Publicada en 1953, Nueve cuentos es una colección de relatos cortos escritos por J.D. Salinger, y es considerado uno de los mejores libros de cuentos escritos en lengua inglesa.
Siguiendo las indicaciones de grandes cuentistas como Guy de Maupassant y James Joyce, Salinger presenta una serie de narrativas breves, suerte de viñetas, que rara vez superan las veinte páginas y en las que no se producen, en general, sino pequeños cambios o movimientos.
Cuando publica Nueve cuentos, Salinger ya estaba en el centro de la escena literaria: dos años antes se había publicado El cazador oculto (publicada más tarde en español como El guardián entre el centeno), y algunos de los cuentos publicados incluso antes en the New Yorker, como el inolvidable "Un día perfecto para el pez banana", eran relativamente populares. No obstante, Nueve cuentos resulta ser un hito en su carrera: solo tras esta publicación el autor recibe gran atención de la crítica. Nueve cuentos deja en evidencia el alcance y la fuerza de la escritura de Salinger, la precisión de su prosa, la maestría para la creación de psicologías complejas e inolvidables diálogos, y la perspicacia de su perspectiva.
Salinger no vuelve a publicar hasta 1961, cuando sale a la luz Franny y Zooey, y su última obra se imprime en 1963. Desde entonces, y hasta su muerte en 2010, el autor no publicará más nada. Así, no hay mucho material para juzgar la misteriosa y exquisita obra de Salinger. En este sentido, Nueve cuentos es particularmente revelador, en tanto cada relato ilumina sobre temas, recursos y personajes muy diferentes. Es también en este libro que se nos presenta a la familia Glass y, particularmente, al más famoso de los genios solitarios de Salinger, Seymour Glass, quien volverá a sus ficciones en relatos posteriores.
Nueve cuentos aborda la reciente y traumática Segunda Guerra Mundial, y retrata magistralmente la sociedad norteamericana de la posguerra, a la vez que da a conocer complejos, entrañables e inolvidables personajes que incluyen hombres, mujeres y niños atravesados, en general, por la soledad y la incomprensión. El resultado es tanto una reveladora fotografía de un momento particular de la historia como una obra de arte atemporal.