El sueño de Clarence
En la cuarta escena del primer acto, Clarence tiene un sueño profético en el que su hermano Gloucester lo mata. Tal como vemos en la siguiente cita, el sueño de Clarence es sumamente rico en imágenes visuales:
Me parecía que me había escapado de la Torre y me había embarcado para cruzar a Borgoña, en compañía de mi hermano Gloucester, que me incitó a salir de mi camarote y andar por cubierta: desde allí mirábamos hacia Inglaterra, recordando mil momentos difíciles que habíamos pasado durante las guerras de York y Lancaster. Al ir paseando sobre las vacilantes planchas de la cubierta, me pareció que Gloucester tropezaba y, al caer, me lanzaba a mí, que trataba de sujetarle por la borda, a las desordenadas olas del abismo. ¡Oh Dios! ¡Qué dolor parecía ahogarse! ¡Qué horrible ruido de agua en mis oídos! ¡Qué monstruosas visiones de muerte en mis ojos! Creí ver mil naufragios aterradores, mil hombres que devoraban los peces; lingotes de oro, grandes anclas, montones de perlas, piedras inestimables, joyas inapreciables, dispersas en el fondo del mar. Algunas estaban en calaveras de muertos; y se habían metido en esos agujeros donde antes habitaron los ojos, como burlándose de los ojos, gemas con reflejos, que cortejaban el fangoso fondo de la profundidad, y se mofaban de los huesos muertos que yacían desparramados (p. 29).
El actor de tragedia
En la quinta escena del tercer acto, Gloucester le pide a Buckingham que se encargue de convencer al pueblo de que los hijos de Eduardo IV son bastardos. Para ello debe dar un discurso convincente, acompañado por una buena actuación. Gloucester le pregunta entonces a Buckingham si sabe actuar. Buckingham le responde con esta descripción del actor trágico: "Sé imitar al grave actor de tragedia; hablar mirando atrás, acechar a todos lados, temblar y sobresaltarme al doblarse una paja, simulando hondo temor; el aspecto espectral está a mi disposición, igual que las sonrisas forzadas" (p. 66).
A través de estas imágenes visuales, Buckingham demuestra que conoce a la perfección el oficio del actor de tragedia.
El virtuoso Gloucester
Para convencer a los ciudadanos y al alcalde de Londres de que debe convertirse en rey de Inglaterra, Gloucester monta una escena en la que se hace pasar por un hombre santo, meditativo y honesto. Así se lo describe Buckingham al alcalde de Londres: "¡Ah, ah, señor, este Príncipe no es ningún Eduardo! No está jugueteando en una lasciva cama en pleno día, sino arrodillado en meditación; no se divierte con un montón de cortesanas, sino que medita con dos graves religiosos; no duerme para embotar su cuerpo ocioso, sino que reza para enriquecer su alma vigilante!" (pp. 71-72). Estas imágenes visuales surten inmediato efecto en el alcalde, quien, tras escuchar la descripción que hace Buckingham de Gloucester, comienza a insistir para que este se convierta en el nuevo rey de Inglaterra.