el amor apasionado y desmedido que siente por Lotte, al comienzo le proporciona a Werther momentos de felicidad, pero finalmente le causa sufrimientos y lo conduce al suicidio. Werther también se refiere a esta contradicción cuando afirma: “¿Por qué será que lo que colma de felicidad al hombre es al mismo tiempo también fuente de sus desgracias?” (p. 61).
"Tal como a la naturaleza le está llegando el otoño, el otoño se está apoderando de mí y de lo que me rodea (...)".
Este pasaje da cuenta, nuevamente, de la identificación del protagonista con la naturaleza y con el ciclo natural de las estaciones. En este caso, se trata de los últimos días de Werther, cuando su ánimo y sus esperanzas han declinado. De manera análoga a la situación del protagonista, la caída de las hojas de los árboles en otoño trae aparejada la premonición de la muerte.
“¡Dios que estás en los cielos!, ¿entonces es así como dispones del destino del hombre, que solo es feliz antes de usar la razón y después, cuando la vuelve a perder?”
Werther reflexiona a menudo sobre la felicidad. Tras su encuentro con Heinrich, un hombre que ha enloquecido y cuyo recuerdo de felicidad coincide con el tiempo en que estuvo más enajenado, llaga a la conclusión de que los seres humanos solo son felices "antes de usar la razón" (en su infancia), y después de perderla. Desde su perspectiva, la felicidad y la razón parecen irreconciliables. Es significativo, además, que Werther admire a los niños y no se sienta alejado ni de ellos ni de los locos. A propósito de esto último, en una carta anterior afirma: "Más de una vez estuve embriagado, mis pasiones nunca estuvieron muy lejos de la locura, y no me arrepiento de lo uno ni de lo otro" (p. 56).