"Volvía a sonar en todas partes un antiguo bolero puertorriqueño: Por alto esté el cielo en el mundo, por hondo que sea el mar profundo, no habrá una barrera en el mundo que mi amor profundo no rompa por ti".
Desde el primer capítulo el narrador menciona la letra de un bolero compuesto por Pedro Flores llamado "Obsesión", que presagia y parangona lo que Carlitos sentirá por Mariana: un amor obsesivo cuya confesión desencadenará la furia de la familia del muchacho.
"Ustedes nacieron aquí. Son tan mexicanos como sus compañeros. No hereden el odio. Después de cuanto acaba de pasar (las infinitas matanzas, los campos de exterminio, la bomba atómica, los millones y millones de muertos), el mundo de mañana, el mundo en el que ustedes serán hombres, debe ser un sitio de paz, un lugar sin crímenes y sin infamias".
Este fragmento reproduce el discurso del profesor hacia los estudiantes del curso de Carlitos, que se divierten representando batallas entre judíos y la Liga Árabe. El discurso de posguerra del profesor deja entrever el miedo de los adultos frente a las armas de destrucción masiva utilizadas por primera vez durante la Segunda Guerra Mundial, y el profundo desencanto que sienten los adultos con la modernidad.
"Mi padre no salía de su fábrica de jabones que se ahogaba ante la competencia y la publicidad de las marcas norteamericanas. Anunciaban por radio los nuevos detergentes: Ace, Fab, Vel, y sentenciaban: el jabón pasó a la historia. Aquella espuma que para todos (aún ignorantes de sus daños) significaba limpieza, comodidad, bienestar y, para las mujeres, liberación de horas sin término ante el lavadero, para nosotros representaba la cresta de la ola que se llevaba nuestros privilegios".
La cita ilustra la situación de la familia de Carlitos frente a la invasión de las grandes empresas estadounidenses y sus productos, que colmaban el mercado a un precio más bajo que los de producción nacional. Mientras muchos viven ese "boom" de la cultura del consumo, el padre de Carlos la padece, puesto que está por arruinarle su negocio de fabricación de jabones.
"(...) los juguetes que el Señor le compró en Estados Unidos: cañón que disparaba cohetes de salva, cazabombardero de propulsión a chorro, soldados con lanzallamas, tanques de cuerda, ametralladoras de plástico (apenas comenzaban los plásticos), tren eléctrico Lionel, radio portátil".
Cuando Carlitos va por primera vez a casa de Jim encuentra un escenario dominado por objetos provenientes de los Estados Unidos. Los juguetes que menciona representan la revolución del plástico, algo totalmente novedoso para el México de fines de los 40. A su vez, entre los objetos de Jim predominan los juguetes de guerra, una herencia del pasado reciente: Los niños se acostumbran a la guerra desde temprana edad y conviven con aquellos juguetes que emulan la maquinaria de guerra hasta naturalizarla y transformarla en algo cotidiano.
"Miré la avenida Álvaro Obregón y me dije: voy a guardar intacto el recuerdo de este instante porque todo lo que existe ahora mismo nunca volverá a ser igual. Un día lo veré como la más remota prehistoria. Voy a conservarlo entero porque hoy me enamoré de Mariana".
Carlitos regresa a su casa tras haber conocido a Mariana y se da cuenta de la profundidad de su enamoramiento. El mundo se despliega como un lugar nuevo y misterioso ante sus ojos deslumbrados. El recuerdo de aquel día es exactamente lo que lo impulsa, décadas más tarde, a recuperar estos recuerdos y contar su historia.
"Durante semanas y semanas preguntaba por ella con cualquier pretexto para que Jim no se extrañase. Trataba de camuflar mi interés y al mismo tiempo sacarle información sobre Mariana. Jim nunca me dijo nada que yo no supiera".
En las semanas que siguen a su primer contacto con Mariana, Carlitos se muestra obsesionado por ella y se le hace imposible quitársela de la cabeza. Este pasaje ilustra hasta qué punto lo domina su obsesión, que lo empuja a buscar cualquier medio para saber algo sobre Mariana, aunque no sea más que una repetición de las cosas que ya sabe. Como se ve en la cita, Carlitos piensa que actúa con el tacto suficiente como para que Jim no piense nada raro de él. Sin embargo, como se verá luego, Jim sospecha sobre la conducta de su amigo y no duda en delatarlo frente al profesor Mondragón.
"Te entiendo, no sabes hasta qué punto. Ahora tú tienes que comprenderme y darte cuenta de que eres un niño como mi hijo y yo para ti soy una anciana: acabo de cumplir veintiocho años. De modo que ni ahora ni nunca podrá haber nada entre nosotros. ¿Verdad que me entiendes? No quiero que sufras. Te esperan tantas cosas malas, pobrecito. Carlos, toma esto como algo divertido. Algo que cuando crezcas puedas recordar con una sonrisa, no con resentimiento. Vuelve a la casa con Jim y sigue tratándome como lo que soy: la madre de tu mejor amigo. No dejes de venir con Jim, como si nada hubiera ocurrido, para que se te pase la infatuation -perdón: el enamoramiento- y no se convierta en un problema para ti, en un drama capaz de hacerte daño toda tu vida".
En esta cita, el narrador reproduce la respuesta que le da Mariana ante su declaración de amor. La mujer se muestra comprensiva, aunque su respuesta es rotunda. A pesar de la buena voluntad que Mariana demuestra hacia el niño, cuando el profesor Mondragón se presenta en su casa junto a Jim y le pregunta si Carlitos ha estado allí con ella, la mujer dice la verdad, y por medio del profesor la familia de Carlos se entera del episodio.
"Recordé lo que me pasó una vez en la peluquería mientras esperaba mi turno. Junto a las revistas políticas estaban Vea y Vodevil. Aproveché que el peluquero y su cliente, absortos, hablaban mal del gobierno. Escondí el Vea dentro del Hoy y miré las fotos de Tongolele, Su Muy Key, Kalantán, casi desnudas. Las piernas, los senos, la boca, la cintura, las caderas, el misterioso sexo escondido. El peluquero -que afeitaba todos los días a mi padre y me cortaba el pelo desde que cumplí un año- vio por el espejo la cara que puse. Deja eso, Carlitos. Son cosas para grandes. Te voy a acusar con tu papá".
La cita ilustra un episodio que vive Carlitos en la peluquería; mientras espera su turno, observa una revista erótica, escondida bajo otra revista, pero el peluquero lo nota y le dice que la deje. Esto a Carlitos le parece una hipocresía, y se pregunta por qué los niños no pueden expresar deseos de carácter sexual hasta no ser adultos. Aquello le parece contradictorio y sinsentido. De esta forma, el niño expresa su desencanto contra las narrativas de los adultos.
"Escuché sin ser visto una conversación entre mis padres. Pobre Carlitos. No te preocupes, se le pasará. No, esto lo va a afectar toda su vida. Qué mala suerte. Cómo pudo ocurrirle a nuestro hijo. Fue un accidente, como si lo hubiera atropellado un camión, haz de cuenta. Dentro de unas semanas ya ni se acordará. Si hoy le parece injusto lo que hemos hecho, cuando crezca comprenderá que ha sido por su bien. Es la inmoralidad que se respira en este país bajo el más corrupto de los regímenes. Ve las revistas, el radio, las películas: todo está hecho para corromper al inocente".
Desde las narrativas de los padres, lo que hizo Carlitos es totalmente anormal en un chico, y delata que algún problema tiene. Para procesarlo, le otorgan el carácter de un accidente y de una tentación provocada por el medio en el que viven: es la cultura de la ciudad de México la que corrompe a sus habitantes. Así, la culpa está puesta nuevamente en la figura de un "otro" que se caracteriza por ser diferente a la norma que rige las narrativas familiares.
"Hubo un gran temblor en octubre. Apareció un cometa en noviembre. Dijeron que anunciaba la guerra atómica y el fin del mundo o cuando menos otra revolución en México. Luego se incendió la ferretería La Sirena y murieron muchas personas. Al llegar las vacaciones de fin de año todo era muy distinto para nosotros: mi padre había vendido la fábrica y acababan de nombrarlo gerente al servicio de la empresa norteamericana que absorbió sus marcas de jabones. Héctor estudiaba en la Universidad de Chicago y mis hermanas mayores en Texas".
El último capítulo de la novela inicia con la enumeración de catástrofes que acaecieron ese año sobre México. De forma contrapuesta a las desgracias, para la familia del narrador el año cierra positivamente: el padre obtiene una gerencia en la empresa que le compra su fábrica de jabones, lo que marca el ascenso social de toda la familia. Resulta paradójico también que el narrador no pueda recordar de qué año se trata específicamente, pero que sí recuerde aquellos hechos tan particulares, como el temblor, el anuncio del fin del mundo y el incendio de la ferretería. En verdad, todas aquellas son marcas que usa el narrador adulto para reconstruir su memoria de una época marcada por los cambios sociales profundos, y no se trata, necesariamente de un único año en particular.