Formas de volver a casa (2011) es la tercera novela del escritor chileno Alejandro Zambra. Asume la forma de un relato autoficcional, pues en ella el autor, el narrador y el personaje parecen corresponderse, y se combina el registro documental de la autobiografía con la libertad que aporta la ficción. La novela reconstruye el Chile de los años ochenta a partir de la vida de un niño. El narrador reflexiona sobre la historia chilena y sobre los modos de hacer memoria sobre el pasado, reconstruyendo su historia, que es la historia de la generación de aquellos que eran niños y niñas durante la dictadura de Augusto Pinochet. La acción narrativa sucede entre dos terremotos que sacudieron Chile, el de 1985 y el de 2010, lapso en el que el protagonista pasa de ser niño a adulto, y experimenta un aprendizaje.
La novela reconstruye, por un lado, la infancia del protagonista, tomando como trasfondo el período que va de la dictadura de Pinochet hasta el regreso de la democracia (1973-1990) y, por otro lado, desarrolla una serie reflexiones sobre ese pasado y sobre la escritura, en una especie de diario íntimo. En ese proceso de escritura y comentario, la novela retrata la versión oficial de la historia chilena, heredada de los padres y acatada durante la infancia, a la par que, desde el presente de enunciación adulto, propone una versión alternativa, una “literatura de los hijos”. El narrador-personaje se entrega a una búsqueda identitaria que implica releer su pasado más allá de las lecturas consolidadas de los padres, proponiendo una lectura propia, generacional. Esa búsqueda queda metaforizada en el título de la novela, que remite a los ejercicios que el narrador va ensayando para entender su lugar en ese pasado y conciliarlo con el presente.
En Formas de volver a casa se recuperan tres elementos característicos de la narrativa de Alejandro Zambra: por un lado, la experimentación en una escritura del “yo”; por otro lado, la voluntad de construcción de una memoria por parte del protagonista, que revisita su pasado con mirada crítica para poder construir su presente; por último, la instancia metadiscursiva mediante la cual sus textos reflexionan sobre sí mismos, y más ampliamente, sobre la práctica de la escritura y la literatura.