El ruido seco de las sogas y el sonido sordo de la tierra golpeando sobre el cajón (Imagen auditiva)
En más de una oportunidad, Werther se refiere a la ineficacia del lenguaje para transmitir ideas y sentimientos. La distancia que encuentra entre lo que quiere expresar y las palabras que le ofrece el lenguaje para hacerlo se acrecienta en sus últimos días. Finalmente, en la carta de despedida que le dirige a Lotte, Werther siente que las palabras pierden todo significado, son "un sonido vacío" (p. 138), y por eso recurre a otros sonidos para transmitir sus ideas y sentimientos. En este caso, la escena del entierro de su amiga y los sonidos de las sogas y las paladas de tierra, le sirven a Werther para nombrar aquello para lo cual no encuentra palabras:
¡Dejar de ser! ¿Qué significa? ¡Otra de esas palabras! Un sonido vacío, sin mayor importancia para mi corazón. Muerto. ¡Lotte! Sepultado en la tierra fría, tan estrecho, tan oscuro. Tuve una amiga que lo fue todo para mí en mi cándida juventud. Murió y acompañé el féretro, me quedé junto a la tumba para ver cómo descendían el ataúd y el ruido seco de las sogas cuando lo soltaron y volvieron a ser recogidas hacia arriba, después, la primera palada de tierra, otro sonido sordo al golpear la tierra sobre el cajón, una y otra vez, hasta quedar cubierto. Me dejé caer junto a la tumba, conmovido, estremecido, angustiado, desgarrado en lo más íntimo de mi ser. No supe lo que me estaba pasando, lo que me pasará. ¡Morir!, ¡sepulcro!, ¡ya no entiendo estas palabras! (pp. 138-139)
El paisaje
En esta obra, la descripción del paisaje refleja frecuentemente el estado anímico de Werther. Al comienzo de la novela, cuando el protagonista experimenta días de gran regocijo, los paisajes que describe reflejan la belleza y la armonía del entorno natural. Además, estos espacios adquieren un carácter sagrado, como podemos observar en su carta del 10 de mayo de 1771:
Cuando veo la bruma que se levanta del valle y el sol que llega hasta la impenetrable oscuridad del bosque, y tan solo unos pocos rayos se filtran al recinto sagrado, y yo acostado entre el alto matorral al lado del arroyo, descubro a mi lado, en la tierra, la diversidad de mil hierbas; cuando veo la ebullición en el minúsculo mundo de la maleza, la infinita e inmensa variedad de insectos, de mosquitos, y los siento cercanos a mi corazón, y siento la presencia del Todopoderoso, que nos creó según su imagen y semejanza, y siento el hálito del amor divino, el que con eterna fruición nos sostiene y mantiene flotando (…). (pp. 7-8).
Más tarde, en las descripciones de Werther, el paisaje se vuelve más sombrío en la medida en que sus pensamientos y sentimientos se alteran y se ensombrecen. Por ejemplo, luego de la llegada de Albert, el desánimo y la soledad que siente el protagonista se transfieren al paisaje:
Ante todo tienes una gran vista entre los castaños. Ah, me acuerdo, creo que te lo he contado en varias ocasiones, cómo te ves encerrado por altos cercos de hayas y cómo la alameda, al toparse con un bosquecillo de arbustos, te va cubriendo con sus sombras, hasta llegar a un pequeño solar cerrado que alberga todos los matices de la soledad (p. 68).
Finalmente, en los últimos días de Werther, coincidiendo con el momento en que él experimenta desasosiego y angustia, el paisaje se presenta completamente anegado y destruido:
Anoche tuve que salir. De pronto había comenzado el deshielo. Escuché que el río se había desbordado, que los arroyos cargaban mucha agua y que mi querido valle empezaba a anegarse a la altura de Wahlheim (…). Lleno de nostalgia busqué un rincón en el que durante un paseo en un día caluroso había descansado con Lotte, debajo de un sauce. Pero también estaba anegado, Wilhelm, apenas si pude reconocer el sauce. ¡Y todos los campos alrededor de la cabaña de los cazadores! ¡Cómo habrá quedado afectada por las torrentosas olas nuestra glorieta!, pensé (pp. 119-120).
El clima tormentoso
En esta novela, el clima tormentoso funciona como augurio del futuro desgraciado de Werther y coincide con la perturbación de su estado anímico. La noche del baile en la que los protagonistas se conocen, luego de que una señora menciona el nombre de Albert, y de que Werther comprende que se trata del prometido de Lotte, se precipita la tormenta:
Me perturbó, y confundido me mezclé entre la pareja impar, con lo que se desequilibró el baile, se arruinó, y fue necesaria toda la presencia de Lotte, tironeo y forcejeo, para volver a ordenarlo de nuevo. La danza no había terminado aún cuando los rayos que estábamos viendo hacía ya rato en el horizonte y a los que yo había declarado como simples refucilos, se incrementaron y los truenos empezaron a acallar la música (p. 29).
Más tarde, al final de la novela, la tormenta que se describe coincide con el momento de mayor sufrimiento del protagonista. La descripción del “espectáculo terrible” (p. 119) y del “tormentoso caudal de agua” (ídem.) refleja los sentimientos perturbados de Werther, cuando se encuentra próximo al suicidio. En efecto, el editor introduce la carta en la que Werther describe la tormenta (fechada el 12 de diciembre) como prueba del declive de su estado emocional. Así lo podemos observar en el párrafo que precede a la carta: “Los testimonios más fehacientes de su desconcierto, de su pasión, del infatigable afán por hacer y buscar, de su hastío de vivir, se encuentran en algunas cartas que ha dejado y que queremos intercalar en este lugar” (p. 118).