Resumen
En este poema, el yo lírico hace un recorrido por toda su vida, por lo que ha hecho y logrado, y termina con una reflexión acerca de cómo eso se vincula con lo que han hecho Dios y todos los hombres.
Análisis
En sintonía con el poema anterior, "Casi juicio final", donde el yo lírico parecía someterse a sí mismo a un (casi) juicio final y luego absolverse, en este poema la voz poética, también en una primera persona del singular expresa desde el principio y muy marcada, recorre su propia vida, sus "jornadas" y sus "noches" (p. 70), como si buscara así escrutar "[su] vida entera" y compararla a la de "todos los hombres" (p. 70).
Al inicio de este poema, la voz poética aclara que la posición en la que se encuentra aquí es una ya conocida para él: "Aquí otra vez, los labios memorables, único y semejante a vosotros" (p. 70). Con ese primer verso da por empezado un recorrido de las experiencias y los sentimientos que lo han acompañado en el derrotero de su vida. El lector, entonces, se puede encontrar con versos como: "He persistido en la aproximación de la dicha y en la intimidad de la pena" (p. 70), y otros como: "He atravesado el mar" (p. 70).
De este modo, el poema, con excepción del primer verso, citado en el párrafo anterior, y de los últimos dos versos, donde el yo lírico reflexiona sobre toda su vida, y sobre ella en comparación a todas las vidas, los versos de este poema empiezan con el pretérito perfecto de la primera persona del singular, y son justamente versos como los últimos dos citados en el párrafo anterior. De este modo, en esos seis versos intermedios, el yo lírico pretende, en algún sentido, encapsular toda su vida:
He persistido en la aproximación de la dicha y en la intimidad de la pena.
He atravesado el mar.
He conocido muchas tierras; he visto una mujer y dos o tres hombres.
He querido a una niña altiva y blanca y de una hispánica quietud.
He visto un arrabal infinito donde se cumple una insaciada inmortalidad de ponientes.
He paladeado numerosas palabras.
(p. 70)
En los últimos dos versos, el yo lírico expresa su creencia de que su vida entera ha sido y será la repetición de esos actos: "Creo profundamente que eso es todo y que ni veré ni ejecutaré cosas nuevas" (p. 70). Al respecto, escrutando su vida pero también comparándola, no solo con la de todos los hombres sino también con la de Dios, el yo lírico finaliza: "Creo que mis jornadas y mis noches se igualan en pobreza y en riqueza a las de Dios y a las de todos los hombres" (p. 70).