Resumen
Analía lamenta que Laura, su amiga y cómplice compañera de banco, se cambie de lugar por orden de la maestra. Fueron tan felices ahí, hablando de todo, todo el tiempo, como nunca podrían haberlo sido con otras personas. Ni Laura ni Analía lloraron tras la orden de la maestra, piensa Analía, para no darle el gusto a quien las separaba.
A Analía le da bronca su nueva compañera de banco, Teresa Sotelo, tan boba como María Inés Barreiro, la nueva compañera de Laura: la maestra las eligió a propósito, es obvio, para que ninguna de las dos volviera a divertirse durante la clase.
Teresa le hace un comentario a Analía, pero esta se niega a hablar con ella. Esperaría que Laura hiciera lo mismo, pero entiende que a la pobre no le debe haber quedado más opción que ayudar a su compañera María Inés con su oración. Cuando María Inés responde a una pregunta de la maestra leyendo una oración muy bien escrita, Analía no puede creer cómo Laura no pudo negarse a ayudar a María Inés, cuando solo se ayuda así a las amigas. Analía se angustia y siente que Laura debe estar triste; piensa que, si la mirara, podría consolarla. Pero Laura no la mira, sino que escribe en un papel. Analía está segura de que es una carta para ella, pero Laura se la da a María Inés. Poco después, termina de ofenderla el hecho de que Laura y María Inés se rían de todo lo que dice la maestra, como ellas hacían antes. Empieza a prestar atención a la clase, pensando que a la escuela se va a estudiar y no a reír, y que Laura y María Inés son insoportables. Instantes después, comienza a hablarle a Teresa intentando reírse con ella a la fuerza.
Análisis
El narrador de "Las amigas" focaliza en Analía, una niña que ha sido separada de su compañera de banco y ahora ve a su amiga de lejos, en la otra punta del aula. Cuando el cuento inicia, la profesora ya dio la orden de que Analía y Laura se separaran, por lo que el principio de la acción narrada coincide con el fin de esa compañía que tan significativa era para la protagonista. Analía debe ver cómo Laura se va “para siempre del querido banco donde tan felices habían sido ellas dos, que se reían de las mismas cosas, tenían juegos secretos que ningún otro conoció jamás, y a cada momento encontraban algo divertido para contarse” (p.53). La amistad entre Laura y Analía aparece entonces retratada desde el inicio como una relación que se basa en la complicidad, en la risa, que las volvía un núcleo separado del resto de sus compañeros del aula. Este detalle es importante, en tanto el lector conoce qué significa esa amistad para la protagonista, y, por lo tanto, así accedemos también a inferir en qué consistiría una traición de Laura, es decir, qué acciones de Laura herirían el corazón de Analía. Básicamente, esa traición se cifraría en el hecho de que Laura pueda entablar una complicidad con otra compañera, que se ría con ella de algo que deje afuera al resto del aula.
Durante todo el relato, la situación aparece teñida por la perspectiva de la protagonista, que asume en su amiga los mismos sentimientos de angustia que ella está teniendo. “Ojalá que Laura no estuviera demasiado triste pero no: ni una lágrima tenía por suerte” (p.53), dice el narrador focalizado en la niña. Así, aunque su amiga no muestre signos de estar tan triste como Analía, ella reinterpreta constantemente la situación para demostrarse que su amiga comparte sus sentimientos.
Pero a partir de un momento la situación toma un color opuesto al que Analía desearía, y se vuelve difícil interpretarla a su favor. La protagonista inicia entonces una etapa de incomprensión: “Analía no podía entender cómo Laura no había conseguido explicarle a esa maldita que no la pensaba ayudar, porque una ayuda solamente a las amigas” (p.54). En la lógica de la protagonista, no hay lugar para que Laura entable una amistad con su nueva compañera de banco; por ende, las actitudes de su amiga se le vuelven incomprensibles.
Más tarde, cuando el corazón de la protagonista finalmente se rompe al ver que quien era su amiga entabló rápidamente una nueva amistad con otra niña, Analía empieza a adquirir una nueva lógica de pensamiento. Ante las risas de Laura y María Inés, Analía, claramente herida, opta por indignarse. Como probablemente no puede aceptar sus propios sentimientos, puesto que esto le parece doloroso, decide asumir una actitud de molestia, de superioridad: las risas de Laura y María Inés no le molestan, entonces, porque la hiere en su corazón, sino porque le parecen fuera de lugar en el contexto del aula. “Una venía al colegio para aprender y no para divertirse” (p.55), dice el narrador focalizado en ella, que luego trasluce una especie de estrategia en la cabeza de la niña: “ya iban a sufrir las consecuencias; Analía iba a permanecer bien atenta para saber contestar cuando la maestra preguntase” (p.56). Esta nueva lógica de pensamiento en Analía se basa claramente en el resentimiento y la envidia. Ella y su amiga eran quienes se divertían sin importar lo que la maestra estuviera explicando, pero una vez que su amiga lo hace con otra persona, Analía cambia radicalmente su posicionamiento acerca de reírse en clase. En tanto deja de ser “la mejor amiga”, ahora Analía busca una nueva superioridad en el rol de “mejor alumna”, lugar que nunca antes le interesó realmente ocupar.
El recorrido del relato coincide entonces con los procesos mentales que tienen lugar al interior de su protagonista. Esta estructura, usual en los cuentos de Heker, aquí concentra toda la inocencia y el desamparo de una niña que se siente traicionada por quien fuera su amiga. Todo el cuento, así, se consolida menos en la anécdota que en la percepción subjetiva de quien asiste a la escena, y quien inicia el relato con un punto de vista que no tarda en evidenciarse equivocado.
En este relato, Heker logra construir y exponer la lógica de quien cambia de actitud, aparentemente, de un momento a otro. El narrador focalizado en la protagonista, hacia el final del cuento, deja ver cómo se manifiesta el dolor en una niña, y cómo esto afecta su lógica de pensamiento: "Se creían muy graciosas como si ellas dos hubieran sido las únicas en el mundo que se daban cuenta de las cosas" (p.56), piensa Analía observando a Laura y María Inés. La protagonista ve con odio esta nueva amistad, y la expresión, mediante el símil, deja en evidencia cómo el sentimiento de frustración y los celos de la protagonista logran transformar su forma de ver las cosas. El símil además construye un paralelismo entre la situación pasada y la presente, solo que ha cambiado uno de los integrantes de la escena. La expresión, narrada desde la subjetividad de la protagonista, establece que Laura y María Inés no solo se divierten, sino que lo hacen como si creyeran que son las únicas dos personas capaces de captar la gracia de una situación. La expresión es notable, en tanto la misma Analía, al inicio del cuento, se reía junto a Laura, y creía que solo ellas dos veían la gracia en las situaciones que presenciaban. Así, su juicio sobre el comportamiento de Laura y María Inés se evidencia basado en un sentimiento de celos y rencor.
De algún modo, lo que este movimiento lógico de la protagonista logra evidenciar es que, muchas veces, el dolor por no pertenecer es lo que mueve a la hostilidad o a la insistencia en el buen comportamiento, y no una verdadera creencia en esos valores que se defienden. Analía no comprendía por qué sus risas molestaban al resto de la clase, y ahora habita ese lugar, el de observar desde afuera. El cuento expone así, entre otras cosas, el sentimiento de quien no puede pertenecer a la felicidad ajena y, por ello, asume comportamientos varios que son, en realidad, mecanismos de defensa contra ese dolor.