Las malas es una novela sobre la vida de una travesti en la ciudad de Córdoba. Todo el relato orbita en torno a la construcción de la identidad travesti, tanto desde una perspectiva individual como colectiva, y para su análisis es necesario realizar algunas observaciones en cuanto al uso del lenguaje en relación a las identidades transexuales y travestis y las teorías de género en general.
En primer lugar, cuando se habla de la sociedad patriarcal y heteronormada se está haciendo referencia a las sociedades occidentales, predominantemente cristianas y capitalistas, que se estructuran en función de la oposición binaria hombre-mujer. Hablamos de sociedad heteronormada puesto que la heterosexualidad, es decir, la orientación del deseo sexual hacia el sexo opuesto, conforma la norma que estructura el sistema, y cualquier otra forma de orientar al deseo es percibida como la desviación a esa norma. Es sociedad patriarcal, por otro lado, puesto que las estructuras de poder privilegian al hombre sobre la mujer y transforman a la masculinidad en un valor positivo y deseable.
A lo largo de la guía se utiliza el término cisgénero (o, simplemente, “cis”) para referirse a los individuos cuya identidad de género coincide con su fenotipo sexual (es decir, con su sexo biológico), en contraposición a la identidad transgénero (o “trans” simplemente), para designar a los individuos cuya expresión o identidad de género no corresponde al sexo biológico con el que han nacido.
Sin embargo, Camila Sosa Villada no recurre en su novela al término trans para designar su identidad o la de sus compañeras, sino que siempre habla de travesti, elección que se sostiene también en el análisis de esta guía. Dado el estado coyuntural y de plena actualidad de los discursos de género, tanto los medios de comunicación como las redes sociales y los sitios webs que intentan explicar las diferencias entre los conceptos de transexual, transgénero y travesti presentan muchos abordajes diversos y a veces contradictorios y polémicos en el mejor de los casos, si no francamente conflictivos.
En muchos discursos, travesti suele emplearse para designar a una persona que adopta la vestimenta y las maneras del sexo opuesto sin estar interesada en realizar un cambio de sexo, ya sea legal o físico, pues no siente la necesidad de reasignarse, de lo que se desprende que su condición de travesti no tiene tanto que ver con una identidad sino con una práctica. A su vez, en los discursos heteropatriarcales, travesti suele utilizarse para designar, peyorativamente, al varón que se viste como mujer y adopta una conducta femenina. Pero estos dos abordajes son problemáticos, ya que solo logran simplificar y tipificar una realidad extremadamente compleja.
Designarse travesti, como lo hace Camila, es un alegato político y, a la vez, una lección de historia: Camila no recurre al neologismo de persona trans sino que prefiere un término cargado con la historia de las luchas por los derechos de un colectivo identitario complejo y siempre en construcción: cuando se denomina "travesti", Camila se está construyendo dentro de una batalla histórica entre el sistema patriarcal heteronormado y las identidades disidentes que no se reconocen dentro del binarismo hombre-mujer. Como lo indica Marlene Wayar, activista travesti argentina, “el lugar natural de la identidad es el campo de batalla” (Wayar, 2019:113), y reconocerse travesti es sentirse atravesada, encarnar esas batallas.
La identidad travesti no es en ningún caso ser “mujeres encerradas en cuerpo de varón” (Wayar, 2019:115), o vestirse y adoptar las maneras del sexo opuesto pero no estar interesado en un cambio de sexo legal o biológico, en absoluto. La identidad travesti se construye entonces desde el rechazo a la heteronormatividad y a los sistemas binarios, y pone de manifiesto la crisis de ese sistema y la naturaleza siempre en construcción de la identidad. Como expresa Marlene, no se trata de ser un ser travesti monolítico, sino un “hoy voy siendo travesti” (Wayar, 2019:25). Esto es lo que el lector puede observar en el relato de Camila: una búsqueda identitaria, una inconformidad hacia las imposiciones sociales de un sistema heterosexual opresor y asesino y la posibilidad de ser más allá del binarismo. Las travestis no son menos mujeres que las mujeres trans por no decidir hacer un cambio de sexo legal o biológico, ni lo son menos que las mujeres cis por tener un cuerpo con pene, pero incomodan al sistema occidental-cristiano-machista-patriarcal-capitalista mostrándole que se puede ser mujer por fuera del binarismo sociocultural o de la imposición biológica.
Además, Camila presenta en su novela un relato que se mueve entre lo individual y lo comunitario. Las protagonistas de su relato son ella y sus compañeras de manada, las otras travestis que trabajan en Parque Sarmiento. En ese sentido, denominarse travestis es una reivindicación de todo el colectivo; es resignificar un término ofensivo y despectivo en el discurso heteronormado y enarbolarlo como la bandera de su lucha, necesaria e ineludible.