Resumen
La historia del quinto viaje
Al igual que en las noches anteriores, Simbad, el cargador humilde, se une al resto de los oyentes para escuchar las historias de los viajes de Simbad el Marino. Después de la cena, este último cuenta su quinto viaje.
Por primera vez, Simbad zarpó en un barco propio, con una tripulación de comerciantes de otros países.
Al pasar por una isla, la tripulación vio un huevo gigante allí, que Simbad reconoció como el de Ruc en base a la experiencia de sus aventuras anteriores. Ya se podía ver un pico asomándose. A pesar de las advertencias de Simbad, la tripulación tomó el huevo y asó al Ruc recien nacido para obtener carne. Desafortunadamente, sus padres regresaron pronto y arrojaron rocas sobre el barco mientras este intentaba huir. El barco fue destruido, dejando solo a Simbad con vida, aferrado sobre un trozo de madera flotante.
Luego de estar a la deriva un buen tiempo, Simbad llegó a otra isla, un paraíso exuberante con frutas colgando por todas partes y un arroyo cristalino que la atravesaba. Para su sorpresa, Simbad vio a un anciano al borde del arroyo. Más tarde se enteraría que ese hombre era el Viejo del Mar. El hombre no habló, y solo hizo un gesto hacia la fruta al otro lado del río, indicando su deseo de que Simbad lo llevara a través del arroyo hasta la fruta. Simbad obedeció, pero el Viejo del Mar no lo soltó una vez que llegaron al otro lado. En lugar de eso, torció sus piernas alrededor del cuello del marino, obligando a Simbad a llevarlo a los árboles, de los cuales el anciano recolectaría fruta. Esto continuó durante varios días, tiempo durante el cual Simbad fue debilitándose. Un día, ya muy débil y desesperado, Simbad tuvo una idea: usando algunas uvas y una calabaza, preparó un poco de vino. Curioso, el Viejo del Mar también bebió un poco, y en su embriaguez aflojó su agarre. Simbad se liberó de inmediato, mató al Viejo del Mar y huyó a la orilla, de donde fue rescatado por un barco que pasaba. A bordo, se enteró quién era el Viejo del Mar: una criatura que solía acabar estrangulando a sus víctimas.
El barco atracó cerca de un pequeño pueblo. Allí, sus comerciantes, incluido Simbad, se propusieron recolectar cocos de las palmeras. Sin embargo, los árboles eran demasiado altos, por lo que los comerciantes comenzaron a arrojar piedras a los monos, quienes se vengaron de ellos arrojando cocos. El proceso era peligroso pero, en última instancia, fructífero. Después de recolectar y vender muchos de estos cocos, Simbad volvió a casa muy rico una vez más.
Otra vez, Simbad termina la historia del quinto viaje, le da dinero al cargador humilde y le pide al resto que regrese la noche siguiente para otra historia.
La historia del sexto viaje
Después de cenar la noche siguiente, Simbad continúa con el relato de su sexto viaje.
A pesar de las protestas de familiares y amigos, Simbad volvió a salir después de pasar un tiempo en Bagdad. Esta vez viajó por tierra antes de zarpar de la India.
Una vez más, el barco de Simbad terminó naufragando, y esta vez llegó al lado montañoso de una isla, un lugar tan peligroso del que ningún marinero había regresado jamás. De hecho, una gran cantidad de huesos humanos cubrían el área.
Con el tiempo, Simbad vio morir de hambre a sus compañeros, mientras él racionaba sus escasas provisiones. Finalmente, al borde de la muerte, elaboró un plan. Había un río extraño que fluía de la montaña a través de una cueva, por lo que construyó una balsa para flotar a través de él. La experiencia fue terrible, duró varios días y lo privó de ver la luz del día mientras duró. Su único consuelo era que había innumerables joyas preciosas en la cueva, que recogió al pasar.
La balsa finalmente emergió a una hermosa ciudad llamada Serendib (en lo que hoy es Sri Lanka). Allí, Simbad rápidamente se hizo amigo del Rey de Serendib, a quien le contó sus aventuras. Simbad pasó algún tiempo explorando la tierra, incluso ascendiendo a la cima de lo que él llama la montaña más alta del mundo, desde la cual Adán había sido desterrado del paraíso. Cuando Simbad estuvo listo para regresar a casa, el rey de Serendib le dio muchos regalos para el califa Harun al-Rashid, quien regía en las tierras de Simbad, como muestra de amistad. Estos incluían: una copa tallada en un solo rubí, una piel de serpiente que evitaba que una persona se enfermara, grandes cantidades de recursos naturales de la isla y una hermosa esclava.
Simbad volvió con estos al califa, quien se conmovió por los regalos. Aunque muchos de los asistentes del califa le aconsejaron que atacara Serendib para recolectar más riquezas, el califa aprobó la generosidad del rey indio y se negó a tomar tal acción.
De vuelta al presente, Simbad le da dinero al cargador humilde e invita a sus invitados a regresar la noche siguiente para la historia final.
Análisis
Como muchos de los otros personajes de estos viajes, el Viejo del Mar también tiene raíces griegas. Sin embargo, no fue extraído directamente de algún relato específico de la mitología griega, como sí, por ejemplo, el gigante caníbal. En este caso, el Viejo del Mar está simplemente inspirado en varios dioses del agua, aunque generalmente se asocia con Nereo o Proteo. Lo que todos estos dioses del agua tienen en común en estas historias es que personifican la dificultad y el peligro que enfrentan los marineros. Estos marineros están siempre a merced del mar y, por lo tanto, las historias crean figuras que intensifican ese peligro.
En la Odisea, el viejo hombre del mar de Homero funciona de manera diferente. Puede responder muchas preguntas si es capturado, pero capturarlo implica poder aferrarse a él mientras cambia de forma. Es interesante notar que el Viejo del Mar en Las mil y una noches es exactamente lo contrario; él se aferra a la persona, y esta debe engañarlo para que la suelte, tal como Simbad logra hacer. Esto refleja una caracterización más profunda que realiza Homero en relación con su personaje en comparación con lo que sucede en este viaje de Simbad: se enfoca explícitamente en la astucia de Odiseo, lo que justifica el uso de una criatura que es derrotada a través de ella. En el caso del Viejo del Mar, no vemos una caracterización tan fuerte, en el sentido de que aparece por poco tiempo y de una forma que es estrictamente funcional a la trama, y no propone un análisis más profundo sobre su intervención. Dicho de otra forma, no refleja la astucia de Simbad al mismo nivel que el viejo hombre del mar en la Odisea sí lo hace respecto de Odiseo.
Asimismo, parece haber un tema común en los relatos de los viajes de Simbad: la curiosidad puede, literalmente, matar. Aunque su tripulación se enfrenta con frecuencia a desgracias fuera de su control, también suele tomar decisiones precipitadas que exacerban el peligro. En estos viajes, los hombres no pueden resistir su deseo de asar el Ruc bebé, y todos mueren por ello. Si bien el propio Simbad a menudo expresa una sabiduría de la que carecen sus hombres, el hecho de que continúe realizando estos viajes sugiere que sufre de la misma curiosidad errante y peligrosa. Es revelador que, antes de su sexto viaje, sus amigos y familiares le ruegan que reconsidere sus ambiciones. En ese sentido, Las mil y una noches advierte sobre los peligros de una curiosidad exagerada; a veces puede conducir a cosas buenas, pero la mayoría de las veces causará problemas irreversibles. En cierta medida, el mensaje parece ser: "Aprende a contentarte con lo que ya tienes".
Por otro lado, vale la pena centrarse en lo que lo diferencia a Simbad de su tripulación. Él tiende a ejemplificar la voz de la razón, como lo demuestra su firme insistencia en que dejen en paz al huevo de Ruc. Esta sabiduría nace de la experiencia, por supuesto: él sabe lo que el Ruc puede hacer por haber sobrevivido a un encuentro anterior. Además, muestra más moderación que ellos en el sexto viaje, logrando racionar mejor sus provisiones. Para Simbad, una decisión precipitada debe tener una recompensa inmediata. Sin ir más lejos, su elección de montar una balsa por el río para no morir de hambre en ese momento o, incluso, aquella decisión de golpear a la mujer en la tumba en su cuarto viaje. Ambas decisiones nacieron del impulso, pero luego se justificaron a través de la racionalización. Simbad es sin duda un hombre temerario (una vez más, continúa navegando a pesar de sus considerables riquezas), pero depende de su ingenio y juicio, y no solo de sus impulsos y deseos una vez que ya está en el mar.
En otro orden de cosas, el sexto viaje proporciona algunos ejemplos de lo que era la cultura y las creencias islámicas de aquella época. Simbad cuenta brevemente su ascenso a la cima del "monte de Adán" (567) en el reino de la isla, donde Adán cayó del paraíso. Esta es una referencia al mito de la creación islámico y judeocristiano, y da una idea del sistema de creencias de Simbad. Además, el valor de la entrega de regalos se refuerza aquí, cuando el rey de Serendib envía presentes que el califa aprecia debidamente. En general, es esencial recordar cuán importantes son la cultura y la religión islámicas para estos textos; es fácil pasar por alto los relatos de Simbad como historias de aventuras, pero podemos aprender mucho sobre la religión y la cultura de este período a través de pequeñas descripciones como estas.
Finalmente, vale la pena señalar la dinámica con la que Simbad ha contado su historia a lo largo de estos viajes. Podemos apreciar cómo agrega otro nivel al dispositivo de encuadre. Al mismo tiempo que Shehrezad le cuenta a su rey cómo Simbad le cuenta al cargador humilde (y a otros) sus viajes, en estos relatos de sus viajes, Simbad involucra también relatos de sus aventuras a personajes dentro de esos viajes. En este sexto viaje, por ejemplo, le cuenta al rey de Serendib las historias de sus viajes anteriores para ganarse su simpatía. Esto es importante por dos razones. La primera es la idea de que somos definidos por las historias que contamos. Estos cuentos repetidos son un reflejo del carácter de Simbad y, con frecuencia, le producen grandes beneficios. En segundo lugar, nos recuerda que las historias tienen un gran poder en el contexto de esta obra: pueden decidir la vida o la muerte de un personaje. En las historias de Simbad, su talento para contar historias lo mantiene vivo. Naturalmente, esta segunda idea es de la que Shehrezad es muy consciente dada su situación, por lo que tiene sentido que el tema se refuerce constantemente en la obra.