Resumen
El yo lírico de este poema se enorgullece de la lentitud y la quietud con la que experimenta y con la que se sucede su vida, al distinguirse de la rapidez y el ruido de otros que bastardean palabras y símbolos, sin detenerse nunca a pensar hacia dónde van o quieren ir.
Análisis
En este poema, el yo lírico plantea distintas oposiciones binarias, todas ellas oposiciones que atraviesan, en menor o mayor medida, el poemario entero, y, a la vez, construye una tercera persona del plural (un "ellos") con la que discutirá. Es decir, de la misma manera en que plantea diversos pares de opuestos binarios, también aquí el yo lírico, desde la primera persona del singular, se opone a un "ellos" (p. 62), tercera persona del plural.
Las oposiciones binarias que presentará, en líneas generales, son las siguientes: luz/sombra o luz/oscuridad (primer verso, p. 62), ciudad/campo (segundo verso, p. 62), vida/muerte (tercer verso, p. 62) y día/noche (versos cuarto y quinto, p. 62). A partir de allí, empezará a construir un discurso adversativo en el que discutirá con este "ellos" (p. 62) ficticio. De este modo, la voz poética establecerá qué es para ella la "humanidad" y la "patria" (p. 62) y se jactará, como el título indica, de una cierta quietud o "lentitud" (último verso, p. 62).
En principio, el yo lírico dice que "escrituras de luz embisten la sombra" (p. 62) y que "la alta ciudad inconocible arrecia sobre el campo" (p. 62). Esto no es una mera descripción de paisaje, como podría parecer, sino que recupera y reelabora cuestiones que atraviesan, dualmente y acaso con distintos nombres, todo el poemario: la luz y la sombra o la oscuridad, la ciudad y el campo o los suburbios o la pampa o la llanura.
Luego, se muestra a sí mismo contemplativo, como si estuviese a un tiempo separado del resto y también detenido, quieto: "miro [a] los ambiciosos y quisiera entenderlos" (p. 62). Sobre ellos, dice: "Su día es ávido como el lazo en el aire. / Su noche es tregua de la ira en el hierro, pronto en acometer" (p. 62). De nuevo, aparece otra dualidad que resuena con los demás poemas, e incluso con la oposición binaria luz-oscuridad: se trata del par día/noche.
Es a partir de allí, de separarse de "los ambiciosos" (p. 62) y observarlos, que empieza el discurso adversativo, en el que el yo lírico, desde la primera persona del singular, se diferencia de "ellos" (p. 62). Algunos ejemplos muy claros son los siguientes: "Hablan de humanidad. / Mi humanidad está en sentir que somos voces de una misma penuria" (p. 62); "Hablan de patria. / Mi patria es un latido de guitarra, unos retratos y una vieja espada, la oración evidente del sauzal en los atardeceres" (p. 62). Pareciera, además, que los otros "hablan" (p. 62) de las cuestiones importantes, como la "humanidad" y la "patria" (p. 62); el yo lírico "mira" (p. 62) y se mantiene "más silencioso que [su] sombra" (p. 62). A diferencia de "ellos" (p. 62), él mantiene el silencio; a lo sumo, lo rompe solamente en esta escritura.
Hacia el final del poema, establece una diferencia última y primordial, que pone el énfasis otra vez en este detenimiento y en por qué él yo lírico no es como "los ambiciosos" (p. 62): "Ellos son imprescindibles, únicos, merecedores del mañana. / Mi nombre es alguien y cualquiera. / Paso con lentitud, como quien viene de tan lejos que no espera llegar" (p. 62). Así, se jacta no solo de su quietud, sino de no creerse, por ejemplo, "merecedor del mañana" (p. 62), de entenderse como "cualquier" otro. El yo lírico, en su detenimiento, no ambiciona, siquiera, llegar a ninguna parte.