Resumen
El Cristo de la calavera
El rey de Castilla realiza un gran banquete en honor a los caballeros que se dirigen a luchar contra los moros. Doña Inés de Tordesillas, una mujer de gran belleza y altivez, asiste a esta festividad acompañada por dos de sus pretendientes, Alonso de Carrillo y Lope Sandoval.
En medio del banquete, a doña Inés se le cae un guante. Alonso y Lope se apresuran para levantarlo y devolvérselo. Cada uno toma un extremo del guante y tironea por quedarse con la prenda. Entonces el rey intercede, agarra el guante y se lo devuelve a Inés. Esa misma noche, los dos caballeros acuerdan enfrentarse en un duelo. Mientras caminan por las desiertas calles de Toledo en busca de un lugar adecuado, descubren un cobertizo iluminado por una luz en el que se encuentra una figura de Cristo y una calavera. Se disponen a comenzar el duelo allí, pero la luz se apaga cada vez que baten sus espadas y se enciende de nuevo cuando las levantan. Los caballeros deciden que su disputa va en contra de la voluntad divina. Tras reconciliarse, los caballeros regresan juntos al palacio. Entonces ven a un hombre que escapa furtivamente del balcón de doña Inés. Alonso y Lope lanzan una gran carcajada.
Al día siguiente, al despedir a los caballeros que parten a la guerra junto con el resto de la población de Toledo, Inés se da cuenta de que sus relaciones amorosas clandestinas han sido descubiertas debido a las miradas burlonas que todos, especialmente Alonso y Lope, le dirigen.
La corza blanca
Dionis, un noble caballero, sale de caza con su hija Constanza y sus servidores. En el bosque se encuentran con un pastor que les relata la historia de una misteriosa corza blanca que una vez se burló de él. Garcés, uno de los servidores de Dionis, decide cazar la corza blanca para regalársela a Constanza, a quien ama en secreto. Eventualmente, Garcés se encuentra con un grupo de corzas; una de ellas, blanca. Cuando se dispone a disparar, las corzas se convierten en mujeres hermosas y él advierte que una de ellas es Constanza. Garcés va hacia ella, pero entonces las mujeres vuelven a convertirse en corzas y huyen. Convencido de que ha estado soñando, Garcés persigue a la corza blanca y le dispara. Entonces advierte que no ha matado a una corza blanca, sino a Constanza.
La rosa de Pasión
Daniel Leví es un judío malvado que odia a los cristianos. Tiene una hija hermosa, llamada Sara, a quien cuida con recelo. Un día, se entera de que su hija está saliendo a escondidas con un cristiano. Entonces decide reunir a los judíos para fabricar una cruz, emboscar al cristiano y crucificarlo. Sara se entera del plan de su padre e interviene. Daniel, indignado con el proceder de su hija, la crucifica.
Algunos años después, un pastor encuentra una llamativa flor que hace recordar el sufrimiento de Cristo al ser crucificado. Al cavar en el lugar donde se hallaba la flor, los habitantes del pueblo encuentran los huesos de Sara.
Creed en Dios (Cantiga provenza)
Teobaldo de Montagut, es un conde despiadado y cruel que, entre otras cosas, afirma que Dios no existe. En una jornada de caza, Teobaldo se obsesiona con atrapar un jabalí. Lo persigue con tanta obstinación que su caballo termina muriendo de agotamiento. Entonces, en medio del bosque aparece un paje misterioso que le ofrece un caballo para continuar la cacería. Teobaldo se sube al caballo. Este, de inmediato, comienza a galopar a toda velocidad. Sobre el corcel, Teobaldo realiza una travesía fantástica. Pasa incluso por lugares en los que habitan ángeles y demonios. Finalmente, se desmaya. Al despertar, Teobaldo regresa a su castillo creyendo que todo fue un sueño. Sin embargo, en lugar de su castillo encuentra un monasterio. El obispo le dice que Teobaldo de Montagut falleció hace muchísimos años. Teobaldo entonces se arrepiente de los pecados que ha cometido a lo largo de su vida.
La promesa
Margarita es una joven pueblerina que vive un intenso romance con Pedro, escudero del conde de Gómara. Un día, Pedro debe marcharse a la guerra para defender al conde. Margarita se encuentra desolada. Pedro le promete que, al regresar de la batalla, se casará con ella. Le deja un anillo como regalo y prueba de su amor. Sin embargo, en el desfile de despedida de las tropas, Margarita descubre que Pedro no es el escudero del conde, sino que es el conde de Gómara.
Tiempo después, Pedro, quien continúa en la guerra, comienza a ver una espectral mano por todos lados. No comprende qué maldición lo persigue, hasta que un día escucha a un juglar cantando la historia de una joven desdichada de la que se aprovechó un conde y terminó suicidándose. El juglar afirma que cuando intentaron enterrar a la joven, su mano quedó por fuera del nicho. En esa mano, la joven lleva un anillo que le regaló aquel conde.
Tras descubrir que la joven de la historia del juglar es Margarita, Pedro regresa de la batalla y se casa con la mano que está fuera del nicho. Tras dar el sí, la mano acepta su destino y se sumerge en la tierra.
Análisis
Como hemos dicho previamente, en las Leyendas se le da una enorme importancia a valores como el honor, la lealtad y la honestidad. En esta sección, veremos diferentes leyendas en las que los personajes faltan a alguno de estos valores y son castigados por ello.
Alonso y Lope, los protagonistas de “El Cristo de la calavera”, son presentados por Bécquer como dos caballeros con un gran sentido del honor. De hecho, la acción del relato se sitúa en la noche previa a que estos salgan a defender valientemente el reino en la guerra. Tanto Alonso como Lope aman a Inés y están dispuestos a dar la vida por ella. Por eso mismo, llegan a batirse a duelo. Ahora bien, cuando sacan sus espadas, una intervención sobrenatural les indica que hay algo que está mal en ese duelo. Entonces, los hombres abandonan la lucha y se reconcilian. Ahora bien, la leyenda no es clara respecto a cuál es el motivo que debería impedir el duelo. La respuesta se evidencia simple poco después: Inés no es una muchacha honrada; tiene relaciones sexuales a escondidas con un caballero y, por lo tanto, dos hombres honrados como Lope y Alonso no deberían luchar por su amor.
Es importante destacar que en el siglo XIX la pureza virginal se asociaba con la inocencia, la belleza idealizada y la virtud de las mujeres. Se consideraba que una mujer virgen era moralmente superior, y la pérdida de la virginidad antes del matrimonio se veía como un acto deshonroso. Así, en el final de “El Cristo de la calavera” asistimos a la caída en desgracia de Inés. Aquella mujer que era codiciada por todos los hombres del pueblo, incluso los más valientes, como Alonso y Lope, tras descubrirse que no era honrada, se convierte en un hazmerreír.
Esta idealización romántica de los valores sociales también aparece en “La promesa”. En este caso quien actúa de manera deshonrosa es un hombre: Pedro, el conde de Gómara, se hace pasar por un simple escudero para tener relaciones carnales con Margarita. Tampoco se explica en este caso que es lo que lleva a Pedro a hacerse pasar por alguien de un rango inferior. Sin embargo, cualquier lector de la época comprendería que este es el único modo de que Margarita crea que se va a casar con ella y le entregue su virginidad. Ella nunca creería que el conde de Gómara podría escoger a una pueblerina como esposa.
Así, Pedro le miente a Margarita en lo que se refiere a quién es y además le asegura que se casará con ella al regresar de la guerra a sabiendas de que esto no sucederá. Le roba, como ya mencionamos, el bien más preciado para una mujer de la época: su virginidad. Tal como sucede en “El Cristo de la calavera”, lo sobrenatural intercede en contra del deshonroso y lo castiga: una mano espectral comienza a perseguir y atormentar a Pedro. Se trata de una maldición que recae sobre los hombros del conde y que solo puede desaparecer si repara la deshonra que ha cometido. Ante ello, Pedro decide casarse con el cadáver de Margarita para liberarse de la maldición. Y así sucede:
Después que éste, arrodillado sobre la humilde fosa, estrechó en la suya la mano de Margarita, y un sacerdote autorizado por el Papa bendijo la lúgubre unión, es fama que cesó el prodigio, y la mano muerta se hundió para siempre. Al pie de unos árboles añosos y corpulentos hay un pedacito de prado, que al llegar la primavera se cubre espontáneamente de flores (p. 291).
Veamos ahora dos leyendas en las que el valor destacado no es el honor, sino la fe religiosa o, más precisamente, la cristiana. El protagonista de “Creed en Dios (Cántiga Provenza)”, Teobaldo de Montegut, es un hombre pecaminoso y blasfemo. La muerte de sus padres, ocurrida cuando él era un niño, le quitó toda confianza en la bondad y justicia de Dios. Al igual que el señor feudal de “La cruz del diablo”, Teobaldo dedica su vida a hacer el mal. Pero, a diferencia del señor feudal, Teobaldo no hace el mal porque está aburrido, sino porque el sufrimiento lo ha vuelto ateo, y el ateísmo lo ha vuelto cruel.
Aquí también es una entidad sobrenatural la que interviene para demostrar la importancia de los valores. El caballo espectral, que en teoría llevaría a Teobaldo hasta el jabalí, termina conduciéndolo hasta la morada de los ángeles. Así le demuestra que la fe en Dios es un valor inquebrantable. Tras su travesía fantástica sobre el corcel, Teobaldo se arrepiente de sus pecados y se encomienda a Dios. De esta leyenda se desprende, como decimos, una premisa interesante, que aparece también en otros relatos de Bécquer: solo aquellos que creen en el Dios católico pueden ser bondadosos. Por el contrario, los ateos y los creyentes de otras religiones son necesariamente malvados.
Para comprender el valor aleccionador de esta leyenda, vale recordar que, a lo largo de su historia, España se ha caracterizado por ser una nación con una fuerte tradición católica. En el siglo XIX, cuando Bécquer escribe sus Leyendas, el catolicismo era la religión oficial del Estado y tenía un status privilegiado en la sociedad. La Iglesia Católica, además, ejercía una gran influencia en la vida cotidiana de los españoles, en la moralidad, la educación y la organización social. En ese entonces, creer en el Dios católico era un mandato, y no creer en él era una inmoralidad.
En esta línea, en “La rosa de Pasión” Bécquer no solo loa al cristianismo, sino que ataca ferozmente al judaísmo. Así describe el narrador a Daniel Leví, uno de los protagonistas de este relato: “Era este judío rencoroso y vengativo como todos los de su raza, pero más que ninguno engañador e hipócrita” (p. 251). Cabe mencionar que este posicionamiento no es específico del autor, sino que responde a un inclinación propia de su época: en el siglo XIX, Europa experimentó un importante resurgimiento del antisemitismo. El odio hacia los judíos estaba enraizado en una serie de factores históricos, culturales y políticos. Uno de los principales elementos que contribuyó al antisemitismo fue la persistencia de prejuicios y estereotipos negativos sobre los judíos, existentes desde la Edad Media. Como vemos en la cita, el narrador afirma que todos los judíos son rencorosos, vengativos, engañadores e hipócritas. Además, en el siglo XIX hubo una creciente influencia de ideas nacionalistas y xenófobas en Europa. Se desarrolló entonces una narrativa que vinculaba a los judíos con la traición, la conspiración y la amenaza a la identidad nacional y religiosa. Estos estereotipos antisemitas se difundieron en la literatura, la prensa y los discursos políticos de la época, llegando incluso al día de hoy.
En “La rosa de Pasión”, Bécquer presenta a los judíos como seres viles y desalmados. De hecho, Daniel Leví crucifica a su propia hija, Sara, cuando se entera de que esta se ha convertido al catolicismo. Sara es el único personaje judío que no es demonizado. Incluso, gracias a su conversión religiosa, se transforma en una rosa sagrada tras su muerte.
La transformación de una mujer en un elemento noble de la naturaleza también está presente en “La corza blanca”. En este caso, Constanza se convierte precisamente en una corza blanca. Esto se explica por la tradición literaria en la que se inscribe Bécquer: la afinidad entre la naturaleza y la mujer es propia del Romanticismo, movimiento en el que la mujer suele ser presentada como una figura cercana a la naturaleza, dotada de una gran conexión con los ciclos de la vida y la fertilidad. A menudo, su belleza es comparada con la de hermosos paisajes naturales o se describe en medio de dichos paisajes. He aquí un ejemplo extraído de “La corza blanca”:
Despojadas ya de sus túnicas y sus velos de mil colores, que destacaban sobre el fondo suspendidos de los árboles o arrojados con descuido sobre la alfombra del césped, las muchachas discurrían a su placer por el soto, formando grupos pintorescos, y entraban y salían en el agua, haciéndola saltar en chispas luminosas sobre las flores de la margen como una menuda lluvia de rocío (p. 240).
Para resumir esta sección, en las cinco leyendas analizadas se repiten las siguientes características: la presencia de valores como el honor, la lealtad y la fe. Algo que se evidencia en hecho de que, cuando algún personaje quiebra alguno de estos valores, sea castigado por entidades sobrenaturales o divinas, recibiendo maldiciones o condenas extraordinarias. En línea con esto, las Leyendas tienen una fuerte impronta católica e, incluso, en algunas de ellas aparecen elementos antisemitas. Por último, y en consonancia con la apreciación romántica de la época, la mujer y la naturaleza son presentadas como dos entidades totalmente afines e interconectadas.