Carlos, el protagonista y narrador de la novela, recuerda un año de niñez en la ciudad de México, marcado por su enamoramiento con Mariana, la madre de uno de sus compañeros del colegio.
Son los últimos años de la década del 40, Miguel Alemán está en el poder y el progreso se nota en las calles, a pesar de la extrema corrupción del gobierno. Todo el país comienza a ser invadido por productos estadounidenses, desde los automóviles hasta los jabones y el detergente. Carlos vive junto a sus padres y a sus numerosos hermanos en Colonia Roma, un barrio periférico de mala reputación.
En la escuela, los niños juegan a la guerra entre judíos y árabes, como lúdica representación de los conflictos que siguen a la conformación del Estado de Israel; su escenario de lucha es el patio de polvo de ladrillos del colegio, por lo que llaman al juego “Las batallas en el desierto”. Entre los inmigrantes que llegan al colegio se encuentra Jim, un chico llegado con su madre desde San Francisco que muestra con orgullo a sus compañeros fotos de su padre, uno de los asesores del presidente. El resto de niños se burla de Jim y dicen que su madre es una prostituta que se acuesta con hombres del poder, y que Jim en verdad es hijo de un periodista de San Francisco que los abandonó a él y a su madre. Sin embargo, el protagonista se compadece del niño y termina siendo su amigo más cercano.
Un día, Carlos es invitado a merendar a la casa de Jim y allí conoce a Mariana, la madre de su amigo. Mariana es una mujer de 28 años, hermosa y elegante, que le sirve sánguches durante la merienda y le pregunta por su familia. Carlos se enamora a primera vista de ella, y desde ese momento desarrolla una fuerte obsesión, por lo que trata siempre de que Jim le cuente cosas sobre su madre y lo invite a su casa.
Una mañana de colegio, Carlos no resiste la tentación, abandona la escuela y se dirige a casa de Mariana para confesarle su amor. La madre de su amigo le dice que lo comprende, pero que debe entender que ella es una mujer grande y él un niño, y que jamás pasará nada entre ellos. Como se ha escapado de la escuela, el maestro lo busca y Jim, que algo sospecha, dice que Carlos debe estar en su casa. Así, la familia del protagonista se entera de lo que ha hecho su hijo y lo consideran un pervertido que hay que curar.
Esa semana lo llevan a la iglesia para que se confiese y luego a un psiquiatra que le hace muchas pruebas y da un diagnóstico que a Carlos le parece un insulto. En verdad, el muchacho no comprende cómo puede estar mal experimentar el amor, si es lo más puro y lindo que puede pasarle a la gente. Mientras tanto, en su casa hay problemas con sus hermanos y hermanas, especialmente con Héctor, su hermano mayor, que intenta violar a las criadas, participa en una banda violenta, se droga con sus amigos y ha sido detenido más de una vez.
Un día, hacia fines del año, Carlos se encuentra en el colectivo con un amigo del colegio, que sube a vender chicles para ganarse la vida. Mientras comen unos sánguches y toman unos refrescos, Rosales le cuenta que Mariana se suicidó tras una disputa con su amante, y que Jim se ha vuelto a San Francisco con su verdadero padre. La noticia impacta tanto a Carlos que se niega a creerlo y piensa que su amigo se burla de él. Para corroborar que Mariana está viva, el niño se dirige al departamento en el que visitó a Jim tantas veces, pero encuentra que allí vive una nueva familia desde hace dos meses. Confusamente, cuando comienza a preguntar a todos los vecinos, nadie reconoce que en ese departamento haya vivido una madre joven con su hijo; todos afirman que esa era la casa de una pareja de ancianos sin hijos.
Al año siguiente, Carlos se muda a Virginia y no vuelve por mucho tiempo a Colonia Roma. Al final de la novela, el narrador manifiesta que todo el barrio ha desaparecido, y que nunca podrá enterarse sobre la verdad de Mariana.