"Tenía una reputación muy bien ganada de intérprete certera de los sueños ajenos, siempre que se los contaran en ayunas, pero no había advertido ningún augurio aciago en esos dos sueños de su hijo, ni en los otros sueños con árboles que él le había contado en las mañanas que precedieron a su muerte".
Plácida, la madre de Santiago, es una mujer muy intuitiva y posee el don de augurar el futuro de las personas con solo escuchar sus sueños. Sin embargo, nada, ni siquiera los sueños que su hijo le cuenta, le anticipa el futuro trágico que le depara a Santiago. El hecho de que su madre no pueda prever lo que le va a pasar refuerza la idea de que la muerte de Santiago Nasar es inevitable. En esta cita también podemos ver de qué manera la gente del pueblo está atravesada por creencias esotéricas como, por ejemplo, la lectura del destino de las personas a través de sus sueños. García Márquez retrata una sociedad supersticiosa en la conviven este tipo de creencias esotéricas con creencias religiosas como, por ejemplo, el hecho de tener que llegar virgen al matrimonio.
"Ni siquiera se bajará del buque (...). Echará una bendición de compromiso, como siempre, y se irá por donde vino. Odia a este pueblo".
En esta cita accedemos a la opinión que tiene la madre de Santiago con respecto al Obispo como representante de la Iglesia. Está claro que su percepción es negativa. Con esta frase, Plácida quiere desalentar a Santiago a que vaya a ver al Obispo porque no quiere que su hijo se moje, ya que lo escuchó estornudar cuando dormía. La crítica al Obispo es, de alguna manera, una crítica a la Iglesia y a su capacidad de olvidarse de sus fieles más necesitados. En ese sentido, también podríamos interpretar esta cita de Plácida como una crítica a los creyentes que no quieren ver las falsedades de la Iglesia. Con respecto a esto, inmediatamente después de que Plácida concluye su comentario sobre el Obispo, el narrador explica que Santiago es consciente de todo lo que decía su madre, pero que "los fastos de la iglesia le causaban una fascinación irresistible" (p.14).
"El hombre raro se llama Bayardo San Román, y todo el mundo dice que es encantador, pero yo no lo he visto".
Bayardo San Román es un forastero misterioso que llega súbitamente al pueblo sin que nadie entienda muy bien por qué. Él explica que está buscando una mujer con quien casarse, aunque no termina siendo del todo convincente. El hecho de que elija a Ángela, una muchacha de una familia humilde, llama la atención incluso de la propia familia Vicario. Bayardo San Román termina siendo de una familia acomodada y organiza una fiesta fastuosa para la boda.
La aparición de Bayardo San Román es importante en la historia de la misma manera que lo es la visita del Obispo: la gente del pueblo siente una suerte de fascinación por todo aquello que viene de afuera. En ese sentido, hay dos tipos de extranjeros: los que generan desconfianza, como los árabes, o los que generan admiración, como Bayardo San Román y el Obispo. Estas categorías están muy ligadas a los prejuicios religiosos y de clase que atraviesan a las sociedades latinoamericanas en general.
"Era Ángela Vicario quien no quería casarse con él. ´Me parecía demasiado hombre para mí´, me dijo".
Ángela Vicario proviene de una familia humilde y no solo no está enamorada de Bayardo San Román, sino que no se considera digna de casarse con él. Quiere contarle a su madre que no es virgen, pero sus amigas la convencen de que no lo haga. Es eso lo que termina en la decisión de Bayardo de devolverla a su familia y, como consecuencia, en el asesinato de Santiago Nasar en manos de los hermanos de ella.
La sensación de inferioridad por parte de Ángela está fundamentada en el hecho de que ella es oriunda de un pequeño pueblo caribeño, nacida en el seno de una familia honrada, pero humilde, y no considera tener ningún atributo sobresaliente. Aquí vuelve a darse esa contraposición entre lo local (previsible, normal) y lo extranjero (digno de algo mejor, intrigante, misterioso). Por otro lado, en esta cita también podemos observar las consecuencias de los mecanismos de represión que las sociedades patriarcales y conservadoras ejercen sobre las mujeres. Sin ir más lejos, es la propia madre de Ángela Vicario quien le dice a su hija "También el amor se aprende" (p.43) para convencerla de que se case con Bayardo San Román.
"Lo matamos a conciencia (...) pero somos inocentes".
Los hermanos Pedro y Pablo sienten que hacen lo que deben hacer. Su familia y su hermana son humillados y, hasta donde ellos pueden saber, es todo culpa de Santiago Nasar. No sólo no sienten remordimiento ni culpa, sino que consideran que lo que han hecho es un acto de justicia y honra.
Cuando Pedro Vicario dice que son inocentes porque se trataba de un asunto de honor, el cura Amador, que está con ellos en la celda para confesarlos, le responde que "Tal vez ante Dios". Aquí podemos ver, una vez más, cómo la cuestión del honor se emparenta con lo religioso. Dios, de la forma en que lo plantea el padre Amador, podría perdonar un asesinato siempre y cuando hubiese sido perpetrado por honor.
"Cuando los vi pensé que eran puras bravuconadas (...), porque no estaban tan borrachos como yo creía".
El Coronel Lázaro Aponte está al tanto del plan de los hermanos Vicario pero, al igual que el resto de la gente del pueblo, considera que el asesinato que anuncian no son más que habladurías de borrachos, ya que los Vicario no tienen esa reputación. Además, tienen una relación de camaradería con Santiago Nasar.
En esta cita tenemos uno de los ejemplos más concretos de un personaje que puede hacer algo para impedir la muerte de Santiago y no lo hace: el coronel Lázaro Aponte es una de las autoridades máximas del pueblo. El hecho de que solo les quite los cuchillos habla de una actitud negligente e irresponsable. Si bien la actitud del coronel Lázaro Aponte es un eslabón más dentro de la cadena de casualidades que acaban con la muerte de Santiago, el hecho de que sea una de las autoridades del lugar hace que, en su caso, esta negligencia sea más grave.
"Esto no tiene remedio (...): es como si ya nos hubiera sucedido".
Cuando les quitan los cuchillos por primera vez, los hermanos Vicario reconsideran su plan e, incluso, desisten de llevarlo a cabo. Es la primera discrepancia entre dos hermanos que parecen moverse y pensar como uno. Pedro, quien había tenido originalmente la idea de matar a Santiago, ahora duda de seguir con el plan y es su hermano Pablo quien toma la iniciativa, le pone un nuevo cuchillo en la mano y se lo lleva casi arrastrándolo. En la frase de la cita, Pablo Vicario reflexiona frente a su hermano respecto de lo inevitable de su destino. Dicho así, podemos pensar que es tan inevitable para ellos ser los asesinos de Santiago Nasar como para este último ser la víctima de ellos. Ese destino fatal es ineludible, incluso a pesar de las muchas oportunidades en las que la gente del pueblo podría haber cambiado el curso de los acontecimientos.
"Nos sorprendían los gallos del amanecer tratando de ordenar las numerosas casualidades encadenadas que habían hecho posible el absurdo...".
En esta cita, el narrador hace referencia a cómo quedó la gente del pueblo después de la muerte de Santiago Nasar. Habla de "numerosas casualidades encadenadas" para, de alguna manera, no asumir esa responsabilidad colectiva que tiene todo el pueblo por no haber hecho nada para impedir "el absurdo", o sea, el asesinato de Santiago. Justamente, una casualidad no tiene responsables. Pero, al mismo tiempo, el hecho de que los sorprendan "los gallos del amanecer" pensando en esas casualidades habla de que la gente del pueblo no está tranquila; no puede dormir porque, en el fondo, sabe que tiene un grado de responsabilidad por la muerte de Santiago Nasar.
"Pero la mayoría de quienes pudieron hacer algo por impedir el crimen y sin embargo no lo hicieron, se consolaron con el pretexto de que los asuntos de honor son estancos sagrados a los cuales sólo tienen acceso los dueños del drama".
En esta cita el narrador explica el mecanismo de justificación que utilizaron las personas del pueblo que podrían haber hecho algo por impedir la muerte de Santiago Nasar. Aquí, otra vez, observamos que existe un sentimiento de culpa que sobrevuela al pueblo y que es necesario contrarrestarlo, por ejemplo, con excusas basadas en los códigos morales y las creencias de la sociedad.
Por otro lado, también observamos el tema del honor como una idea tan potente, tan absoluta, que justifica el hecho de que las personas no actúen. Tal y como se expresa en la cita, "los asuntos de honor son estancos sagrados". Es decir, el honor, para este tipo de sociedades, linda con lo religioso. En nombre del honor los hermanos Vicario matan a Santiago Nasar y, también en su nombre, la gente del pueblo justifica no haber hecho nada para impedirlo. De alguna manera, podría decirse que, en esta novela, el honor justifica los actos más crueles.
Tú sabrás si ellos tienen razón, o no (...) Pero en todo caso, ahora no te quedan sino dos caminos: o te escondes aquí, que es tu casa, o sales
con mi rifle.
Nahir Miguel es el padre de Flora, la novia de Santiago Nasar. Frente al rumor de que los hermanos Vicario quieren matar a Santiago por haberle robado la virginidad a Ángela Vicario, Nahir Miguel le ofrece ayuda. Este es uno de los pocos ejemplos de un personaje que efectivamente hace algo por salvarlo, incluso a pesar de la posibilidad de que las acusaciones contra Santiago sean ciertas y haya deshonrado a su hija Flora. Así y todo, lo deja ir.
Esta cita, de alguna manera, refuerza la idea de que no hay forma de evitar la muerte de Santiago Nasar. A pesar de que Nahir Miguel le ofrece dos alternativas concretas para que se defienda del ataque de los hermanos Vicario, Santiago acaba muriendo igual.