El ataque de pánico del profesor de Historia
La imagen visual del profesor de Historia asaltado por un ataque de nervios es muy impactante, pues su fragilidad contrasta con su rol de autoridad frente a sus alumnos. Pone en evidencia, en toda su crudeza, el trauma que dejó la violencia vivida durante la dictadura: “una vez pasado el peligro nos sorprendió ver que el profesor lloraba debajo de la mesa, con los ojos apretados y las manos en los oídos. Fuimos a buscar agua e intentamos que la bebiera pero al final tuvimos que echársela a la cara. Logró calmarse de a poco mientras le explicábamos que no, que no habían vuelto los milicos” (68).
La cicatriz del padre
El padre del narrador tiene en el pecho una marca que dejó el cinturón de seguridad de su Peugeot 404 luego de su accidente casi mortal. Esa cicatriz altera al protagonista, no le gusta verla, pues es la evidencia de su cercanía con la muerte: “No me gustaba ver esa marca surcándole el pecho, esa evidencia, esa banda horrible que quedó en su cuerpo para siempre” (147).