Resumen
Suena el teléfono. Un "hombre de pelo entrecano" (149) le pregunta a la chica con la que está si prefiere que no conteste. Ella no está segura y le pregunta qué le parece a él. Resolviendo que no hará mucha diferencia, el hombre contesta. "¿Lee?" ¿Te desperté?", se escucha.
Es Arthur, quien le pregunta a Lee si lo despertó. Él afirma que estaba leyendo. Entonces Arthur le pregunta si se fijó a qué hora se fue Joanie, su esposa. Él mira a la mujer al lado suyo antes de contestar negativamente. Luego le dice que se lo tome con calma; sugiriendo que ella se fue con los Ellenbogen al Village. Arthur, por su parte, sospecha que se fue con un hombre: "En cuanto se emborracha empieza a restregarse contra cualquier infeliz en la cocina" (151). Lee insiste en tranquilizarlo; le recomienda tomar un trago y acostarse.
Arthur continúa desahogándose: le cuenta que cada vez que llega a su casa tiene que contenerse para no abrir todas las puertas de los placards, pues está seguro de que hay hombres. Lee le responde que, torturándose así, él está incitando a Joanie, aunque tiene suerte de que ella sea maravillosa. "Y para ti carece en absoluto de buen gusto... y de inteligencia" (154). Arthur afirma que ella "no tiene ni una pizca de cerebro" (154) y se burla de la consideración que Joanie tiene de sí misma. Lee trata de interrumpir las ofensas de su amigo hacia la mujer. Para cambiar de tema, le pregunta cómo le fue ese día en el trabajo. "Un asco" (156), contesta Arthur, y agrega que perdió. Comprendemos que ambos son abogados y trabajan juntos.
Arthur comenta al pasar que está considerando reincorporarse al ejército. Luego vuelve a Joanie: "Tendría que haberla dejado" (158), asegura, y agrega que no lo hizo por lástima. Sigue: Joanie es una niña, es patética; ellos hacen "una pareja asquerosa" (159) y ella no lo respeta ni lo quiere. Él ya no sabe si la quiere, pero cada vez que la quiere dejar, dice, algo se lo impide. Por ejemplo, piensa en un poema que le escribió cuando empezaron a salir: "Rosa es mi color y blanco, linda boquita y verdes mis ojos" (160-161). Luego afirma que, a veces, ella tiene "algunos gestos endiabladamente hermosos" (161).
Entonces Lee insiste en que su amigo debería acostarse. Arthur vuelve a disculparse por molestarlo, pero su amigo le asegura que no estaba durmiendo. Entonces Arthur le pregunta si puede ir a tomar un trago con él. Lee dice que puede ir cuando quiera, pero que debería descansar, porque Joanie llegará en cualquier momento. Arthur acepta y cortan.
Lee enciende un cigarrillo y la muchacha junto a él afirma que estuvo maravilloso. Vuelve a sonar el teléfono. Es Arthur otra vez. Solo llama para contarle que "Joanie acaba de llegar" (164). Vuelve a preguntarle a su amigo si no estaba durmiendo. Lee, confundido, asegura que no. Entonces Arthur le explica que su mujer se fue con Leona y Bob para acompañar a su amiga, que estaba muy ebria. Asegura que el problema "es esta maldita Nueva York" (164), y que si todo sale bien van a comprarse una casa, quizás en Connecticut. "En el fondo es una chica formidable" (165), agrega.
Cuando Arthur vuelve a hablarle del pleito que perdió, Lee le pide que lo hablen el día siguiente y corta. Cuando va a encender otro cigarrillo, se le cae, y cuando la chica quiere ayudarlo a encontrarlo, él le pide que se quede quieta y ella retira la mano.
Análisis
Como ocurre con muchos de sus relatos, el narrador en tercera persona de "Linda boquita y verdes mis ojos" es omnisciente, en el sentido de que no es testigo de los sucesos que narra (narrador testigo), ni conoce los pensamientos de un solo personaje, focalizando en él (narrador esquisciente). No obstante, en verdad no sabe, o no comunica a los lectores, qué piensa ninguno de ellos. En otras palabras, el narrador solo parece tener a disposición lo que puede ver y oír, aunque no se trate de un testigo.
Por otro lado, como comentábamos en el análisis de cuentos anteriores, los relatos de este libro suelen concentrarse en breves escenas en las que priman los diálogos, constituyendo pequeños recortes en los que los lectores tenemos que deducir información contextual de todo tipo a través, sobre todo, de los datos que nos dan las conversaciones que se ponen en escena: hechos del pasado, relaciones entre los personajes, pensamientos y sentimientos de cada uno, etc.
Este procedimiento es particularmente relevante en "Linda boquita y verdes mis ojos". Primero, lo es porque el procedimiento del recorte es aquí radical: el cuento se reduce a un diálogo telefónico de algunos minutos. En segundo lugar, su relevancia radica en que la historia gira en torno a un secreto y una mentira: aunque nunca se explicite, podemos deducir que la chica acostada junto a Lee es la esposa de Arthur. Así, estos típicos procedimientos de Salinger que escatiman información a los lectores se vuelven particularmente productivos, pues debemos reconocer indicios en pequeños gestos o líneas de diálogo en pos de comprender lo que verdaderamente está en juego en el diálogo que tienen Lee y Arthur: sin el dato de que la chica junto a Lee es Joanie, podemos leer una conversación entre dos colegas, en la que uno intenta consolar a su amigo por las dudosas infidelidades de su esposa, a quien este trata injustamente con desdén. En esta lectura, Arthur es un marido paranoico y Lee, un amigo fiel y paciente, quien no solo intenta consolar a Arthur, sino que incluso defiende a la esposa de este cuando los injustificados celos del hombre lo llevan a hablar mal de ella.
Sin embargo, al reconocer que Joanie engaña, de hecho, a su esposo con su amigo Lee, la empatía del lector sufre un corrimiento, sobre todo al final del relato. La mentira de Arthur en su segundo llamado a Lee parece responder a dos objetivos que lo confirman como un personaje fiel tanto a su esposa como a su amigo (que, por su parte, lo engañan) y, en algún punto, entrañable. Por un lado, Arthur parece querer pagarle a su amigo por su compañía y su consuelo, dejándolo dormir tranquilo, sin preocuparse por él ni por su esposa. Esta hipótesis se sostiene, por ejemplo, en la gran cantidad de veces que Arthur le pregunta a su amigo si lo ha despertado, dando cuenta de una genuina preocupación por él. En este giro, los roles se invierten y es Arthur quien cuida a su amigo, y no al revés. Y también lo hace por medio de la mentira.
Por el otro lado, antes de este segundo llamado Arthur parece haberse arrepentido de las cosas que le dijo a Lee sobre su mujer, asumiendo que responden más a su propia paranoia que a una descripción justa de la realidad. En consecuencia, asume el rol de marido injustamente celoso para limpiar la imagen de su mujer frente a Lee. Lo que no se resuelve, en este final, es si Arthur hace esto porque de verdad asume la inocencia de Joanie, aunque ella no ha llegado todavía a la casa, o porque quiere dejarla bien parada independientemente de su fidelidad hacia él.
En todo caso, la lectura entre líneas de este cuento tiene el efecto de develar interesantes matices en la personalidad de Arthur, quien pasa de ser un esposo celoso, paranoico, misógino e inestable a revelarse con un hombre enamorado, sensible, fiel y dolido que reconoce y tolera hace años las infidelidades de su esposa.
Pero todos estos movimientos de sentido son sutiles, y la ambigüedad permanece hasta el final, pues la escueta escena que constituye el cuento no nos permite una interpretación cabal de la situación. El silencio de Joanie, quien permanece apacible, como una espectadora silenciosa de la conversación entre los dos amigos, aporta a este efecto. Lo que queda, definitivamente, es una mirada amarga sobre el matrimonio y sobre la amistad. Las relaciones entre estos personajes, que son, a diferencia de los típicos protagonistas salingerianos, ejemplares aparentemente exitosos y bien adaptados a la sociedad norteamericana de posguerra, están atravesadas por la incomunicación, la mentira y el engaño, y parecen sostenerse en un débil equilibrio.