Resumen
Introducción
Leyendas comienza con una “Introducción” en la que el autor afirma que los relatos que habrá de leer el lector son el fruto de sus extravagantes fantasías.
La creación (Poema indio)
El dios hindú Brahma, cansado de estar solo, decide crear a Maya y fecundarla. Tras esta unión brotan miles de puntos de luz, los gandharvas.
A partir de entonces, Brahma pasa sus días practicando alquimia en su laboratorio mientras los gandharvas lo espían. En una ocasión, Brahma sale del laboratorio dejando la puerta abierta. Los gandharvas aprovechan y entran a hurtadillas. Allí mezclan y confunden todos los elementos hasta que crean un mundo deforme, oscuro, con polos, montañas y océanos: el planeta Tierra.
Cuando Brahma los descubre, decide destruir aquella creación lanzando un diluvio universal, pero los gandharvas le ruegan que no lo haga, ya que el planeta Tierra es su juguete favorito. Brahma cede ante este pedido a sabiendas de que, en manos de los gandharvas, el planeta no va a durar mucho.
Maese Pérez el Organista
Maese Pérez es un conocido organista que toca todas las noches en la iglesia de Santa Inés en Sevilla. Durante la celebración de una misa de gallo, maese Pérez fallece mientras toca el órgano, provocando una gran conmoción entre la gente. Al año siguiente, maese Pérez es reemplazado por un buen organista venido de otro pueblo. Este, tras tocar en la misa de gallo, se retira del puesto afirmando que el órgano es demasiado viejo y suena mal. Entonces, al año siguiente llaman a la hija del maese Pérez para que continúe el legado de su padre. Ella acepta, pero no llega a tocar durante la misa de gallo porque el órgano del maese Pérez comienza a sonar solo.
Los ojos verdes
Durante una jornada de caza, Fernando le dispara a un ciervo que, herido, huye hacia la Fuente de los Álamos. Pese a las advertencias de su sirviente Iñigo, Fernando va hacia allí a buscar a su presa. Entonces, en el reflejo del agua de la fuente, ve unos ojos verdes que lo fascinan. Desde ese momento, Fernando va todos los días a la Fuente de los Álamos a buscar esos ojos, pese a que Iñigo le advierte que pertenecen a un demonio que vive en la fuente. Finalmente, Fernando se encuentra con la mujer de los ojos verdes en la Fuente de los Álamos. Entonces le confiesa su amor. La mujer le responde que podrían estar juntos y lo invita a acercarse a ella. Fernando intenta seguirla, pero se cae dentro de la fuente y se ahoga.
La ajorca de oro
Pedro Alfonso de Orellana es un joven valiente, capaz de dar todo por su amada novia, María Antúnez. Un día, María le dice a Pedro que le gustaría tener la ajorca de oro que está en manos de la Virgen de la Catedral. Pedro, incapaz de resistirse a María, decide robar la ajorca para regalársela. Se dirige a la catedral de noche. Entra subrepticiamente, pero decidido. Sin embargo, cuando está a punto de robar la ajorca, siente un profundo terror. Entonces, cierra los ojos y de esa manera logra arrebatarle la ajorca de oro a la virgen. Al abrir los ojos, advierte que la catedral se ha llenado de estatuas de santos, ángeles y demonios. Se desmaya. Al día siguiente Pedro es encontrado al pie del altar, con la joya en las manos, totalmente loco.
Análisis
Para comenzar este análisis es fundamental enmarcar a la obra dentro del movimiento estético que la define: el Romanticismo. Gustavo Adolfo Bécquer es, sin dudas, el escritor español romántico más importante de la historia, y esto se ve con claridad en las Leyendas. Repasemos entonces cuáles son las características principales del Romanticismo que atraviesan esta obra.
En un principio, la obra de los románticos se caracteriza por una clara exaltación de los sentimientos: el Romanticismo nació como una respuesta al movimiento intelectual de la Ilustración, que privilegiaba a la razón y la lógica. El Romanticismo, en contrapartida, exalta los sentimientos y la subjetividad. Por otro lado, se produce una valoración de lo sublime en lugar de lo bello, a partir de la oposición a la idea clásica de la belleza equilibrada e, incluso, encuentra sublime a lo terrible, lo incómodo, lo excesivo. Como experiencia estética, lo sublime es aquello que produce tanto una atracción irresistible como una amenaza fatal. Por eso, los espacios románticos típicos son siempre paisajes naturales tan hermosos como peligrosos, como los acantilados, las marejadas o los volcanes. En este movimiento, además, encontramos una exaltación de lo maravilloso: alejado de todo tipo de racionalidad, el Romanticismo valora la fantasía, lo sobrenatural y los sueños. Por último, el Romanticismo presenta también un marcado idealismo, ya que es un movimiento que exalta las grandes ideas y le da una enorme importancia a valores como el honor, la lealtad, la abnegación y la honestidad, entre otros. Tal como veremos a lo largo de toda la guía, en cada una de las leyendas aparecen reflejadas estas y otras características propias del Romanticismo.
Hecho este breve repaso por el movimiento en el que se inscribe el autor, podemos adentrarnos en la obra. Un buen modo de hacerlo es analizar las palabras del Bécquer en su “Introducción” a las leyendas. En este prólogo, el autor se dirige al lector para dejarle en claro que los relatos que habrá de leer son creaciones suyas, extravagantes hijos de su fantasía. Es decir, Bécquer no pretende que el lector crea que las leyendas son reales, sino todo lo contrario: desde el principio, aclara que son ficciones nacidas en los tenebrosos rincones de su cerebro. Cabe preguntarse entonces a qué responde esta aclaración: ¿por qué Bécquer comienza destruyendo el pacto de ficción con el lector?
La respuesta se encuentra en un concepto fundamental del Romanticismo: la noción de “genio”. En la “Introducción”, Bécquer rompe el pacto de ficción con el lector y deja en claro que todo lo que este leerá nació en su mente para mostrarse a sí mismo como un genio creador. El “genio” es definido por autores pertenecientes al Romanticismo como aquella persona que posee un talento creativo absolutamente innato que lo eleva por encima del resto de los mortales. Al ser una especie de entidad superior, el genio no debe responder a las reglas racionales del arte, sino que expresa desde su libertad aquello que siente, y con esto le alcanza para llevar a cabo un arte superior. La inteligencia y la sensibilidad del genio dependen solamente de sí mismo, de la fuerza creativa de su espíritu. Así lo expresa Bécquer en la “Introducción”:
Fecunda, como el lecho de amor de la miseria, y parecida a esos padres que engendran más hijos de los que pueden alimentar, mi musa concibe y pare en el misterioso santuario de la cabeza, poblándola de creaciones sin número, a las cuales ni mi actividad ni todos los años que me restan de vida serían suficientes a dar forma (p. 43).
Esta concepción del artista o creador como un genio, superior al resto de los mortales, aparece también en la primera leyenda, “La creación (Poema indio)”. Aquí, de hecho, el protagonista es el dios creador hindú Brahma, quien, por mero aburrimiento, crea a Maya, y junto a ella da a luz a los gandharvas. Estos serán quienes, jugando, crearán el planeta Tierra. Esta idea de que las creaciones del genio surgen sin motivo alguno, por mero desdén o incluso de casualidad, también es propia del Romanticismo. Como hemos dicho, el genio romántico está por sobre el resto de los mortales. No le importa, por lo tanto, conmover al vulgo con sus obras.
En la “Introducción”, Bécquer les dice a sus creaciones: “No quiero que en mis noches sin sueño volváis a pasar por delante de mis ojos en extravagante procesión, pidiéndome con gestos y contorsiones que os saque a la vida de la realidad del limbo en que vivís” (p. 43). De acuerdo a esta cita, Bécquer no concibe a sus leyendas para conmover al público, sino para sacárselas de encima. Del mismo modo, Brahma crea a Maya y los gandharvas porque está aburrido; y estos últimos, por su parte, crean la Tierra para jugar con ella. En las Leyendas, el artista, el creador, es un genio caprichoso, un dios que sin esfuerzo alguno realiza creaciones magnánimas, ya sean obras de arte o planetas. El hecho de que alguien disfrute o sufra con sus creaciones les es absolutamente indiferente.
Otra característica importante de las Leyendas que aparece en “La creación (Poema indio)” es el exotismo. Durante el siglo XIX, hubo un gran interés por lo desconocido, lo lejano y lo exótico. Los escritores románticos como Bécquer buscaban escapar de la realidad cotidiana y explorar otros lugares, culturas y épocas a través de sus ficciones. El exotismo se manifestaba tanto en la ambientación de las obras como en la introducción de personajes y situaciones provenientes de tierras lejanas o culturas distintas. Los escritores románticos de Europa se inspiraban en Oriente, África, América y otras regiones lejanas para crear escenarios y personajes exóticos que capturaran la atención del lector. Así, en “La creación (Poema indio)”, Bécquer alude a figuras mitológicas del hinduismo como Brahma, Maya y los gandharvas.
En la segunda leyenda de la obra, “Maese Pérez el Organista”, aparece otra característica recurrente del Romanticismo: la presencia del tema de lo sobrenatural. En las Leyendas, lo sobrenatural aparece de cuatro maneras diferentes: en fantasmas y apariciones, en la presencia de seres mitológicos y folclóricos, o personajes con poderes sobrenaturales, y a través de elementos mágicos y objetos encantados. Esta última tematización de lo sobrenatural es la que encontramos en “Maese Pérez el Organista”. Aquí, el órgano de Pérez que suena sin que nadie lo toque. Tal como lo dice el narrador en la siguiente cita: “Todo el mundo fijó sus miradas en aquel punto. El órgano estaba solo, y no obstante, el órgano seguía sonando... sonando como sólo los arcángeles podrían imitarlo en sus raptos de místico alborozo” (p. 77). Como hemos visto previamente, los artistas del Romanticismo buscaba escapar de la realidad cotidiana y adentrarse en el reino de la fantasía, la pasión y lo trascendental. Lo sobrenatural, entonces, era utilizado recurrentemente como un recurso literario para explorar la imaginación y los aspectos misteriosos de la existencia humana.
En el tercer relato, “Los ojos verdes”, encontramos otro tema transversal en la obra: el amor. En las Leyendas, el amor es una emoción poderosa, irracional y fundamentalmente trágica. El amor correspondido y armónico no existe: los personajes siempre quedan atrapados en relaciones complicadas o enfrentan barreras sociales, culturales o incluso sobrenaturales que impiden la realización plena de su amor. "Los ojos verdes" es un ejemplo perfecto al respecto: en la leyenda, Fernando de Argensola se enamora de un espíritu diabólico, pierde totalmente la razón y termina suicidándose.
Cabe mencionar que esta idea trágica del amor es típica dentro del Romanticismo. A ella se le suma, la concepción de la mujer como un ser inaccesible también es propia de este movimiento estético. Tal como sucede con Fernando de Argensola, en las historias románticas en las que la mujer es inaccesible, el hombre suele obsesionarse y enloquecer. En “Los ojos verdes”, Bécquer demoniza a esa mujer inaccesible, la convierte en un ente sobrenatural y maligno. Esto se vuelve a repetir en “La ajorca de oro”, donde la mujer también encarna la figura de una fuerza irresistible, una entidad que hace perder la razón. Así describe el narrador a María Antúnez:
Ella era hermosa, hermosa con esa hermosura que inspira el vértigo; hermosa con esa hermosura que no se parece en nada a la que soñamos en los ángeles, que, sin embargo, es sobrenatural; hermosura diabólica, que tal vez presta el demonio a algunos seres para hacerlos sus instrumentos en la tierra (p. 89).
María Antúnez es tan hermosa que es diabólica. En este caso, su esposo es quien pierde la razón. Pedro Alfonso de Orellana, enceguecido por la belleza de María, decide entrar a robar una joya a una iglesia para ofrendársela. El castigo, aquí también, es sobrenatural: un conjunto de estatuas religiosas toman vida cuando Pedro roba la joya, y el hombre enloquece. En este sentido, “La ajorca de oro” y “Los ojos verdes” son dos leyendas muy similares. En ambas, un hombre pierde la razón por la belleza de una mujer y termina cometiendo un terrible error. También, en sendos casos, el castigo es sobrenatural.
En resumen, en estas cuatro primeras leyendas, precedidas por la “Introducción”, aparecen ciertas características y recurrencias temáticas que, como veremos posteriormente, reaparecerán a lo largo de toda la obra: el artista o creador es presentado como un genio innato, como un ser superior; el amor es una emoción arrebatadora, irracional y trágica; los elementos sobrenaturales aparecen de manera recurrente; se presentan ambientes y personajes exóticos; y la mujer es concebida como un ser irresistible y, muchas veces, maligno. Cabe destacar, una vez más, que cada una de estas características de las Leyendas es propia asimismo del Romanticismo.