Las batallas en el desierto

Las batallas en el desierto Resumen y Análisis Capítulos 3-4

Resumen

Capítulo 3: Alí Babá y los 40 ladrones

El narrador vuelve sobre su compañero de clases, Jim. Este suele contar que su padre es un allegado al presidente, y colecciona imágenes recortadas de periódicos donde aparece. Su historia suena inverosímil, porque si su padre fuera un hombre tan poderoso, él no viviría en Colonia Roma ni asistiría a la misma escuela que el protagonista. Sin embargo, algunos compañeros de clases explican que aquello se debe a que la madre de Jim es tan solo la amante de aquel personaje que comparte el poder del presidente. Ella es una mujer joven y hermosa. Según dice Ayala, un compañero del protagonista, el verdadero padre de Jim es un periodista que se llevó a la mujer a San Francisco pero no se casó con ella, y por eso la mujer regresó con Jim y se instalaron en Colonia Roma. El narrador no hace caso a estas cosas que se cuentan de la familia de su amigo, y es uno de los pocos que lo apoyan. En general, los niños se burlan abiertamente del supuesto padre de Jim, a quien consideran un ladrón, junto al resto del séquito presidencial, a los que llaman "Alí Babá y los 40 ladrones". Sin embargo, de su madre solo hablan a espaldas del niño.

El protagonista suele pasar mucho tiempo con Jim, especialmente en el cine, a donde suelen ir con mucha regularidad. Al final del capítulo recuerda un eposidio de su infancia, cuando se largó a llorar mirando Bambi y tuvieron que sacarlo del cine.

Capítulo 4: Lugar de enmedio

El protagonista comienza el capítulo hablando de su familia. Son tantos hermanos que no puede invitar a Jim a su casa, puesto que su madre se pasa el día ordenando, cocinando y limpiando. Luego describe a su madre como una mujer de carácter fuerte, xenófoba y simpatizante de los militares, que critica fuertemente al gobierno democrático por corrupto y asegura que aquellas cosas no pasarían si hubiera un general en el poder. Su padre, por otra parte, es dueño de una fábrica de jabones que entra en decadencia debido a la competencia de los nuevos productos estadounidenses que inundan el mercado a bajos costos.

Luego, el narrador cuenta un episodio sucedido en el colegio, mientras le mostraba a Jim una novela ilustrada que tenía. Rosales, un compañero que nunca se metió con él, lo llama “puto” por estar con Jim; el narrador le responde con una nutrida cantidad de insultos y comienzan a golpearse con violencia, hasta que los separa el profesor. Ese día, cuando le cuenta el altercado a su familia y se refiere al “indio de Rosales”, su padre le enseña que no se puede despreciar a la gente por su procedencia, y que en México todos son indios, aún sin saberlo o quererlo. También le dice que si los indios no fueran al mismo tiempo pobres, nadie usaría esa palabra a modo de insulto.

En la última parte del capítulo, el narrador contrasta las visitas a casas de sus dos amigos: un día fue a lo de Harry, un niño rico que vive en las lomas, en una enorme mansión que lo sorprende. Harry va al Colegio México y no al Americano para aprender a tratar en español con la clase de gente que luego serán sus empleados. Durante la cena, los padres hablaron todo el tiempo en inglés y se burlaron del protagonista. Al día siguiente, Harry le dice que debe aprender a usar los cubiertos correctamente y a comer con la boca cerrada. Muy distinta es la experiencia del protagonista en casa de Rosales, un chico pobre que vive en una vecindad en ruinas. En la cena sirvieron quesadillas de seso, tan grasosas que al narrador le dieron asco. Finalmente, comenta que Rosales duerme en la sala de estar, porque el nuevo hombre de su madre lo echó del único cuarto.

Análisis

Estos dos capítulos profundizan tanto en la búsqueda de identidad de Carlitos como en el desarrollo del contexto sociocultural y de las narrativas que los adultos construyen para comprender e interpretar el mundo. Al mismo tiempo, el personaje de Jim cobra importancia y se menciona por primera vez a su madre, quien será un personaje importante en la novela.

El capítulo 3 está dedicado a la amistad que nace entre Carlitos y Jim, un compañero de escuela de quien los demás compañeros se burlan por diversas razones. Una de ellas es que Jim presume ser hijo de uno de los hombres más poderosos del gobierno del presidente Miguel Alemán. Como se muestra en el capítulo 2, el muchacho a menudo lleva recortes de periódico donde aparece su padre junto al mandatario para mostrarles a sus burlones compañeros como prueba de su superioridad. A través de la conducta de Jim aparece una de las narrativas adultas que influyen en la determinación de la identidad de los niños: el poder político y el estatus social de la clase que lo compone. Se trata de toda una narrativa, complejamente articulada, que los niños absorben y, aunque no puedan articular en toda su complejidad, les basta para asumir una actitud, un comportamiento y determinados valores.

En verdad, Jim y su madre, Mariana, viven solos en un departamento más bien popular y no con el padre en una casa del barrio de las Lomas. Así pues, otra de las razones para burlarse del niño, aunque sus compañeros no se la echan directamente en cara, es que Mariana es la querida —o una de las queridas— del poderoso señor. Esto introduce una nueva narrativa adulta en el mundo visto a través de los ojos de los niños: el valor de la mujer supeditado al reconocimiento del hombre; en las estructuras sociales de México de la segunda posguerra, el matrimonio y la familia patriarcal se constituyen como únicos garantes del valor de la mujer y de sus hijos, algo que recién en el siglo XXI comienza a cambiar lentamente.

Sin embargo, Carlitos es, de alguna manera, ajeno a las narrativas del mundo adulto que se vienen presentado desde el capítulo 1. Por ejemplo: no juega a las batallas en el desierto, y además, asegura, “Jim se ha hecho mi amigo porque no soy su juez” (p.25). Cabe preguntarse, entonces, por qué el narrador niño presenta esta resistencia a los discursos de los adultos, si él mismo pertenece a una familia que los repite y los perpetúa con sus actos, sus actitudes y sus enseñanzas. La familia de Carlitos estructura su vida en torno a dichos discursos y exigen que la sociedad haga lo mismo. Esto queda claro en el capítulo 4, cuando el narrador habla sobre su madre y manifiesta:

En esa época mi madre no veía sino el estrecho horizonte que le mostraron en su casa. Detestaba a quienes no eran de Jalisco. Juzgaba extranjeros al resto de los mexicanos y aborrecía en especial a los capitalinos. Odiaba la Colonia Roma porque empezaban a desertarla las buenas familias y en aquellos años la habitaban árabes y judíos y gente del sur: campechanos, chiapanecos, tabasqueños, yucatecos. (…) Su pasión era hablar de mujeres, política, automóviles. Tanto quejarse de los militares, decía, y ya ven cómo anda el país cuando imponen en la presidencia a un civil. Con mi general Henríquez Guzmán, México estaría tan bien como Argentina con el general Perón. Ya verán, ya verán cómo se van a poner aquí las cosas en 1952. Me canso que, con el PRI o contra el PRI, Henríquez Guzmán va a ser presidente” (pp.27-28).

Así, su madre repite las mismas narrativas que sus padres le han transmitido, y ella trata de enseñarle esta visión de mundo a Carlitos.

La madre, al igual que el padre, carece de nombre y está definida por los roles sociales que desempeña en su familia nuclear, es decir, como madre y esposa. Al contrario del padre, ella le da gran importancia a los valores identitarios aprendidos en su familia de origen, aquellos que la hacen verse a sí misma como descendiente de una familia católica, aristócrata, conservadora y terrateniente. Como se verá en los capítulos siguientes, con la autoridad que le confiere su papel de educadora, la madre utiliza la violencia verbal, ya sea como ofensa o amenaza, con el propósito de corregir la conducta del hijo y dirigirla hacia lo que ella considera propio de una buena familia.

En el capítulo 4 se menciona un episodio de agresión entre compañeros del colegio que el narrador recuerda y utiliza para profundizar la construcción de las narrativas de los adultos. Un día en que Carlitos le muestra a Jim sus novelas ilustradas, un compañero de ellos, Rosales, los señala y se burla frente al resto de compañeros: “Hey, miren: esos dos son putos. Vamos a darles pamba a los putos” (p.29). Carlitos ataca a su agresor y, mientras lo golpea, lo insulta: “Pásame a tu madre, pinche buey, y verás qué tan puto, indio pendejo” (p.29). Cuando los personajes se agreden unos a otros verbalmente manifiestan en los insultos utilizados para denigrar al otro una valoración negativa de las figuras homosexuales y femeninas, particularmente de la materna. Esto, en el caso de los personajes masculinos, lo hacen poniendo su hombría de manifiesto, que se representa en el texto como lo completo y positivo en oposición a lo femenino, incompleto y negativo. Así, a los ojos de estos niños que repiten los discursos heredados, la homosexualidad es vista como una masculinidad incompleta, por lo que “ser puto” es un insulto terrible y no serlo resulta un halago. A lo largo de toda la novela, la narrativa patriarcal representa a la mujer como inferior debido simplemente a su sexo, aunque como madre se le atribuye un gran respeto que entre los personajes masculinos se cuida como símbolo de la propia integridad.

Otra figura que se presenta en este capítulo, en oposición a la de la madre, es el personaje del padre: se trata de un hombre de negocios que ha fracasado en todas las empresas en las que ha invertido su capital. En el año que recuerda el narrador, su padre es dueño de una fábrica de jabones al borde de la quiebra debido a la competencia de los productos estadounidenses que han invadido el mercado mexicano. Cuando Carlitos cuenta la pelea de la escuela, su padre se muestra más comprensivo que su madre y trata de inculcarle valores que Carlos, el narrador adulto, rescata:

Gracias a la pelea mi padre me enseñó a no despreciar. Me preguntó con quién me había enfrentado. Llamé "indio" a Rosales. Mi padre dijo que en México todos éramos indios, aun sin saberlo ni quererlo. Si los indios no fueran al mismo tiempo los pobres nadie usaría esa palabra a modo de insulto. Me referí a Rosales como "pelado". Mi padre señaló que nadie tiene la culpa de estar en la miseria, y antes de juzgar mal a alguien debía pensar si tuvo las mismas oportunidades que yo” (p.29).

El discurso del padre va a confrontarse con el de la madre y seguirá desarrollando su complejidad en los capítulos siguientes.

Al final del capítulo, Carlitos ilustra las desigualdades sociales de México mediante la comparación de las formas de vida de dos amigos: por un lado coloca a Harry, un chico rico que parece ir a la escuela de Carlos para aprender a tratar con quienes serán sus criados y, por el otro, a Rosales, hijo de una enfermera que sufre de los abusos de sus sucesivos padrastros y vive en una pobreza denigrante: “Vivía en una vecindad apuntalada con vigas. Los caños inservibles anegaban el patio. En el agua verdosa flotaba la mierda” (p.31) . Esta desigualdad social pone de manifiesto el proceso de transculturación que atraviesa México y la organización de la alta cultura, representada por la etiqueta extranjera, y la baja cultura, representada por las costumbres populares de los mexicanos. Así, la familia de Harry habla inglés en la mesa y come filetes, mientras que en la casa de Rosales se sirven quesadillas de sesos que chorrean grasa y le dan mucho asco a Carlitos. De esta forma, a través de los contextos culinarios que se despliegan ante la mirada del niño, comienzan a perfilarse las estructuras sociales que pueden comprenderse desde una dinámica de centro-periferia: en el centro, la alta cultura y aquellos valores que la clase media, católica y patriarcal aprecia y quiere imitar; en la periferia, todas aquellas existencias marginales que el centro contempla con desagrado: la pobreza, lo autóctono y lo popular. Esta dinámica de centro y periferia seguirá ordenando las narrativas de los adultos en los capítulos siguientes, mientras que el narrador se mueve de un extremo a otro tratando de fraguar su propia personalidad.

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