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¿Cuáles son los principales rasgos de estilo de Las batallas en el desierto?
El primer rasgo de estilo de la novela es el foco de la narración que alterna el relato en primera persona del narrador adulto, Carlos, y el del niño que fue en la época que recuerda, Carlitos. De esta forma, el punto de vista y el abordaje de los hechos presenta dos visiones de mundo diferentes: la del adulto que conoce la historia de México y ha visto fracasar las esperanzas en el progreso, por un lado, y la del niño, más inocente, que no acepta para sí mismo los discursos de los adultos. A este rasgo estructural se le suma otra marca del estilo de Pacheco: la novela incluye las voces de distintos personajes, como la madre o Mariana, pero sin marcas de diálogo que indiquen gráficamente dónde comienzan y donde terminan. Así, las voces de los personajes quedan integradas al ritmo del narrador y es el lector quien debe comprender a quién pertenece cada una.
A su vez, Las batallas en el desierto presenta una estética pop art, caracterizada por la profusión abundante de imágenes y elementos tomados de la cultura popular y de la realidad cotidiana. El estilo por art se deriva de una época de rápida modernización en la que el pueblo mexicano recibe una avalancha de productos de consumo popular proveniente de los Estados Unidos. En ese sentido, la novela no solo está satura de signos de la modernidad y de la sociedad de consumo estadunidenses, sino también de signos, objetos, atributos, formas e imágenes de los que se valió la corriente artística y gráfica pop art. En esta corriente, la narrativa sirve como canal de expresión del contexto que se vive, y es una vía que entreteje las críticas sobre los momentos más relevantes de la cultura, en este caso, mexicana.
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¿Por qué algunos críticos han considerado a esta novela dentro del género fantástico?
Algunos críticos consideran a Las batallas del desierto una novela fantástica por el giro que se produce al final del relato y que juega con la vacilación, tanto del narrador protagonista como del lector. En la novela fantástica, los hechos de la vida cotidiana se quiebran de forma brutal ante un hecho que escapa a las explicaciones racionales; esto provoca un choque de dos mundos en el que los personajes -y también los lectores- se cuestionan el carácter real de lo acontecido.
Ante el final ambiguo y la vacilación de la memoria del narrador, puede considerarse que Las batallas en el desierto reúne de cierta manera las características del género fantástico, ya que desde un principio se sabe que la novela está escrita con la intención de dar a conocer hechos de la vida cotidiana de una determinada época en la historia de México, pero al final se produce un quiebre irreparable entre esa representación de la realidad y un elemento que rompe el orden normal (la desaparición o la inexistencia de Jim y Mariana), empujando al protagonista a dudar de su realidad y confundiendo, consecuentemente, también al lector, quien debe reconsiderar el carácter de lo que ha leído a lo largo de la novela.
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¿A qué hace alusión el título de la novela?
El título de la novela hace referencia a un juego de niños inspirado en guerras de religión. Carlitos y sus compañeros juegan a estas batallas en el desierto en el patio de la escuela, hecho de polvo de ladrillo. En ellas representan el conflicto entre Israel y la Liga Árabe. La diversión de los niños consiste en formar dos grupos que representan cada uno de los bandos para jugar a matarse. Lo interesante es que estos juegos tienen su correlato real, con su odio real, en la vida cotidiana del colegio: “Los niños que de verdad eran árabes y judíos solo se hablaban para insultarse y para pelear” (p.17). De esta forma, se presenta la primera narrativa del mundo adulto que determina la educación de los niños: la religión.
Además, el título de la novela también alude, simbólicamente, a muchas otras batallas, todas en el desierto, todas fundadas en otras grandes narrativas adultas que se van desplegando todo a lo largo de la novela. Así, por un lado, está la batalla entre la modernización y la invasión de productos de los Estados Unidos y el proceso de transculturación que esto conlleva, o la batalla entre el progreso y la corrupción que acarrea el gobierno de Miguel Alemán, y que agranda cada vez más la brecha social entre la burguesía y los pobres.
En el plano individual, Carlitos lucha sus propias batallas contra las narrativas adultas de los miembros de su familia. Ante su amor por Mariana, su madre recurre a la religión como forma de expiar los pecados y de "reformarse", mientras que el padre acude a la medicina para curar lo que no es "normal" en su hijo. Contra estos discursos dominantes, Carlitos se revela y sostiene lo que su intuición de niño le dicta: que el amor no puede ser malo y que sus sentimientos no tienen que ceder ante los discursos de sus mayores.
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¿Cómo se manifiesta el machismo en la novela?
El machismo está presente a lo largo de toda la novela y se manifiesta tanto en las narrativas dominantes con las que los adultos ordenan y comprenden el mundo como en los juegos y los insultos de los niños. Como discurso que atraviesa toda la narración, el machismo pone de manifiesto la estructura patriarcal de la sociedad mexicana de fines de los años 40.
Puede comprenderse al patriarcado como una serie de estructuras sociales y de discursos institucionalizados que oprimen a la mujer tanto efectiva como simbólicamente. En la novela, esta opresión se ve, principalmente, en la concepción de la mujer como el sexo "débil", "roto" o "incompleto", en contraposición al hombre como lo "completo". Por ejemplo, cuando los niños se insultan, lo hacen denigrando a la mujer y a los homosexuales: "Pásame a tu madre, pinche buey, y verás qué tan puto, indio pendejo” (p.29). Así se manifiesta una valoración negativa de las figuras homosexuales y femeninas, particularmente de la materna. Esto, en el caso de los personajes masculinos, lo hacen poniendo su hombría de manifiesto, que se representa en el texto como lo completo y positivo en oposición a lo femenino, en tanto incompleto y negativo. A los ojos de estos niños que repiten los discursos heredados, la homosexualidad es vista como una masculinidad incompleta, por lo que “ser puto” es un insulto terrible y no serlo resulta un halago. A lo largo de toda la novela, la narrativa patriarcal representa a la mujer como inferior debido simplemente a su sexo, aunque, por otro lado, se le atribuye, como madre un gran respeto que entre los personajes masculinos se cuida como símbolo de la propia integridad.
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¿Cuáles son los discursos normalizadores a los que acuden los padres de Carlitos ante su "anormalidad"? ¿Cómo dialogan con las propias narrativas de los adultos?
Los dos discursos normalizadores que se sostienen desde las narrativas de los padres son el discurso religioso, que enseña sobre la rectitud moral, y el discurso médico, que busca por medios científicos "reparar" lo que está "roto" en Carlitos.
El discurso religioso está encarnado en la madre, que piensa que la desviación moral de su hijo se debe a las malas juntas y al poder corruptor de la ciudad de México. Contra ello, el remedio de la madre es la confesión y la comunión: la religión se plantea entonces como una narrativa capaz de restituir a Carlos a su estado primordial y reincorporarlo al centro del sistema de valores de su familia.
El discurso médico, por su parte, está representado por el padre de Carlitos, quien decide llevarlo a un psiquiatra para que este estudie qué sucede con la psiquis de su hijo. Como complemento de la narrativa religiosa de la madre, el padre agrega la narrativa de la psiquiatría como método para tratar las desviaciones de la personalidad. El psiquiatra llega a la conclusión de que Carlitos es un niño inteligente y sensible con un gran complejo de inferioridad y de desprotección.
Tanto la escena de la confesión como la visita al psiquiatra caricaturizan a las instituciones que representan y revelan su estupidez y su ineficacia ante “el problema” de Carlitos, quien, finalmente, extrae sus propias enseñanzas de cada una de ellas: del padre Ferrán, “una involuntaria guía práctica para la masturbación” (p.52); del par de psiquiatras, una buena pregunta: “¿Por qué no se dan cuenta de que uno simplemente se enamora de alguien?” (p.55).