Las penas del joven Werther

Las penas del joven Werther Resumen y Análisis Libro Primero: Cartas 4 de mayo - 30 de mayo de 1771

Resumen

Esta sección está compuesta por diez cartas, las cuales están fechadas el 4, 10, 12, 13, 15, 17, 22, 26, 27 y 30 de mayo de 1771.

En el comienzo de la obra, un editor se dirige al lector para explicar que reunió las cartas que se presentan a continuación para dar a conocer la historia del “desdichado” (p. 3) Werther. Asimismo, expresa su deseo de que ellas sirvan de consuelo a quienes se sientan aquejados por las mismas penas de su autor.

En la primera carta, fechada el 4 de mayo de 1771, Werther le escribe a su amigo Wilhelm manifestando la felicidad que le produce estar de viaje. El protagonista se marchó de su ciudad para encargarse de solucionar un conflicto familiar entre su madre y su tía a causa de una herencia. Asimismo, aprovecha la ocasión para alejarse de Leonor, una mujer que está enamorada apasionadamente de él, pero por quien él no siente lo mismo.

Werther disfruta la soledad en los alrededores de la ciudad en la que se encuentra. Es primavera y se siente fascinado por las flores, los árboles, los aromas, los insectos. Cree que esta belleza y las sensaciones que generan en su interior no se pueden plasmar en palabras. Tampoco se siente capaz de dibujar, a pesar de que eso es a lo que se dedica.

Werther, quien muchas veces se sintió acongojado y melancólico en su pasado, vive días de plenitud, lee a Homero, conoce y comparte momentos de alegría con la gente del lugar, y se relaciona con los niños. Opina que los seres humanos son similares en todas partes: ocupan su tiempo en vivir, y lo poco que les queda de libertad les produce miedo. Comenta que conoció a un joven, V., egresado de la universidad, quien le habló con entusiasmo de los libros que leyó sobre teorías del arte, y a un funcionario administrativo del principado, S…, que tiene ocho hijos, de los cuales la mayor parece destacarse.

En la carta del 22 de mayo continúa reflexionando sobre las personas. Piensa que el ser humano no sabe lo que quiere, que está muy limitado en su fuerza creadora, y que los más felices son aquellos que, como los niños, viven el presente. Afirma que el hombre, por más prisionero que se sienta, siempre tiene el consuelo “de que puede abandonar esta celda cuando quiera” (p.15).

Werther disfruta de una pequeña localidad llamada Wahlheim, a una hora de la ciudad. Observa a dos niños, Phillips y Hans, jugando y decide dibujar la escena. Afirma que, en el futuro, se basará en la naturaleza para sus obras, ya que solo ella “es capaz de crear un gran artista” (p. 17). Cree que las reglas limitan la creatividad del artista y su capacidad de representar el carácter genuino de la naturaleza.

En Wahlheim, además de a los niños y a su madre, Werther conoce a un campesino. Este le cuenta su historia: está enamorado de la viuda para la que trabaja. Werther se conmueve por el grado de amor y deseo que el hombre muestra sentir por aquella mujer.

Análisis

La novela comienza con la nota de un editor ficcional, la cual es importante porque cumple la función de marco de la novela. Mediante sus palabras, anticipa que el protagonista, Werther, tiene un destino desafortunado, e invita al lector a buscar consuelo en su historia, si acaso padece sufrimientos semejantes. Además, la nota introductoria, del mismo modo que las notas que se ofrecen al final de la novela, funciona como un recurso para enfatizar la idea de veracidad de los hechos que se presentarán a continuación. La novela se introduce así como un conjunto de escritos que un editor recopiló, sabiendo que se trata de un material interesante y acaso útil, que entrega al lector para que reconstruya los hechos: “He recogido con esmero todo lo que he podido encontrar de la historia del desdichado Werther, y se lo entrego a ustedes, con la certeza de que me lo agradecerán” (p. 3).

Todas las cartas que se presentan a continuación están escritas por Werther y dirigidas a Wilhelm. El nombre del destinatario aparece mencionado por primera vez en la carta del 22 de mayo de 1771: “(…) todo esto, Wilhelm, me enmudece” (p. 14). A diferencia de otras novelas epistolares, anteriores a esta obra, el lector solo accede a las cartas de uno de los dos participantes de la correspondencia, por lo que debe reconstruir, a partir de ellas, parte del intercambio.

Las cartas de las primeras semanas nos brindan un retrato bastante completo de Werther, quien no presenta grandes cambios a lo largo de la novela. Incluso la posibilidad de su suicidio está sugerida desde el inicio de la obra, en la carta del 22 de mayo, cuando Werther afirma que un hombre, “por más prisionero que esté, en su corazón mantendrá siempre el dulce sentimiento de libertad y de que puede abandonar esta celda cuando quiera” (p. 15).

Sin embargo, en las primeras cartas que escribe, Werther casi siempre se muestra feliz. Además, manifiesta estar satisfecho con el entorno en el que vive. Por ejemplo, en la primera carta afirma: “Por cierto, me encuentro muy bien acá, la soledad es un bálsamo precioso para mi corazón en este lugar paradisíaco (…).” (p. 6). También en esta carta establece una oposición entre el entorno natural, cuya hermosura le parece indescriptible, y la “desagradable” (Ídem.) ciudad.

Por otra parte, Werther proporciona los fundamentos de su teoría del arte, la cual describe extensamente en su carta del 26 de mayo. La teoría estética dominante en el momento de la publicación de la novela sostenía que las obras de arte debían regirse por reglas. Werther admite que hay algo de verdad en esta opinión, pero sostiene que la belleza verdaderamente conmovedora proviene de la naturaleza misma, y se destruye si se la somete a las reglas establecidas para la composición artística. Esta profunda comunión del artista con la naturaleza es característica del movimiento alemán Sturm und Drang (que podemos traducir como “Tormenta e ímpetu”), del cual la novela Las penas del joven Werther es un exponente notable. Este movimiento nació en Alemania el siglo XVIII, ligado al triunfo de la filosofía idealista. En él se exalta al individuo y a la inspiración como fuerza creadora, mientras que se rechazan las reglas y preceptos impuestos a la creación artística, así como los cánones de belleza fijos. En las opiniones de Werther podemos observar un estrecho vínculo con las ideas rectoras de este movimiento:

Esto confirmó mi propósito de atenerme, en el futuro, solo a la naturaleza. Solo ella es infinitamente rica y solo ella es capaz de crear a un gran artista. Se podrán decir muchas cosas positivas sobre las reglas (…). Alguien que se guíe por ellas no podrá producir algo pésimo o de mal gusto (…). Pero, y se podrá decir lo que se quiera, toda regla artística destruirá el genuino carácter de la naturaleza y su auténtica expresión (p. 17).

También en esta novela observamos muchos de los elementos característicos de un movimiento posterior, el Romanticismo, cuyas raíces se hallan fuertemente vinculadas al Sturm und Drang. El protagonista presenta algunos rasgos propios de los héroes románticos, como pensamientos y comportamientos que lo acercan a la figura del rebelde: en muchos casos, muestra reticencias respecto a las normas sociales y, también, respecto a los preceptos y reglas del arte, como vimos anteriormente. Además, valora los sentimientos por encima de la razón, y se deja dominar, en numerosas ocasiones, por estos. Otras de las características que comparte con muchos personajes románticos son sus ansias de libertad, su tendencia a idealizar la realidad y su identificación con la naturaleza, en donde proyecta su estado anímico. Finalmente, la muerte y el suicidio, presentes en esta novela, también son temas tratados asiduamente en la literatura del Romanticismo.

Por último, en su carta del 30 de mayo, Werther da cuenta de las limitaciones del lenguaje para transmitir ideas y pensamientos. Este es un tema recurrente, como veremos a continuación. En esta oportunidad, a propósito de una conversación que mantuvo con un campesino, que lo dejó admirado, señala: “No, no hay palabras que pueda captar la ternura que irradiaban su forma de ser y sus gestos. Todo lo que podría escribir es muy torpe” (p. 20). En el mismo sentido, más adelante agrega, sobre lo que observó: “Todo esto solo lo puedo repetir en lo más recóndito de mi alma” (p. 21).

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