"El anciano señor Laurence era el león más temido. Sin embargo, una vez que las hubo visitado, hecho comentarios divertidos o amables a cada una de ellas y charlado sobre los viejos tiempos con la madre, casi ninguna le tenía miedo, salvo la tímida Beth" (Metáfora, Capítulo 6, 90)
Para las hermanas March, el señor Laurence, por su carácter en apariencia hosco y severo, es uno de los leones que deben enfrentar para disfrutar de la casa de sus vecinos, a la que consideran el Palacio Hermoso de su juego de El progreso del peregrino. La metáfora viene a representar la inseguridad que produce ese encuentro con un hombre adinerado, frente a quien todas sienten su pobreza porque no pueden corresponder de igual manera su atención. Además, para Beth, el Sr. Laurence es un león de temer porque la hace lidiar con su mayor carga, la de su timidez, que al principio no la deja disfrutar como las otras de su casa y del hermoso piano que allí tienen. Finalmente, Beth pasará “junto a los leones” (90) cuando descubra el costado dulce y afectivo del abuelo de Laurie, quien permitirá que ella vaya todos los días a tocar su piano, hasta regalarle luego uno que pertenecía a una nieta que perdió.
"Hija mía, tus problemas y tentaciones no han hecho más que empezar y pueden ser muchos, pero lograrás superarlos y vencerlos si aprendes a sentir la fuerza y el amor de tu Padre Celestial como sientes los de tu padre terrenal" (Símil, Capítulo 8, 123)
Después de que Jo se sienta muy mal por haber dejado que su enojo pusiera en riesgo la vida de Amy, Marmee le aconseja que tome de guía a Dios, de quien tiene que confiar como confía en su “padre terrenal”. El símil nos permite identificar las palabras que Marmee utiliza para describir al Padre Celestial con el Sr. March: “Él nunca se cansa de amarnos y cuidarnos, nada le aleja de nosotros y nos proporciona la paz, la felicidad y la fuerza que necesitamos en nuestra vida” (124). Este es el rol que, en efecto, tiene el padre de las chicas durante toda la novela; en la primera parte, mientras está en el ejército, es una figura que, como el Dios cristiano, las conforta desde lejos, y, una vez de regreso en su casa, y durante toda la segunda parte, el Sr. March cumple el rol de ministro dentro de su propio hogar, dando consejos a su esposa y a sus hijas. Su función se asemeja a la de Dios porque su influencia es más espiritual que material: en el recinto familiar, son las cinco mujeres las que en muchos aspectos dirigen la casa, porque son quienes se ocupan de los quehaceres del hogar, mientras el Sr. March permanece junto a sus libros, disponible en los momentos más duros para ser “el guía, el anda y el consuelo del hogar”. Por eso el narrador sostiene que “las niñas ponían sus corazones en manos de su madre, y su alma, en las de su padre” (336).
"Tú eres la gaviota, Jo, fuerte y salvaje, enamorada del viento y de las tormentas, capaz de adentrarse en el mar y vivir feliz en soledad. Meg es la tórtola y Amy es como las alondras que describe en sus cartas, siempre intentando remontarse por encima de las nubes, pero cayendo finalmente en el nido" (Símiles, Capítulo 37, 530)
En el diálogo que Beth y Jo tienen en la playa, Beth –quien ya ha aceptado que de a poco va perdiendo la vida– describe a sus hermanas comparándolas con pájaros. Le designa a cada una el ave que mejor las representa: Jo es una gaviota, por su espíritu independiente; Amy, una alondra, porque, si bien tiene un espíritu ambicioso, nunca se olvida de su familia. Aunque no explica por qué Meg es una tórtola, dentro de la simbología cristiana dicha ave es símbolo de dulzura y de amor fiel. Dado que Meg es la única que, hasta ese momento, está casada, puede que por eso se refiera a ella de esta manera. Beth también menciona que Marmee le ha dicho que unos pajarillos grises de la costa le hacían recordar a ella, “porque no paran de moverse, les gusta estar junto a la orilla y siempre andan cantando alegremente” (530). Esta descripción caracteriza bien a Beth, que nunca tuvo planes de alejarse del hogar como sus hermanas, y que era feliz haciendo las tareas del hogar, siempre industriosa y desinteresada.
"Eres como un erizo de castaña; por fuera, estás llena de pinchos, pero por dentro eres pura seda y tienes reservado un fruto dulce para quien llegue hasta él. Tarde o temprano, el amor hará que abras tu corazón, y entonces la parte áspera de ti desaparecerá" (Símil y metáforas, Capítulo 42, 611)
Meg le dirige estas palabras a Jo en un momento en que su hermana empieza a considerar la idea del matrimonio, que por tanto tiempo estuvo lejos de ser lo que aquella quería para su vida. Meg compara a su hermana con un erizo de castaña porque ve en Jo un exterior en apariencia hostil que debe ser atravesado para descubrir su interior dulce, dispuesto a recibir amor. Esta condición de erizo de castaña se pone de manifiesto cuando la corteja el Sr. Bhaer. Al principio, Jo teme mostrar sus verdaderos sentimientos y se muestra distante, lo que confunde al profesor, que no sabe si ella le corresponde. Finalmente, cuando Jo ya no puede ocultar lo que siente y deja salir las lágrimas bajo el paraguas, el Sr. Bhaer le pregunta si “tiene un rincón en su corazón para el viejo Fritz”, y ella, ya abierta al amor, le responde: “¡Oh, sí!” (664).
"Nunca te agradeceremos lo bastante tu paciencia a la hora de sembrar y dejarnos madurar –comentó Jo…" (Metáfora, Capítulo 47, 686)
La metáfora de la cosecha, título del último capítulo de Mujercitas, aparece en el final para poner en valor todo lo que las hermanas March han aprendido en sus años de crecimiento hasta convertirse en madres y esposas. Cuando Laurie inquiere a Jo sobre cómo harán para mantener la casa de Plumfield que heredó de la Tía March, preguntando si vivirán de lo que cultiven, Jo aprovecha para recurrir al sentido metafórico de cosechar: su plan será hacer de la casa una escuela donde cultivarán a niños pobres y ricos. El resultado de aquella cosecha será tener un hogar feliz donde los niños reciban lecciones del padre, el Sr. Bhaer, y el amor incondicional de la madre, la Sra. Bhaer (Jo). Este final demuestra que Jo ha aprendido a sacar provecho de la moral y de la dulzura, y en especial de la paciencia, con que la han “cultivado” sus padres. Por eso le agradece a Marmee lo que ha hecho por ellas. La metáfora de la cosecha significa que la maduración de buenos frutos requiere tiempo y dedicación.