El juguete rabioso

El juguete rabioso Resumen y Análisis Capítulo III: El juguete rabioso

Resumen

Al comienzo de este capítulo, Silvio está de vuelta en su casa con su madre y su hermana. Se dedica a leer un libro de electrotécnica y fantasea con hablar en un congreso de ingenieros. La señora Naydath, vecina de su familia, los visita para mostrarle a Silvio un aviso aparecido en el diario, en el que solicitan aprendices para la Escuela de Aviación Militar. La vecina recuerda que a Silvio le dio una carta de recomendación un físico llamado Ricaldoni. Silvio describe irónicamente a la familia de la señora Naydath, su esposo y su hijo Maximito. A ella la caracteriza como avara; a su marido, como un ingenuo que se deja engañar por especuladores, y a su hijo, como un hipócrita y ladrón.

Silvio va en tren a la convocatoria de la Escuela de Aviación Militar. Llega al anochecer y le pregunta a un viejo que fuma en la estación dónde queda el Casino de Oficiales. El viejo se lo indica muy vagamente. Luego le pide diez centavos. Silvio piensa que Dios lo puede beneficiar si ayuda al viejo. Una vez que le da la moneda, el viejo le indica el camino con mayor precisión. Cuando llega al lugar donde se realizan las entrevistas, los militares le informan que ya no hay vacantes. Pero Silvio les dice que le gusta inventar. Esto interesa a los militares, que aceptan conversar con él. Silvio los impresiona al describirles su contador automático de estrellas, su máquina de escribir y sus conocimientos sobre explosivos. También les cuenta de su gusto por la lectura. Le preguntan por su padre y Silvio cuenta que se suicidó cuando él era muy chico. El capitán Bossi se apiada de él y promete darle un lugar en la escuela. Silvio vuelve a su casa con mucha alegría.

Su primer día, mientras realiza las actividades de la escuela, Silvio reflexiona acerca de su identidad y lo que quiere. Se confiesa a sí mismo que lo que quiere es ser admirado por los demás, separándose de la vida mediocre del común de las personas, aunque sea dedicándose a actividades delictivas.

Luego de estas reflexiones, se reúne con el capitán Márquez y le comenta su idea para un nuevo tipo de armamento. Márquez le señala algunos defectos de su invento, pero valora su capacidad y le recomienda seguir estudiando. Esto estimula a Silvio y lo hace sentir agradecido. Sin embargo, al día siguiente le informan que debe abandonar la escuela para hacerle lugar a otro aspirante que llega recomendado. Esto entristece profundamente a Silvio y lo llena de preocupaciones sobre su futuro y el de su familia.

A causa de esta nueva frustración, Silvio se siente muy avergonzado para volver a su casa y vaga por las calles de Buenos Aires. Por la noche se aloja en un hotel barato del centro de la ciudad. Allí lo despierta por la madrugada un adolescente homosexual. Este le cuenta acerca de su vida: es hijo de un hombre rico y tuvo relaciones con un viejo profesor. Silvio lo rechaza con algo de violencia. Cuando se despierta, al otro día, el adolescente ya no está, pero dejó un dinero que Silvio decide aceptar.

Después de salir del hotel y tomar un café, Silvio vuelve a sentir odio por su mísera condición, que contrasta con la de quienes tienen dinero. Como expresión de este sentimiento, le arroja un cigarrillo encendido a un indigente, del que debe escapar corriendo.

Luego de estos sucesos, Silvio compra un revólver y se va al puerto. Intenta conseguir trabajo en un buque, con la esperanza de irse a Europa. No lo contratan en ningún barco y Silvio decide suicidarse con el arma adquirida. Pero esta no funciona. Finalmente, se despierta en la casa de su familia, donde su madre lo está cuidando e intenta consolarlo.

Análisis

Nuevamente, Silvio intenta mejorar su condición, pero su intento resulta frustrado. En la Escuela de Aviación Militar Silvio puede tomar conciencia de sus aptitudes personales, que son valoradas por el capitán Bossi y el capitán Márquez. Estos son nuevos referentes adultos en su vida, que lo estimulan a seguir educándose. Sin embargo, es la injusticia de la sociedad lo que frustra esta vez el aprendizaje de Silvio, ya que es dado de baja para darle lugar a un aspirante que llega gracias a la influencia de alguien poderoso.

Esta vez, Silvio idea una manera de superar esta frustración al buscar trabajo en un barco. Esto es una muestra de madurez, como lo es también su capacidad de preguntarse por sus propia identidad y sus deseos, como se ve en sus reflexiones en la Escuela de Aviación Militar: "Lo que yo quiero, es ser admirado de los demás, elogiado de los demás. ¡Qué me importa ser un perdulario! Eso no me importa… Pero esta vida mediocre… Ser olvidado cuando muera, esto sí que es horrible. ¡Ah, si mis inventos dieran resultado!" (pág. 126). Así, en este capítulo Silvio suma algunos aprendizajes: logra tomar conciencia de sus propias aptitudes y del hecho de que, gracias a ellas, puede hacerse un lugar en el mundo adulto. También logra reconocer y decir claramente lo que de verdad desea.

También en este capítulo continúan las reflexiones y la exploración de la sexualidad por parte de Silvio. En su encuentro con el adolescente homosexual, el personaje descubre un aspecto de la vida que todavía no había conocido en su vida en el barrio ni en el centro de la ciudad. Este encuentro contribuye a delinear el ambiente de los arrabales de la ciudad, cercanos al puerto, donde habita otro tipo de personajes marginales, como aquellos que deben vivir sus preferencias sexuales a escondidas a causa de la moral homofóbica de aquella época. En un momento, Silvio logra identificarse con el joven, quizás a causa de que reconoce en el otro el mismo sufrimiento que él padece, aunque sea por otros motivos. Cuando el joven confiesa que le hubiera gustado ser mujer y madre, Silvio termina diciéndole: "eso es una bestialidad" (pág. 142). Sin embargo, sobre el final de este episodio Silvio exclama: "¡Tribulación humana! Cuántas palabras tristes estaban aún escondidas en la entraña del hombre" (pág 143).

Esta es una de las primeras veces en las que se narra un episodio similar en la literatura argentina. Aparecen algunas ideas de la época acerca de la homosexualidad, principalmente la concepción de esta condición como una enfermedad, cuando Silvio le pregunta: "¿Por qué no se va a lo de algún médico… algún especialista en enfermedades nerviosas?" (pág. 141). También aparece la idea de la homosexualidad como una inversión de los sexos, cuando el joven afirma que quiere ser mujer, aunque no queda claro si se asume como un varón homosexual o como una persona transgénero. Otra idea de la época acerca de la homosexualidad que se refleja en este encuentro es la que la relaciona con la degradación moral y a esta con la suciedad. Esta noción se hace evidente cuando Silvio le pregunta: "¿Quién te enseñó esas porquerías?" (pág. 140), y cuando el joven dice que "a muchos les gusta la ropa sucia" (pág 141). Aquí, por medio de la metáfora, el chico se refiere a sus prácticas sexuales. Sin embargo, no son todas estas ideas las que definen al personaje, sino que su conflicto se presenta poniendo en primer plano su padecimiento y no el juicio moral externo de la sociedad. Aunque este juicio está presente en la manera en que Silvio mira al adolescente, lo que prima es el diálogo entre los dos, y Silvio es capaz de entender la situación del joven. Esta identificación que Astier entabla con el joven desde el costado humano, en base al sufrimiento y la humillación que ambos experimentan, permite añadir un matiz más a la complejidad del personaje.

Aparentemente, Silvio no concreta una relación sexual con el adolescente, aunque hay una elipsis que impide definir certeramente qué sucedió. Cuando Silvio despierta, nota que el joven ha dejado dos billetes sobre la mesa. Silvio se los lleva. En este sentido, puede interpretarse que los personajes logran una conexión de algún tipo, por la que el joven homosexual acepta pagar y Silvio tomar el dinero. También puede decirse que Silvio acepta el dinero del adolescente porque hacerlo no lo coloca en una situación de inferioridad, como sí sucede con la propina que le ofrece la cortesana, que Silvio rechaza en el capítulo II.

Cuando sale de la pensión, Silvio va al puerto para buscar trabajo en un buque e irse de Buenos Aires con rumbo a Europa. Sin embargo, el intento de fuga o de salida de esa situación se le hace imposible a causa de una alucinación o visión que tiene:

Caminaba alucinado, aturdido por el incesante trajín, por el rechinar de las grúas, los silbatos y las voces de los faquines descargando grandes bultos. (...) a veces asomaban a responderme de las humeantes cocinas, rostros de expresiones tan bestiales, que temeroso me apartaba sin responder y por los bordes de los diques caminaba, fijos los ojos en las aguas grasientas que con ruido gutural lamían el granito. (...) La visión de las enormes chimeneas oblicuas, el desarrollarse de las cadenas en las maromas, con los gritos de las maniobras, (...) la atención ya dividida en un semblante que asomaba a un ojo de buey y a una lingada suspendida por un guinche sobre mi cabeza, ese movimiento ruidoso compuesto del entrecruzamiento de todas las voces, silbidos y choques, me mostraba tan pequeño frente a la vida, que yo no atinaba a escoger una esperanza. (pág. 145)

La descripción de esta visión del personaje es otro ejemplo de la estética expresionista de la obra. En este fragmento, a la percepción desproporcionada de los elementos, que ya estaba presente en otras descripciones expresionistas en la obra, se suma el procedimiento literario de la animización, que consiste en atribuir a los objetos inanimados propiedades animadas. En este caso, este procedimiento opera en función de la creación de una especie de bestia sobrenatural conformada a partir de partes de elementos presentes en el puerto. Por un lado, desde la percepción visual, vemos la animización del movimiento de "las aguas grasientas que lamían el granito", donde se compara el ir y venir de las olas con el movimiento de la lengua de un animal. Además, la desproporción de las chimeneas y la expansión de las cadenas y las maromas (cuerdas gruesas) hacen las veces de tentáculos o extremidades de esta bestia gigante. Por último, la mención del semblante asomado al ojo de buey (ventana redonda del barco) permite establecer una similitud funcional entre esta ventana y el ojo de esta criatura. Finalmente, desde lo auditivo, la caracterización que el narrador hace de los sonidos que escucha en el puerto contribuye a la configuración de esta imagen sensorial, como, por ejemplo, cuando se refiere al "ruido gutural", que evoca un sonido realizado por un animal.

En esta descripción del puerto, las particularidades de las personas quedan reducidas a fragmentos perceptibles (un semblante, voces, silbidos) que quedan subsumidas en una totalidad bestial. En este sentido, el puerto puede leerse como una metonimia de la ciudad moderna, y la bestia, como símbolo de la deshumanización. Hacia el final del pasaje, este recurso se condensa en el contraste entre la magnitud de esta bestia sobrenatural y lo pequeño e indefenso que se siente Astier como individuo. Como se explicó anteriormente, la estética expresionista busca la proyección del mundo interior, los sentimientos y las sensaciones individuales, frente a la hostilidad del mundo exterior. En este sentido, la desproporción y animalización de los elementos en esta visión que tiene Astier tiene como objetivo enfatizar este sentimiento de soledad y angustia que finalmente desencadena su intento de suicidio.

En cuanto a su intento de suicidio, lo que piensa el personaje al respecto ("No he de morir... No..., yo no puedo morir..., pero tengo que matarme" (pág. 146)) expresa la contradicción entre su afán de trascendencia y la depresión causada por los escasos resultados que está consiguiendo al respecto. Anteriormente en este capítulo, cuando Astier todavía estaba en la Escuela de Aviación Militar, establece una relación directa entre su éxito como inventor y la posibilidad de seguir "vivo" en el futuro por medio de sus creaciones: "¡Ah, si se pudiera descubrir algo para no morir nunca, vivir aunque sea quinientos años!" (pág. 127). Esto revela otro aspecto de la fascinación por la técnica de Astier: la posibilidad de tener una "sobrevida", no en un sentido literal (crear algo que le permita vivir eternamente) sino en sentido figurado; crear algo que tenga un impacto en la vida de las personas en el futuro. Sin embargo, su ambición de ser una persona célebre y seguir viviendo a través de sus inventos no está ahora más cerca de concretarse que al principio de la novela. Finalmente, el intento de suicidio del personaje fracasa y vuelve al mismo lugar en el que estaba al principio del capítulo: la casa de su madre.