Resumen
Capítulo 20: Confidencial
Luego de su llegada tardía, Marmee es recibida con amor y ternura. Después de escoltar a la Sra. March, Laurie sale corriendo a contarle las noticias a Amy. Con paciencia y desinteresadamente, Amy suprime su deseo de ver a su madre y se comporta tan bien que se gana los elogios de Laurie y de la Tía March, quien le obsequia en recompensa el anillo turquesa.
La espera no será larga, puesto que Marmee va aquella tarde a ver a Amy, para deleite de la niña. Madre e hija se sientan juntas en la pequeña capilla de Amy y charlan sobre el objetivo de la niña de ser buena. Al principio, Marmee cree que Amy es muy chica para llevar puesto el anillo, pero ella le explica que lo usa como recordatorio de no ser egoísta, para así ser tan amada como Beth. Marmee aplaude la intención de Amy y vuelve junto a su hija enferma.
Aquella noche, Jo le cuenta a Marmee que el Sr. Brooke está interesado en Meg y que se ha quedado con su guante. La madre responde que el Sr. Brooke ha sido muy atento y afectuoso con ella y el Sr. March, y que fue sincero y honesto al revelar su deseo de trabajar para tener un hogar confortable antes de pedir la mano de Meg. El Sr. y la Sra. March creen que John, a pesar de ser pobre, es un buen hombre, aunque consideran que Meg es demasiado joven para estar comprometida. Marmee le pide a Jo que no le cuente nada a Meg hasta estar ella segura de los sentimientos de la joven. Jo cree que John enamorará a Meg y que todo cambiará, y que su feliz vida se verá arruinada por esto. Cuando Meg entra, Marmee habla de John con cariño y, al ver la reacción de Meg, determina que “todavía no le ama, pero pronto lo hará” (291).
Capítulo 21: Laurie comete una travesura y Jo pone paz
Jo hace un esfuerzo por guardar el secreto de su madre, a pesar de los intentos de Meg y Laurie por revelar lo que oculta. Laurie, previendo que el secreto concierne a Meg y al Sr. Brooke, idea un plan para averiguar de qué se trata. Meg recibe una carta que, cree, es de John, en la que este le profesa su amor. Meg le responde, sin que nadie se entere, que es demasiado joven, y que él debería hablar primero con sus padres. Para sorpresa de Meg, John responde diciendo que él no envió ninguna carta de amor, y acusa a Jo de haberle tendido una trampa. Jo jura que no tiene nada que ver y se da cuenta de que Laurie es el verdadero autor del engaño. Corre a buscar a su travieso amigo mientras la Sra. March le cuenta a Meg lo que el Sr. Brooke siente por ella. La joven se siente desencantada con todo el asunto y solo quiere que sean amigos.
Laurie y la Sra. March tienen una conversación privada, después de la cual el muchacho se siente avergonzado y le pide a Meg sinceras disculpas, prometiendo que no le dirá nada a nadie del asunto. Laurie se ve tan arrepentido que Jo lo perdona, aunque no lo manifiesta. Más tarde, Jo se dirige a la casa de los Laurence para hacer las paces y se entera que Laurie tuvo una pelea con su abuelo por mantener su promesa de no revelar qué había sucedido. Sospechando que su nieto no quería decirle qué maldad había hecho, el Sr. Laurence lo había zarandeado, lo que enfureció a Laurie, puesto que consideraba que su abuelo debería confiar en su palabra y no castigarlo como a un niño. Laurie se rehúsa a bajar para la cena hasta que su abuelo le pida disculpas, y le propone a Jo huir juntos a Washington. A Jo le atrae aquella aventura, pero se da cuenta de que tiene deberes para con su familia y que, al ser una chica, no tiene las mismas libertades que su amigo.
Jo va en búsqueda del Sr. Laurence para convencerlo de que se disculpe con Laurie. Ella le dice que, si no lo trata con consideración, Laurie podría escapar impulsivamente. Enseguida se arrepiente de haber dicho esto, al ver que el Sr. Laurence se detiene ante el retrato del padre de Laurie, quien huyó. Jo da a entender que lo que dijo fue una broma y lo convence para que hagan las paces. Aunque el problema se haya resuelto, la travesura de Laurie hizo que Meg se enterara de los sentimientos de John.
Capítulo 22: Agradables praderas
Se acerca la Navidad, y tanto Beth como el Sr. March se están recuperando. El padre de las chicas anuncia que regresará pronto al hogar. La enfermedad de Beth hizo que las hermanas March sean más atentas y agradecidas: Meg trabaja con alegría, Amy quiere regalar sus posesiones y Jo cuida con dulzura de Beth. La mañana de Navidad, Beth declara que se siente tan colmada de felicidad que su vida estaría completa si no fuera por la ausencia de su padre. Las otras chicas están muy contentas con sus regalos navideños: Jo recibe su novela Undine y Sintram; Amy, un grabado de la Virgen y el Niño; y Meg, una falda de seda que le obsequió el Sr. Laurence.
Justo en ese momento, Laurie anuncia desde la puerta otro regalo de Navidad para la familia March, abriendo espacio para que haga su entrada el Sr. March. Todos están conmocionados. Beth, que ve hecho realidad su deseo, halla las fuerzas para correr a los brazos de su padre. Es tal la algarabía que el Sr. Brooke besa a Meg por error. Más tarde, la Sra. March menciona lo amable y bondadoso que ha sido el Sr. Brooke, y esto molesta mucho a Jo. Después de cenar junto a los Laurence y al Sr. Brooke, la familia March descansa y celebra, reunida. Reflexionan acerca del año que pasó, sobre sus dificultades y recompensas, y el padre afirma que “[sus] pequeñas peregrinas” (313) han transitado un camino muy difícil, pero considera que a partir de ahora sus cargas disminuirán mucho.
El. Sr. March observa las manos de Meg, antes suaves y pálidas; ahora, quemadas y endurecidas, pero igualmente bellas, puesto que Meg ha remplazado su vanidad por dedicación y esmero en el trabajo. Jo se ha convertido en una mujercita, de carácter fuerte pero no brava, que ha cuidado a Beth con amor maternal. Beth ha superado gran parte de su timidez, y todos están agradecidos de tenerla a salvo. Amy es paciente y menos vanidosa, y se dedica a modelar su carácter “con el mismo cuidado con que modela sus figuritas de arcilla” (315).
Beth recuerda una parte de El progreso del peregrino en la que los personajes descansan en una agradable pradera. Luego, la noche termina con Beth acompañando con el piano un extracto de aquel libro en el que los personajes agradecen el contento y la dicha.
Capítulo 23: La tía March zanja la cuestión
A pesar de la alegría que reina en la casa por la vuelta del Sr. March, se percibe cierta incertidumbre en las miradas de inquietud que intercambian los adultos cuando piensan en Meg y John. Jo confronta a su hermana, quien le dice que, si John le pidiera matrimonio, ella le diría amablemente que es muy joven y que solo pueden ser amigos.
En este momento llega el Sr. Brooke a recuperar su paraguas y a ver al Sr. March. Jo se va de la habitación para que Meg dé su discurso. Ella también se está por retirar pero John la detiene, le toma la mano y le pregunta si ella lo quiere, puesto que él la ama. Olvidando su discurso, Meg simplemente le dice que no lo sabe. Él le pide que intente aprender a quererlo y Meg se siente halagada. No obstante, al percibir en él una mirada de satisfacción, la de alguien que no duda del éxito de su empresa, Meg piensa en Annie Moffat y de repente comienza a actuar con coquetería como otras chicas, diciendo que no está interesada, siendo hiriente y distante. John está profundamente herido y Meg se siente culpable.
Entonces entra en la habitación la Tía March. El Sr. Brooke se retira al estudio mientras la Tía March cuestiona a la ruborizada Meg. Previendo de qué se trata el asunto, la tía March le dice que si se casa con el pobre Sr. Brooke no le dará ni un solo centavo de su fortuna. Sus dichos hacen que Meg se rebele y declare que se casará con quien ella quiera. Luego defiende a John hablando de su coraje, de su bondad y de su voluntad de esperar y trabajar duro antes de casarse. La Tía March se marcha, enfurecida, y John se apresura en volver. Ha escuchado cómo Meg lo defendió, y le pregunta de nuevo si puede esperar por ella. Una vez más, Meg pierde la oportunidad de pronunciar su discurso, respondiendo con un “sí”.
Jo vuelve y se sorprende al encontrar a Meg sentada en las rodillas de John. Más se sorprende y se enoja cuando este le da un beso y la llama “hermanita” (327). Jo corre a buscar a sus padres, y se echa a llorar en su cuarto mientras aquellos bajan a ver qué sucede. El Sr. Brooke defiende su causa con elocuencia, convenciendo a los March de aceptar el compromiso, puesta su esperanza en que dentro de tres años tendrá un hogar y un trabajo estable para ofrecerle a su querida y casarse con ella. Incluso Jo se conmueve con lo feliz que la ve a Meg, aunque se siente devastada pensando que perderá a su más querida amiga. Laurie la consuela mientras ven lo feliz que se ve su familia.
Análisis
En esos últimos capítulos de la Primera parte, las hermanas March son recompensadas después del año en que resolvieron superarse. Es claro el paralelismo entre el comienzo y el fin de esta parte de la novela. Las chicas reciben para Navidad los regalos que habían deseado al inicio del libro. Amy, por su parte, recibe por sus esfuerzos el anillo turquesa de la Tía March, pero aquel objeto que antes codiciaba por su vanidad, lo utiliza ahora como un recordatorio de que debe ser más parecida a la abnegada Beth, por lo que el anillo se convierte en un símbolo de su superación personal. La verdadera recompensa de todas, sin embargo, es el halago y el reconocimiento de su padre, y lo feliz que las hace convertirse en mejores personas. Tanto al principio como al fin vemos a la familia disfrutando junta, pero ahora la familia ha crecido para incluir a los Laurence y al Sr. Brooke.
El tema de la pobreza se discute en torno al Sr. Brooke y su idoneidad como candidato a casarse con Meg. El Sr. y la Sra. March consienten con el compromiso a pesar de la pobreza de John, siempre y cuando él pueda proveer para su futuro hogar las necesidades básicas. Meg, cuyo castillo en el aire incluía lujos y dinero, decide casarse con un hombre pobre pero bueno, sacrificando así cualquier apoyo económico de su Tía March. Con esta decisión, Meg rechaza el mandato social siguiendo sus sentimientos, decisión que además se encuadra dentro de la moral que le inculca su familia.
Tomar la decisión correcta, moralmente hablando, no siempre significa rechazar los dictados de la sociedad. Esto lo demuestra Jo cuando rehúsa escaparse con Laurie. Jo sostiene que al ser una chica debe “comportar[se] con propiedad y volver a casa” (301-302). Jo objeta la desigualdad entre hombres y mujeres al mismo tiempo que acepta su lugar en la sociedad.
Alcott continúa recurriendo a El progreso del peregrino para darle más sentido al camino que han transitado las hermanas March. En las verdes praderas, Christian y su acompañante Esperanza disfrutan de un descanso y reponen sus espíritus, pero no se encuentran todavía en el final de su viaje. Del mismo modo, la narración hace que los lectores piensen en el futuro cuando Jo y Laurie se preguntan qué pasará dentro de tres años. Luego, el narrador propone que el conocimiento de esto dependerá de la acogida que reciba esta primera parte en el público, haciendo que el lector entre en diálogo con la novela.